‘La derecha quiere que nos invadan’
Se les dijo una y mil veces durante seis años en los medios de comunicación, en el Congreso, en foros dentro y fuera del país, en seminarios y comparecencias: el compadrazgo del gobierno con los narcos pone en riesgo la soberanía nacional.
Y ahora que tenemos la lumbre en los aparejos con el triunfo de Trump en Estados Unidos, la izquierda gobernante acusa a “la derecha” de aliarse con fuerzas extranjeras para que invadan México.
No hicieron la tarea, jugaron a ser amigos de los narcos y ahora dan palos de ciego para culpar a otros.
Por omisos o cómplices, pusieron nuestro futuro en manos de los electores de Arizona, Michigan o Pensilvania.
De haber cumplido con el deber de desbaratar a las mafias criminales y dar seguridad a los mexicanos, no tendríamos que preocuparnos porque en Wyoming votaron de tal o cual manera.
La izquierda farsante llevó al extremo la tolerancia hacia a los grupos criminales con visitas, abrazos, taquizas, órdenes a las Fuerzas Armadas de actuar con guantes de seda, y la demagogia de que los sicarios también son pueblo.
Guante de seda a los cárteles que matan en México y trafican veneno hacia el mercado consumidor de Estados Unidos y a buena parte del resto del mundo.
¿De qué lado jugó el presidente López Obrador en el campo de batalla en que se convirtió buena parte de México?
¿De qué lado estuvo?
A los familiares de las víctimas les mandó bloquear las puertas de Palacio Nacional con vallas de acero y los acusó de estar movidos por intereses electorales.
Cuando se le insistía sobre alguna matanza y la necesidad de cambiar la política de “abrazos” a los criminales, el presidente se defendía pasando al ataque: “Es temporada de zopilotes”, decía en referencia no a los asesinos, sino a familiares de las víctimas y a periodistas que informaban de las tragedias.
Se jactaba de su familiaridad con los narcos después de cada masacre: voy a tener que hablar con sus mamás o con sus abuelitas para que les digan que se porten bien, decía.
A la Presidencia de Estados Unidos llegó un halcón que ha prometido bombardear los laboratorios donde se fabrican las drogas sintéticas y, según él, los “nidos” donde se encuentran los capos de los cárteles.
Resulta que eso es territorio mexicano. Los facilitadores de una hipotética locura que mancille la soberanía nacional no serán “la derecha y sus alianzas globales”, sino los gobernantes que no hicieron la tarea.
Si hay un traidor, fue el que permitió que los cárteles tomaran partes importantes de México.
En lugar de “parar el horror que se está viviendo”, como bien señala el senador morenista Higinio Martínez, el gobierno de AMLO fue omiso ante los cárteles que expandieron su control al tráfico de migrantes.
Su negligencia hará que en Estados Unidos se ensañen contra mexicanos de bien, documentados o no.
En México, en el mes y fracción que lleva la presidenta Sheinbaum en el poder, han ocurrido ocho masacres.
¿No se conduele al ver a la gente que baja del cerro con los ataúdes de sus difuntos a cuestas?
Ahí está el resultado de lo que hizo su antecesor.
Sí, ella acaba de tomar posesión y necesita tiempo y unidad.
Pero en lugar de llamar a cuentas a los responsables del desastre en seguridad, defiende al autor del desgobierno y lanza insultos a los que opinan que los narcos son terroristas.
¿Qué son, entonces? ¿Pueblo bueno y sabio?
Son lo mismo que los estadounidenses que matan mexicanos a tiros en centros comerciales de Texas para castigar e inhibir la inmigración.
Terroristas, pues.
López Obrador simulaba que los criminales en el fondo eran buenos muchachos que andaban en malos pasos.
No señor. Los dos grandes cárteles mexicanos son corporaciones trasnacionales del crimen, que operan con modalidades de empresas en casi todo el mundo.
Desde que llegaron al gobierno en 2018 hostigaron a la mitad de los ciudadanos y hasta el cobijo de la bandera en el Zócalo le negaron a los que piensan diferente a ellos.
Asaltaron el Poder Judicial (es decir, el acceso a la justicia) y se apropiaron del árbitro electoral (es decir, el acceso al poder).
Fomentaron, con escarnio y éxito, la división de los mexicanos. Doscientos mil asesinatos en seis años.
Su desastre dañó la soberanía del país y puede ocurrir algo peor, dado el perfil violento y simplista de quienes asumirán el gobierno de Estados Unidos.
Hicieron de los narcos sus aliados con la fantasía de que los podrían controlar, y los controlados fueron ellos. O se amalgamaron en no pocos estados.
No hicieron la tarea que les correspondía, privilegiaron la destrucción de las instituciones democráticas y hoy culpan a “la derecha” porque “los gringos nos quieren invadir”.