A Graco no le preocupa la opinión política del Obispo; mucho menos lo que ocurre en la feria de Tepalcingo. Lo que enfada al gobernador es que Ramón Castro se volvió el punto de unión de todos sus enemigos y en motivo de encuentro de aquellos que quieren sucederlo en el cargo. Nuevamente el tabasqueño equivoca la forma de enfrentar a sus adversarios.
La reforma aprobada por los diputados del Congreso de Morelos fue un albazo al proyecto que traía el grupo parlamentario del PRI en el Congreso de la Unión, de reducir al menos de 500 diputados a 400, de los cuáles 100 por la vía plurinominal serían eliminados. Ese intento por quitarles su bandera en el proceso electoral, provocó que en Morelos, de 30 legisladores se haya reducido a 20, sin embargo, sus modificaciones tal parece la hicieron con las patas.
El peor escenario para el graquismo se volvió real: sus enemigos se juntaron. Aquellos a quienes este gobierno ha lastimado a lo largo del sexenio se sentaron juntos alrededor de una mesa y hablaron. No hubo manifiesto ni declaraciones tronantes, sólo mensajes a favor del estado. Lo que no se dijo, pero se vio, es lo más importante.
El panorama electoral del PRD es muy complicado en Morelos. Aunque lo nieguen, las cosas no les están saliendo bien y los enemigos que han acumulado comienzan a hacer frente común para ponerles un alto. Los perredistas necesitan replantear el camino; la duda es si se atreverán a hacerlo.
El segundo informe de labores del dirigente del PRD en Morelos fracasó; la gente no llegó y Gayosso no se bajó de la camioneta. Si los perredistas no entienden el mensaje y replantean su manera de hacer política, nada tienen que hacer en el 2018. El dinero no es suficiente para ganar las elecciones.
El duelo entre Graco y Cuauhtémoc Blanco es personal. Morelos es un estado muy chico para dos egos tan grandes. La pugna entre ambos es absurda, raya en la locura y cuesta mucho al estado y a la capital. ¿En qué terminará este conflicto?