Las escaleras y la democracia
“Democracias populares”, llamaban en su tiempo a las esperpénticas dictaduras de la Europa del Este. Democracia llaman a Cuba sus ruinosos gobernantes y sus aliados ciegos.
A nombre de la democracia, líderes populistas de medio planeta han echado atrás las democracias de sus países y han utilizado los recursos de esas democracias, formales, imperfectas, en muchos sentidos ingenuas, como vías para llegar al poder mediante elecciones libres.
Luego, ya en el podio, se han dedicado a limitar las reglas que les dieron democráticamente el poder, para crear regímenes menos libres, semidemocráticos, autocráticos o dictatoriales.
Valiéndose de las debilidades y de las libertades inherentes a la democracia, lo que han hecho estos líderes es implantar hegemonías políticas que resultan luego invencibles por la vía democrática.
Este es el proceso que está en marcha en México. Con la hegemonía alcanzada por la coalición política gobernante se cambian las leyes para que no existan ni contrapesos institucionales, ni posibilidades de crecimiento de la oposición.
Los ganadores, como dice un amigo, usaron la escalera de la democracia para llegar al poder y, una vez en el poder, se dedicaron a destruir la escalera por donde ellos subieron, para que no puedan subir otros.
El proceso de destruir la escalera es esencialmente desleal a la democracia, contrario a ella. Ha sido, además, particularmente ilegal, manipulado y autoritario.
Entre los votos que les dio la ciudadanía y el poder que tienen el gobierno federal y sus mayorías calificadas en el Congreso hay un mundo de distancia real. La hegemonía que se ejerce hoy en México desapareció la voluntad de 46% de los votantes. El gobierno tuvo en las urnas un 54% de los votos para el Congreso. Tiene en el Congreso un 74% de curules. ¿Dónde quedó ese 20%?
Se regalaron, con maniobras legales y coerción política, 20% de los votos. Por eso pueden ahora cambiar la Constitución en nombre del “mandato popular”, la cuna en que se mecen las autocracias.
Los autócratas nunca están en el poder porque se lo apropiaron, sino que sirven a la salvación, la igualdad, la justicia o la seguridad de sus países y sus sociedades.
La moda autocrática de México es decirse portadora de la “verdadera democracia”.