Ejército agredido

Al Ejército le mataron a cinco integrantes e hirieron a diez en una emboscada artera en Sinaloa, que no ha tenido respuesta enérgica de la sociedad, de la clase política ni del gobierno.
Eso habla de nuestra descomposición como cuerpo social.
Nos preocupan más los derechos de los delincuentes que los de los defensores de la sociedad.
Si los asesinados hubieran sido narcotraficantes o secuestradores, hoy tendríamos a medios de comunicación exigiendo castigo para los militares que abatieron a civiles mientras trasladaban a un herido.
Asociaciones de derechos humanos pedirían la intervención de organismos internacionales para 'una investigación imparcial'.
El gobierno ya habría gratificado a los deudos y el ahora secretario Luis Miranda ofrecería abrir cuarteles para identificar posibles agresores.
Pero como los caídos, emboscados y masacrados fueron miembros del Ejército Mexicano, no pasa gran cosa. Casi ni una línea sobre el tema, a excepción de diarios como éste y algún otro.
Nos matan a los nuestros y nos quedamos callados. Mueren los enemigos de la sociedad en combate con nuestros defensores, y se lincha en medios y redes al Ejército o a la Policía Federal.
Los defensores de la sociedad no tienen derechos humanos que alegar.
Y los delincuentes encuentran un amplio respaldo social que los defiende, como sucedió en Tanhuato, donde cayeron pistoleros que se enfrentaron a la Policía Federal en un rancho de entrenamiento de sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Los soldados que murieron el viernes en Culiacán no estaban en lucha, sino que llevaban a un herido a un hospital y fueron atacados por un convoy de camionetas blindadas y cerca de 60 sicarios.
Nadie dice nada. Nuestra escala de valores está al revés: primero se protege a delincuentes, secuestradores y asesinos, y a los nuestros se les deja, literalmente, morir solos.
Lo que vimos el viernes, con los soldados masacrados y sus vehículos incendiados, fue descrito por un colega como una imagen proveniente de Siria.
Es que el poder de fuego de los asesinos que perpetraron la emboscada era mucho mayor a la de los integrantes del Ejército.
El Cártel Jalisco Nueva Generación ya tuvo la capacidad de derribar un helicóptero de la Secretaría de la Defensa Nacional en Guadalajara.
¿Y la sociedad, qué dice de todo esto?
Ya sabemos de qué lado está un sector bastante ruidoso de la opinión pública: del lado de los criminales, porque piensan que mientras más se desprestigien los representantes del Estado, por 'ineptos' o 'criminales', más fácil será ganar en 2018.
Si los emboscan o les derriban un helicóptero, son 'impreparados'.
Y si detectan una célula criminal y abaten a sus integrantes porque presentan resistencia, entonces son 'asesinos'.
Hay una franja de la sociedad que valora el sacrificio que realiza el Ejército, pero no lo expresa ni lo defiende públicamente.
El gobierno felicita al Ejército en los discursos pero le baja casi cuatro por ciento del presupuesto. Y apapacha a 'expertos internacionales' para investigaciones sesgadas contra las Fuerzas Armadas.
Así es que pongámonos de acuerdo, pues hay dos alternativas sensatas. Una, retiramos al Ejército de las calles en un plazo debidamente anunciado, mientras se obliga a estados a preparar policías de calidad.
O dos, dotamos a nuestras Fuerzas Armadas de una ley de Seguridad Nacional, le damos respaldo presupuestal y promovemos su prestigio social.
Una u otra, pero la indefinición mata.
Twitter: @PabloHiriart