Naufragio político en Morelos
Un desgobierno encabezado por Graco al que nadie le cree nada y lo repudia; un Congreso local en absoluto representativo de los intereses sociales; un Poder Judicial que ha quedado a deber frente al enorme clamor de justicia de la sociedad; la autoridad de la capital del estado tambaleándose porque gobierna de la patada; el resto de los municipios sojuzgados por el tlatoani estatal y en bancarrota; los partidos políticos despellejándose en sus luchas internas, así como el creciente hastío y crispación de los sectores sociales nos dan cuenta del naufragio político al que ha volcado Graco Ramírez al Estado de Morelos en sólo cuatro años.
Y lo que falta…
Ahora, el desgobernador pretende pasear su triunfalismo por las distintas zonas de la entidad con microinformes regionales a los que los escasos incondicionales y acarreados, bajo fuertes dispositivos de seguridad que ya quisiera la gente para sí, a fin de no ser víctima de la delincuencia, dan cuenta también de que sólo de esa manera el infortunado titular del Ejecutivo estatal puede salir a las calles… Cuando se digna estar en Morelos.
Acaso sea una proyección del desastre político personal con la que va camino de terminar su carrera el inquilino de Palacio de Gobierno, que no pudo hacerse de un sitial privilegiado en la dirigencia nacional del Partido de la Revolución Democrática, que mucho menos será candidato presidencial y que incluso tampoco será postulado a algún cargo de elección popular que le garantice impunidad porque no tuvo la “visión” de prever que Miguel Ángel Mancera se haría del partido del Sol Azteca y que, en su momento, Graco no lo respaldó políticamente en los enfrentamientos álgidos con el gobierno federal y del Estado de México como los de la contingencia ambiental.
Los senadores perredistas también le han vuelto la espalda públicamente y piden revisar su gestión y, en su caso, llamarlo a cuentas. También le han dado una lección al decidir, de forma personal, sin imposición sobre el resto de sus compañeros de cámara o hacerlo extensivo a otros ámbitos de los cargos de representación popular, renunciar al fuero constitucional. Y Graco, que le gusta andar a la moda y que se dice de izquierda, ¿hará lo propio para que, al fin, pueda ser llamado a cuentas sin los privilegios de una investidura ni su influencia nefasta sobre los otros poderes en la entidad?
El problema del fracaso político de Graco Ramírez como desgobernador es que ha arrastrado a toda la entidad en su caída, sembrando el caos, el descontento, la ineficacia, la inseguridad, el descontento social, desde que llegó a la entidad a mediados de los noventa.
A cambio, sin embargo, nuestra entidad ha sabido aprovechar ese descarado divorcio con el gobernante, así como la orfandad en la canalización de los intereses de las mayorías que debieran significar los partidos, para experimentar un despertar inusitado.
No olvidemos que, lamentablemente, aún le quedan dos años y que desesperadamente intentará consumar los negocios que le faltan, que se empecinará en dejar sucesor, que querrá incluso influir en el órgano público electoral local –en donde algunas posiciones están por renovarse al cumplir sus ciclos- y que, más allá de todo eso, buscará la impunidad absoluta.
Que el fracaso político de Graco no sea transexenal…