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SERPIENTES Y ESCALERAS

A pesar de que ahora la información fluye por todos lados, nadie tiene respuesta a una pregunta. Todos vemos lo que pasa, denunciamos la gravedad de los problemas, pero nos hemos acostumbrado al caos. ¿Qué va a pasar en Morelos?

La respuesta se ha vuelto cotidiana cuando se habla de política y del futuro de Morelos. Los escenarios cambian constantemente y las circunstancias que otrora advertían un suceso, hoy están totalmente rebasadas. Nadie tiene claridad de lo que va a pasar en el estado, estamos viviendo una época muy compleja, con hechos inéditos y situaciones inconcebibles en donde todos los pronósticos se vuelven posibles. Morelos atraviesa un momento muy complicado en todos los sentidos.

Nunca antes en la historia de nuestra entidad un gobierno se confrontó abiertamente con la universidad y sus estudiantes; no existe registro de un gobernador que atacara frontalmente a la comunidad universitaria y tratara de colapsar a la UAEM para provocar la caída de un rector.

Nunca antes en Morelos un gobierno emprendió una cruzada contra la iglesia católica; no hay antecedentes de un jefe del ejecutivo que acudiera al episcopado mexicano para solicitar la destitución de un obispo por considerarlo “de oposición”.

Nunca antes vimos un gobierno tan mal administrado, con tantas ocurrencias y con un gabinete lleno de familiares y amigos. Nunca antes el estado se endeudó tanto como ahora ni padeció niveles tan altos de inseguridad y violencia.

Incluso en el escenario político lo que vemos es Kafkiano: los acuerdos entre políticos no se respetan, las alianzas se rompen y los compromisos se violentan de manera recurrente. El valor de la palabra se perdió y el más claro ejemplo de ello es el hijo del gobernador: donde aparece, las cosas se descomponen.

Todo es posible en un escenario como el actual. Las manifestaciones sociales se convirtieron en una característica de este gobierno, no hay semana en la que no tengamos bloqueos carreteros, toma de instituciones y reclamos airados en las plazas públicas. Ahora hasta el gobierno bloquea autopistas para impedir el avance de los manifestantes.

Todos los sectores se están revelando; maestros, campesinos, trabajadores, transportistas, médicos y alumnos universitarios salen a las calles. Amas de casa, empleados, empresarios, comerciantes y profesionistas se quejan en sus respectivos espacios. La molestia contra la situación actual y la crítica abierta al gobernador se ha generalizado en Morelos.

Por mucho menos de lo que hoy ocurre en nuestra entidad, en otro tiempo se veían cambios sociales o golpes de timón en el gobierno. Nunca antes la crisis estatal estuvo tan marcada como ahora; en otro tiempo la inestabilidad social hacía que los políticos replantearan su actitud y los gobiernos modificaran su actuar. Hoy no pasa nada.

Jorge Carrillo Olea fue destituido luego de que la PF detuvo a dos de sus policías tratando de deshacerse del cuerpo de un delincuente al que asesinaron. Sergio Estrada fue severamente cuestionado por sus frivolidades y porque se decía que en su gobierno estaban haciendo negocios. A Marco Adame le llovieron críticas cuando trascendió que los contratos los autorizaba su esposa y era su hijo quien llevaba la voz cantante en las compras.

Hoy en Morelos no pasa nada. A pesar de las múltiples crisis que vivimos, pareciera que los ciudadanos hemos terminado por aceptar el cinismo de los políticos y los abusos gubernamentales. Desde hace varios años es vox populi que los negocios del estado se hacen a través de la esposa y el hijo del gobernador, cualquiera que viva en la entidad puede constatar el fracaso del modelo de seguridad y el incremento de los índices delictivos. A pesar de ello todos hemos terminado por aceptar dicha situación; nos acostumbramos a que todo pase y nunca pase nada.

De un tiempo a la fecha la pregunta recurrente en muchos espacios es ¿Qué va a pasar en Morelos? La acumulación de problemas, el peculiar modo de gobernar del jefe del ejecutivo y los conflictos presentes en los 33 municipios que conforman la entidad son un caldo de cultivo que en cualquier otro lugar del país provocaría acciones de resistencia social, cambios en el gobierno o intervención de la federación. No en Morelos.

Hay una respuesta recurrente a esa pregunta: ¡No lo sé! Hoy nadie se atreve a hacer un pronóstico, nadie quiere anticipar hechos ni se anima a vaticinar lo que habrá de ocurrir. Los escenarios en Morelos son cambiantes a cada momento, pero siempre para empeorar; las circunstancias económicas, sociales y políticas son cada día más complejas y no se ve por dónde se vayan a recomponer.

