¿Qué hubieran dicho líderes y políticos de PAN, PRD, Morena y la prensa militante, si un ratero gobernador del PRI caminara por el país —como si nada— con 50 amparos a cuestas para evadir la justicia?
Seguramente el escándalo habría sido monumental y no pocos de los supuestos agraviados hubieran pedido la renuncia del Presidente en turno, exigido juicios políticos y hasta, en una de esas, instalado “un memorial” contra el gobernador ladrón, contra su partido “tapadera” y contra el Presidente en turno.
Pero está claro que, en la realidad, no existen ni el indicativo condicional del “habría” y menos el subjuntivo pretérito imperfecto del “hubiera”. Lo que existe, sin embargo, es la imaginación y la comparación.
Por eso vale comparar el ejemplo citado líneas arriba con la simulación y farsa de transparencia y anticorrupción montadas por el PAN para defender —más que para castigar— a uno de sus emblemas de las raterías en el poder.
Nos referimos, como está claro, al pillo ex gobernador de Sonora Guillermo Padrés, a quien apenas el martes 27 de septiembre citó a rendir cuentas el CEN del PAN, a pesar de que por años fueron públicas y publicadas demandas y señalamientos de corrupción, malos manejos, enriquecimiento ilícito y depredación de las arcas públicas de Sonora.
Como saben, el PAN llegó al gobierno de Sonora el 13 de septiembre de 2009 como la gran alternativa de cambio. El PRI era visto, entonces, como perro del mal en Sonora, sobre todo luego de la tragedia de la Guardería ABC. Sin embargo, desde el inicio de su gestión, Padrés enseñó uñas y dientes. Y comenzaron los señalamientos de corruptelas.
¿Por qué razón, durante todos esos años, el jefe del PAN, Gustavo Madero, y su alfil y sucesor, Ricardo Anaya, solaparon las raterías de Padrés? ¿Por qué ya como presidente interino y luego como presidente electo, Ricardo Anaya nunca hizo una sola acusación o señalamiento contra las corruptelas de Padrés?
En el PAN todos conocen la respuesta. Resulta que los jefes del PAN de los últimos años —Madero y Anaya— nunca tocaron al gobernador azul de Sonora porque era parte del proyecto presidencial de Madero, Anaya y Rafael Moreno Valle.
Y como pertenecía al grupo en el poder, las raterías de Padrés debían ser protegidas desde lo más alto del poder en el PAN. Y por eso su abogado es el ex titular de la PGR, el panista Antonio Lozano Gracia. Por eso nada se dice del medio centenar de amparos que ocultan el tamaño de las raterías de Padrés.
Y es que el tamaño de la ofensa de que un ex titular de la PGR sea el defensor del más ratero de los gobernadores del PAN y que nada digan los jefes del PAN de los 50 amparos que lo protegen es el tamaño de la podredumbre que vive el PAN.
Es una ofensa mayor para los militantes azules, para la historia del PAN, para su doctrina y para sus fundadores que Anaya haya solapado de la manera que lo hizo a Padrés. Esa complicidad desnuda una realidad que nadie en el PAN quiere ver: que Acción Nacional es un partido agusanado.
Por eso —por el tamaño de la ofensa y las corruptelas de Padrés y el tamaño de las complicidades de Anaya—, resulta candoroso que el PAN de Ricardo Anaya responda al Itinerario Político del pasado miércoles que, cuando Anaya debatió con los jefes del PRI y del PRD —donde citó el caso Padrés—, no conocía la orden de aprehensión contra Padrés.
No, señor Anaya, en el PAN han solapado a Padrés durante seis años; lo solapan hoy y hasta lo encumbran.
Y es que si lo citaron a comparecer al partido, es porque saben su domicilio y conocen su ubicación.
Y podrán decir misa el PAN y el señor Anaya sobre una supuesta lucha anticorrupción, pero los hechos muestran que el PAN es un partido agusanado.
Al tiempo.