Los 43, metidos con el "narco"
En el Itinerario Político del 7 de octubre de 2014 —12 días después de la tragedia de Iguala— preguntamos: “¿Por qué los mataron?”.
Dijimos que “si apelamos al modus operandi de los hechos, podemos suponer que, en efecto, participó un grupo de sicarios del crimen organizado”.
Y concluimos: “Una pista es que líderes de los normalistas podrían estar involucrados con grupos criminales adversarios de Guerreros Unidos. Y el móvil del crimen colectivo podría ser un ajuste de cuentas entre bandas. En esa hipótesis, los jóvenes habrían sido el mensaje. Al tiempo”.
Y el tiempo confirmó la hipótesis, a pesar que la “legión de idiotas” nos molió a insultos, dizque por “criminalizar a los normalistas”.
A dos años —y luego de la montaña de mentiras tejida por manos perversas—, la conclusión es que los normalistas fueron desaparecidos porque algunos de ellos —sobre todo líderes, maestros y directivos de la normal—, mantenían vínculos con Los Rojos, enemigos de Guerreros Unidos.
Y es que, según declaraciones ministeriales de presuntos responsables, el crimen de los 43 fue resultado de la disputa entre dos cárteles de la droga.
Y, como saben, toda la familia Abarca —el alcalde de Iguala, su esposa y los hermanos de ésta— pertenecían a Guerreros Unidos. El grupo obtuvo favores y posiciones políticas a cambio de financiar al PRD y a la naciente Morena, de AMLO.
A su vez, Los Rojos operaban en la frontera de Morelos y Guerrero y, en repetidas ocasiones, disputaron el territorio y el negocio de la heroína a Guerreros Unidos. El choque originó el asesinato e incineración de los normalistas.
Y si lo dudan, basta revisar declaraciones de los presuntos matarifes, dada a conocer ayer por el columnista Jorge Fernández Menéndez, en Excélsior, quien cuestiona las descabelladas declaraciones de funcionarios de la PGR, al parecer dispuestos a tirar la verdad oficial e inventar otra narrativa.
Sintetiza Fernández Menéndez que el 16 de enero de 2015, Felipe Rodríguez Salgado, El Cepillo o El Terco, jefes de sicarios de Guerreros Unidos, contó que la noche del 26 de septiembre llevó a 38 o 41 “paquetes” —como dicen a las víctimas— al basurero de Cocula.
“Antes del llegar al basurero pateé a uno de los estudiantes que iba debajo de mí y le pregunté que quién los había mandado y me dijo que los mandó El Carrete (jefe del cártel de Los Rojos) de Cuernavaca y en ese momento le marqué una ‘X’ en la espalda con pintura en aerosol”.
Cuando llegaron al basurero —dijo El Terco—, “los de abajo (iban todos apilados) estaban muertos por asfixia y quedaban vivos unos 18 jóvenes”.
A su vez, Agustín García, El Chereje, detenido en octubre de 2014, cuenta que “al llegar al basurero, El Jimmy estacionó la camioneta y ambos empezamos a bajar a los estudiantes que traíamos atrás, los jalamos de los pies y los arrojamos al piso boca abajo y los cuatro (que iban en la camioneta pequeña) estaban vivos”. Enseguida, dice El Chereje, “llegó la camioneta grande y El Cepillo (El Terco), El Jona, El Pato, El Chequel, El Güereque y El Primo, así como El Bimbo y El Pajarraco, empiezan a bajar a los estudiantes que iban amontonados y estaban acostados a lo largo, unos sobre otros, boca abajo”.
Luego, “El Terco y El Pato le empiezan a preguntar al Cochiloco a qué habían venido. Y él respondió que por la esposa de Abarca… le disparan en la cabeza a unos 20 o 25. El Terco nos dice a mí y al Bimbo que empecemos a jalar los cuerpos que ya estaban muertos y los ponemos a la orilla del basurero… El Primo, El Bimbo y La Rana los agarran de pies y manos y los arrojan al basurero… a los que quedaban vivos los bajaron caminando al fondo del basurero, unos 20 aproximadamente”. Distintos testimonios de los sicarios detenidos coinciden en que éstos fueron muertos a palazos.
“Comenzamos a amontonar muchas piedras y empezamos entre todos a acarrear los cuerpos hacia el círculo y los vamos acomodando. El Terco les echa diésel o gasolina de un galón de 20 litros, les prende fuego con un encendedor y les vamos echando leña y plástico… comienzan a arder y yo —dice El Chereje— sigo juntando botellas, llantas, cualquier plástico para que no se apagara el fuego”.
Cuenta otro sicario, Salvador Reza Jacobo, El Lucas, que “le echaron relajo a El Jona y que le dijeron ‘a que te rajas Jona a comerte un pedazo de carne humana’ y El Jona agarró un pedazo de carne y se lo comió”.
Según declaró El Lucas, El Jona dijo que la carne humana “sabía buena” y El Pato dijo que “cuando se están quemando los cuerpos, huele mejor que la carne asada”.
¿Por qué la PGR teme a la verdad?
Al tiempo.