Las marchas contra el gobernador no tienen precedente, han roto récords históricos en número de asistentes y en ocasiones que salen a las calles; ciudadanos, campesinos, maestros, médicos, enfermeras, estudiantes y hasta la iglesia se ha manifestado en contra de este gobierno. Nada pasa.

El número de personas que pierden la vida como consecuencia de hechos de violencia tampoco tiene antecedente y hasta las denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidos por la policía están en niveles nunca antes visto. A todo eso nos hemos acostumbrado.

En el Morelos de hoy es posible que un gobernador contrate créditos por más de 5 mil millones, se los gaste y los ciudadanos no sepan en dónde quedó el dinero. En el Morelos de hoy vemos que aparecen fosas clandestinas en donde se depositan como basura los cuerpos de cientos de personas. En el Morelos de hoy las obras públicas se inauguran a escondidas y para poder rendir un informe de gobierno es necesario bloquear una autopista. En el Morelos de hoy a todo eso se le llama transparencia y visión progresista.

Todo lo absurdo está ocurriendo en Morelos. Todo aquello que en otro momento hubiera cimbrado a una administración o hecho tambalear a un político está pasando sin que existan consecuencias. Todo sucede frente a los ojos de una sociedad que observa, tuitea, pero no hace nada más porque las cosas cambien. El nivel de impunidad política y desinterés social hacia las cosas públicas tampoco tiene antecedente. Los ladrones se han multiplicado porque los ciudadanos lo hemos permitido.

Por eso es muy difícil anticipar un escenario. Lo único previsible es la caída electoral del PRD y el complicadísimo cierre de administración que vivirá Graco Ramírez. En lo único que todos coinciden es que el séptimo año de Graco Ramírez será una pesadilla para él y para su familia. La cárcel para algunos de ellos es un escenario cada vez más factible.

Hoy es imposible anticipar lo que va a pasar en Morelos. Vemos balaceras, secuestros, ejecuciones, extorsiones, manifestaciones, marchas, bloqueos carreteros, fraudes, corrupción, crisis económica, desempleo y un cinismo gubernamental como nunca antes en la historia de Morelos. Todo pasa y nada pasa.

Hasta ahora.

·         posdata

Después de la elección del 2015, la forma de entrar a Cuernavaca en una competencia electoral va a cambiar. Hasta esa fecha los partidos apostaron los lo mismo de siempre: estructuras, acarreo, compra de voluntades… y no les funcionó.

La lección que dejó la contienda en la capital a los diferentes partidos debe servir como base a los estrategas electorales. Si los partidos entendieron el mensaje, en el 2018 veremos una propuesta diferente. Explico:

A muchas personas he escuchado hablar sobre el fenómeno de Cuauhtémoc Blanco en Cuernavaca. El mítico jugador americanista apantalló no sólo a los aficionados que de un día para otro se encontraron con la leyenda del fútbol tocando su puerta, también hizo trastabillar a los viejos operadores electorales que nunca supieron enfrentar dicha candidatura.

Pero el fenómeno Cuauhtémoc Blanco estuvo (y está) más en la mente de muchos políticos que en la realidad de las cosas. Fue sorpresiva la postulación del deportista y llamativo que luego ganara la elección, pero si se revisa el número de votos que obtuvo, entenderemos que el astro del balompié está muy (muy) lejos de ser un fenómeno electoral. Es más: Blanco Bravo es uno de los alcaldes de Cuernavaca que menos votos ha recibido en la historia moderna de la ciudad.

El ejercicio de gobierno y los conflictos propios de la capital están desgastando muy rápido al presidente municipal de Cuernavaca. Amén de su novatez en política y el evidente desconocimiento de la ciudad, los problemas de una ciudad tan demandante como la nuestra representa un reto muy difícil de sortear, sobre todo cuando se vive una severa crisis económica y no hay apoyos federales para atender los temas.

Cuauhtémoc no fue un fenómeno electoral, más bien capitalizó el descrédito generalizado de los partidos y el rechazo de la sociedad a los mismos personajes de siempre. De cara al 2018 Cuauhtémoc Blanco podría buscar la gubernatura, pero difícilmente tendrá un escenario tan cómodo como el que vivió en su primera campaña electoral.

La posibilidad de que Cuauhtémoc Blanco compita otra vez y gane (en la capital o en el estado), depende de lo que hagan los demás partidos. Si el futbolista vuelve a estar en una boleta electoral y frente a él los partidos ponen a los mismos personajes gastados de siempre, es altamente probable que les vuelva a ganar.

