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CASOS Y COSAS DE MORELOS

 
 

 

 

Redacción | Sergio Dorado
2016-10-11

Ninguna diferencia hace la figura de Cuauhtémoc Blanco Bravo, presidente municipal de Cuernavaca, con la de cualquier político del aparador mexicano. Todos, prácticamente sin excepción, son corruptos y mentirosos. En la precampaña de 2015, aseguró que el propósito que lo movía a mudar su actividad del futbol a la política era su preocupación por la gente más necesitada. Que él provenía de ese estrato, y por ende, conocía bien las adversidades y carencias de la mayoría de la gente de Cuernavaca. Que contaba con suficiente capital personal como para tener que robar erario público, Y con ese discurso populachero ganó los votos suficientes para poder expresar ufano, una vez obtenido el triunfo, “me los chingué”.

            Desde la precampaña se hablaba de irregularidades que pudieron impedir aspirar a la alcaldía de Cuernavaca. Se cuestionaba, por ejemplo, su residencia, la cual todo mundo sabía era totalmente fantasma, pues nadie nunca lo vio ni por accidente en algún lugar de la ciudad. Se hablaba desde entonces también de haber recibido 7 millones de pesos por un arreglo político mercantil con el Partido Social Demócrata cuya propiedad, todo mundo sabe, es de los hermanos Yáñez. Nadie, sin embargo, refutó la candidatura con la contundencia derivada de las corruptelas de los hermanos Yáñez y las del mismo ídolo de la patada.

Todos se fueron con la hábil cuauhtemiña de que su candidatura era una especie de broma picaresca que jamás prosperaría. Incluso Jorge Messeguer Guillén, opulento delfín del gobierno perredista entronado en la gubernatura morelense, hizo reclamos tan enclenques que poco eco tuvieron ya bien en la clase política guayabera o en la sociedad morelense, embobada por la fama del ídolo de la esperanza. Tan seguro estaba el perredista de un triunfo regalado que pensó que con un discurso “serio” y con las alforjas repletas de dinero, lo cual ostentó a lo largo de una campaña sin ángel y sin credibilidad, dejaría fuera de la jugada al ñero de Tepito. A él y a muchos, sin embargo, les salió el tiro por la culata y Cuauhtémoc alcanzó el triunfo final, enviando al ricachón candidato perredista a un vergonzoso cuarto lugar. Victoria que, desde luego, quien más celebró fueron los inventores del títere.

            El 30 de diciembre del 2015, luciendo un traje formal y bien fajadafinalmente la camisa, Cuauhtémoc Blanco tomó protesta como presidente municipal de la ciudad de Cuernavaca. “Yo soy un ciudadano que estará cerca de ustedes, un presidente que se partirá el alma para rescatar a Cuernavaca de la crisis en que está. Algunos dijeron que no íbamos a estar, que nos íbamos a rajar pero hoy estamos aquí” –ordenaron los hermanos Yáñez al futbolista expresara en el discurso del magno evento.

            Cerca estamos del segundo año de gobierno municipal y la gestión del presidente ñero luce peor que antes. La ciudad está hecha un asco, un basurero a cielo abierto que no solamente da una imagen horrible sino nauseabunda tanto a los habitantes como a los turistas que visitan la tierra tlahuica. Las calles parecen haber sido cruelmente bombardeadas por terroristas yihadistas, dejándolas con caries, hoyos y cráteres que afectan sobremanera los vehículos y movilidad de los ciudadanos cuernavacenses. Y esta condición, con los recortes que vienen para el próximo año, será aun peor.

            Lo más lamentable del presidente municipal, sin embargo, es su propensión a la corrupción y la mentira. En las redes sociales circula el contrato por 7 millones de pesos presuntamente firmado por Cuauhtémoc Blanco para contender, en el 2015, por la alcaldía de Cuernavaca. Si la firma no es falsa, al menos se parece mucho a la del futbolista, y bien ameritaría un estudio profesional grafológico para descubrir la verdad, para que la sociedad pueda confirmar la clase de ñero que cobra 70 mil pesos mensuales en el edificio del “Papagayo”. Incluso más insultante a la ciudadanía es el hecho de incluir en el contrato cláusulas en las que el contratado se compromete a ser cordial y carismático con las personas, saludar a la gente de mano y de beso a las mujeres, tomarse fotos y repartir autógrafos ilimitados. Y esto no es más que prostitución política. ¿O de qué podría llamarse?

            Por otro lado, el cinismo eimbecilidad de los hermanos Yáñez, quienes orquestaron toda esta farsa, no tiene límites. En su proceder no se vislumbra pizca de dignidad alguna, entendiendo ésta como el respeto a sí mismo. Al quedar separado Roberto Yáñez de la secretaría más importante del gobierno municipal, su venganza es tan cínica como el hecho de confesarse tan corrupto como Cuauhtémoc Blanco. El susodicho hizo el trato contractual con el futbolista, de quien presumía virtudes de dios azteca, pero una vez rota la relación, no tiene empacho de embarrar su propia dignidad con tal de poner zancadilla a una “Águila que Cae”.

            Roberto Yáñez acusa de abusivo a Cuauhtémoc Blanco por haber cobrado, además de los 7 millones del contrato, un millón adicional para gastos personales, un par de departamentos de lujo en una zona “bien” de Cuernavaca, descomunales pantallas de plasma, bebidas alcohólicas y camionetas de lujo, entre otras cosas de ostentación similar. Y el dueño del PSD lo hace con tal desfachatez ante las cámaras que uno se queda atónito al ver esa especie de kamikaze guayabero. ¿Acaso Roberto Yáñez no sabe que le agarró la pata a la vaca?

 

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