Leí ayer el comentario más equilibrado y pedagógico sobre las elecciones mexicanas del domingo 2 de junio.
Es el de Rafael Rojas, historiador extraordinario, atento observador de nuestra vida pública y de la de América Latina.
Leí ayer el comentario más equilibrado y pedagógico sobre las elecciones mexicanas del domingo 2 de junio.
Es el de Rafael Rojas, historiador extraordinario, atento observador de nuestra vida pública y de la de América Latina.
Los políticos impiden ver lo mejor del ser humano.
Florestán
No quisiera dar la impresión de que objeto la legitimidad democrática de las elecciones del 2 de junio. En absoluto. Acepto el veredicto de la mayoría, aunque no lo comparto como el camino deseable para México.
Mi generación encuentra aquí un revés histórico. Creo que nuestra pasión pública estuvo dedicada, por décadas, a controlar los poderes de la Presidencia del PRI.
La armonía se construye más sólida entre los diferentes.
Florestán
El domingo se confirmó, más que el fin de una era, el inicio de otra, y larga, mientras en este país la oposición dependa del PRI, el PAN y el PRD y de una falsa sociedad civil con dirigentes sin representatividad.
Hay mucho trágico y poco nuevo en las elecciones mexicanas del domingo 2 de junio.
Estamos viviendo en carne propia lo que hasta ahora sólo habíamos leído en libros, como tragedias de otros países: la conversión gradual de una democracia en una tiranía.
Más allá del comprensible retraso en el conteo rápido, el desempeño del Instituto Nacional Electoral que preside Guadalupe Taddei fue tan eficiente o más que lo que ha sido desde hace al menos 10 años con el satanizado Lorenzo Córdova, durante cuya gestión el lopezobradorismo se alzó con los cargos de representación que incrementó avasalladoramente antier.
¿Para qué preocuparse de las cicatrices cuando las heridas no han cerrado?
Florestán
Entiendo las reservas de amigos y colegas ante la expresión “elección de Estado”, para describir lo que pasa en México y que culminará el domingo con la jornada electoral.
El dicho “elección de Estado”, asumido a fondo, sugiere unas elecciones totalmente controladas por el Estado: participantes, árbitros, resultados.
Suman ya 23 o 35 los candidatos asesinados, las elecciones que López Obrador supone “limpias” están manchadas de sangre.
Entre la careta y la cara está el ego.
Florestán