Mayo cayó en julio.
Florestán
Mayo cayó en julio.
Florestán
El oficialismo pierde cada día el debate de la sobrerrepresentación. Lo pierde en las razones y en los números.
Si lo gana al final, será por imposición, porque tiene en su poder o bajo presión a los suficientes miembros del INE y los suficientes magistrados del Tribunal Electoral.
Bastarán seis votos en el INE y tres en el Tribunal para que tengamos en México, mediante una mayoría artificial en el Congreso, un cambio de régimen constitucional.
El que no es pendejo, entiende.
Florestán
Soy hijo de cubana, tengo una sobrina nacida en Cuba, Cuba ha sido siempre en mi horizonte, aparte de la tragedia histórica de una revolución fracasada, un pedazo íntimo de la vida familiar, una fresca y alegre navegación por las memorias de mi madre y de mi tía, que vivieron ahí su adolescencia.
En la buena discusión que ha suscitado el tema de la sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados hemos oído del lado oficialista descalificaciones, pesadeces y recuentos ininteligibles de la legislación secundaria en la que fincan sus pretensiones.
Muchos y muy buenos autores, como Nadia Urbinati, Timothy Sneider, Anne Applebaum , han descrito los pasos que los movimientos populistas y sus líderes suelen dar, como aprendidos en un manual, para corroer por dentro la democracia .
Creo que Jorge G. Castañeda resumió bien lo que podemos esperar de Trump cuando gane la presidencia, desenlace que sólo puede interrumpir, hoy por hoy, lo inesperado.
Lo inesperado, hay que recordarlo, es la especialidad de la historia. Ejemplo: el atentado contra Trump que buscaba eliminarlo lo volvió invencible, a cambio de una oreja herida.
Continuidad con cambio: la fórmula es tan fácil y tan funcional que se usa en toda sucesión donde no hay alternancia sino, precisamente, continuidad.
Es el caso López Obrador/Sheinbaum, y es la fórmula adecuada para Sheinbaum antes de tomar el poder.
Como nunca, que yo recuerde, tenemos en estos días un presidente fuerte que se va y una Presidenta débil que llega.
Si el presidente que se va consigue las mayorías calificadas que busca en el Congreso, su herencia y su poder crecerán desorbitadamente.