Pero si en esta ocasión los partidos apuestan por algo diferente, alguien más cercano a la sociedad y sin antecedentes negativos, no hay forma de que un personaje como Blanco Bravo repita la hazaña electoral del 2015.

Al tiempo.

·         nota

PAN y PRI tienen la mesa puesta en Cuernavaca para el 2018. Ambos partidos pueden aprovechar la desaparición política del PRD y tomarle la medida a Cuauhtémoc Blanco, pero para ello es necesario que elijan bien a sus candidatos.

Las condiciones para que cualquiera de esos partidos den la pelea en la capital están dadas, pero no puede ser con ocurrencias ni con los mismos personajes de siempre. Quien quiera ganar el municipio capital, debe hacer un trabajo más allá de los partidos, debe conquistar la confianza del ciudadano apartidista y mostrar un rostro distinto al que hoy han postulado los partidos.

Insisto: el PAN puede ir con alguno de sus diputados locales: Norma Popoca, Alberto Mojica, Víctor Caballero o Carlos Alanís. Los cuatro tienen proyección y están caminando las calles de la ciudad. Si no es uno de ellos, PAN tendría que buscar un rostro nuevo, porque dentro de sus filas no se ve otro personaje que pueda tener las condiciones para competir con opciones de ganar.

El partido de los tres colores puede recuperar el control de la ciudad y desde ahí comenzar a construir nuevamente el bastión electoral que por muchos años tuvo ese partido en la zona metropolitana. En el PRI el escenario es similar: tienen que apostar por rostros frescos, por figuras diferentes y por candidatos que estén más cercanos de la gente que de sus siglas políticas.

El PRI puede ir con Francisco Santillán, un joven que aún sin tener formalmente las siglas del tricolor ha sido más institucional que muchos priístas. Paco ha construido base social (algo distinto a la estructura), se ha movido de manera inteligente en el municipio y a pesar de estar en una legislatura bastante polémica, se ha cuidado de no ser tan cuestionado como otros diputados. Paco es un rostro fresco que podría dar al PRI la posibilidad de ofrecer algo nuevo a los ciudadanos.

Otras figuras que también se deben observar en este espacio son Mario Chávez o Beatriz Alatriste; ambos son legisladores tricolores en la capital, los dos tienen una activa agenda social y se han cuidado de no verse cooptados por los grupos políticos de siempre.

Una opción más ciudadana en el PRI es Humberto Valverde, actual funcionario federal en la Sedatu. Humberto es parte de una de las familias más tradicionales de Cuernavaca, es un hombre preparado, con experiencia en administración pública y amplios conocimientos en materia electoral. Valverde es un profesionista que ha trascendido a las barreras del estado, que no pertenece a ningún grupo político, que ha escalado posiciones en base a su trabajo y tiene un pasado intachable.

PAN o PRI pueden recuperar Cuernavaca en el 2018, pero para lograrlo deben presentar a la sociedad algo distinto a lo que tradicionalmente han mandado a campaña.

·         post it

Algunos jóvenes políticos de distintos partidos hablan desde hace tiempo de un proyecto generacional en Morelos que vaya más allá de las siglas; refieren la importancia de prepara una nueva generación de gobernantes que, sin duda, tendrá en sus manos el futuro del estado en los próximos años.

La idea es buena, hasta el hecho de que algunos intenten incorporar a esa mesa al hijo del gobernador, actual dirigente estatal del PRD. Se trata de un espacio que trasciende a las siglas, dicen, porque tiene que ver más con un compromiso social y una visión de estado.

La idea es buena, pero para que en este espacio quepan todos los que quieren, es necesario que los participantes entiendan que la sociedad está exigiendo algo distinto de la política, no se simplemente enviar rostros nuevos con mañas viejas.

Habrá que ver hasta donde llega esa idea.

·         redes sociales

Hace unos meses troleaban al Obispo, lo acusaban de pederasta y protector de delincuentes. Hace unas semanas el troleo fue contra el rector, le llamaron ratero y dijeron que había traicionado a la universidad. Hoy el ataque es contra el presidente del congreso, le preguntan ¿dónde está el dinero? y le recuerdan aquel tristemente célebre pasaje de los caballos y las meretrices.

El común denominador en los tres casos es el origen de las cuentas que comenzaron el tuiteo.

Comentarios para una columna tuitera: eolopacheco@elregional.com.mx

Twitter: @eolopacheco www.facebook.com/Eolopachecomx

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