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El Universal/ Héctor de Mauleón

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El otoño de la muerte

El investigador Manuel Miño Grijalva le llamó El otoño de la muerte. El valle de México llevaba diez años de sequías cuando comenzaron las fiebres y llegó la peste.

Ese año, 1779, en la Ciudad de México había 112 mil 926 habitantes. La epidemia cruzó la capital de extremo a extremo. En 81 días enfermaron 45 mil personas y murieron entre 12 y 18 mil, de acuerdo con las fuentes.

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Emergencia

El Estadio Azteca apagado y solitario. Los estacionamientos de los grandes centros comerciales —el de Perisur, por ejemplo—, absolutamente, desconcertantemente vacíos. Los grandes edificios de oficinas con pisos enteros sumidos en la oscuridad. Colonias con calles desiertas, en las que solo se ve, desde lo alto, el parpadeo rojo y azul de una patrulla.

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El tiempo de las hienas

“Cámara bola de v…, vamos a saquear el Chedraui!!!!”. “Nos identificamos porque vamos a traer cubrebocas. Cuántos van a ir. Como 30. Van a ir mujeres. No sé”.

El 20 y el 25 de marzo, la policía cibernética del Estado de México identificó 29 grupos de Facebook, 63 perfiles y cinco grupos de WhatsApp que llamaban a realizar saqueos en tiendas y almacenes de diversos municipios de la entidad.

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El machismo podrá matar más mujeres que el coronavirus

Una llamada de auxilio llegó ayer en la madrugada. Era la 01:55. El policía tercero Daniel Contreras, encargado de la patrulla MX 618 N1, atendió el llamado: en la colonia Tres Estrellas, de la alcaldía Gustavo A. Madero, una mujer de 39 años estaba siendo salvajemente golpeada por su marido, José de Jesús “N”.

La llamada llegaba de madrugada, en plena emergencia sanitaria por el Covid-19, en una ciudad en la que gran parte de los habitantes se había atrincherado en sus domicilios por temor al contagio.

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La puerta del infierno

El 6 de agosto de 1963, el secretario de Salubridad José Álvarez Amézquita entregó a su homólogo estadounidense, dentro de un cubito de plástico, la última pareja de Aedes aegypti capturada en México.

Este mosquito, “de inofensiva apariencia, de nimia pequeñez”, era el causante de una enfermedad que había cobrado cientos de miles de vidas desde antes de la llegada de los españoles: la fiebre amarilla, también llamada vómito negro.

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La epidemia de los 300 mil muertos

El marzo de 1918, el periódico El Informador anunció a sus lectores: “Una especie de gripa ha paralizado la vida comercial en Madrid”. De acuerdo con el diario, la naturaleza de la epidemia aún no había sido determinada, “sin embargo, se cree que no será cosa grave”.

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El mal que renace

En 1959 el sarampión figuraba entre las 12 principales causas de muerte en México, al lado de la gastroenteritis, la neumonía, los accidentes, los tumores malignos, los homicidios y la bronquitis, entre otras. Era la cuarta causa de muerte en niños de uno a cuatro años, y la sexta para la población de entre cinco y 14.

Llegó a Europa a través de las legiones romanas que volvían de la expedición contra el imperio seléucida, en el siglo II. Desde entonces apareció y desapareció, cíclicamente, cobrando un alto tributo en vidas, y devastando sociedades.

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La ciudad enferma

En solo tres meses murieron seis mil personas: cuando aquella epidemia terminó, el 10% de la población de la ciudad de México había perecido. El escritor Guillermo Prieto dejó una descripción de aquellos días, que se ha vuelto famosa:

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La gran enfermedad

Debido a su gravedad, poblaciones enteras quedaron totalmente desiertas. En muchos sitios solo se descubría que los habitantes de alguna casa habían muerto cuando el hedor golpeaba a los vecinos.
Según la Crónica de la Compañía de Jesús, se llegaron a encontrar en algunas casas pequeñas criaturas que mamaban del pecho de sus madres muertas.

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El reino de la muerte

Al transcribir la lista de los 900 hombres que en marzo de 1520 arribaron a Veracruz en los barcos de Pánfilo de Narváez, el historiador Alfredo Chavero escribió una frase inquietante: “Juan Guía, negro de Narváez que introdujo las viruelas en México”.

En otros documentos, este personaje aparece bajo el nombre de Francisco Eguía. En todo caso, bajó muy enfermo del barco y fue alojado en una choza de Cempoallan. Unos días más tarde, Cempoallan era el reino de la muerte.