Avanza sobre sus gobernadores y sobre sus alcaldes en Chiapas, en Michoacán, en Guerrero.
Es dueño de Zacatecas y Tamaulipas, hace lo que quiere en Sonora y en Sinaloa, juega a la ruleta rusa en la Riviera Maya, en Quintana Roo.
El crimen que el gobierno abraza lo devora.
Avanza sobre sus gobernadores y sobre sus alcaldes en Chiapas, en Michoacán, en Guerrero.
Es dueño de Zacatecas y Tamaulipas, hace lo que quiere en Sonora y en Sinaloa, juega a la ruleta rusa en la Riviera Maya, en Quintana Roo.
Durante el gobierno de Felipe Calderón se hizo pública una confidencia del director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, Guillermo Valdés, expresada en una charla que se suponía off the record con varios corresponsales extranjeros: que las bandas mexicanas del narcotráfico tenían “bases sociales”.
No, no es nadie, pero tampoco es alguien
Florestán
Lo que sucede en los hombres, según Tucídides, cuando la polarización los lleva a la guerra:
La desgracia de Guerrero, centrada estos días en la capital Chilpancingo, es muestra escalofriante de la descomposición generalizada en amplias regiones del país.
Cuando no es en Michoacán, Zacatecas, Guanajuato, Colima, Tamaulipas o Sinaloa, la narcodelincuencia salta en Chiapas, Veracruz, Chihuahua, Baja California, Oaxaca, Sonora o el Edomex.
Hay otra dimensión, aparte de la frescura y de la naturalidad, en la que el mensaje y la mensajera son la misma cosa en Xóchitl Gálvez.
Es el mensaje de vida, el mensaje que prueba su verdad con la vida misma de quien lo emite. Se trata de un mensaje popular y prometedor.
Los tiempos de dolor siempre son precedidos de los tiempos de confusión.
Florestán