2018: Nadie es
confiable (I)
En los altos círculos del poder circula una encuesta privada que hace la pregunta: “¿Qué tanta confianza le inspira…?” A continuación se colocaron los nombres de 10 personas que tienen aspiraciones a la presidencia de México, incluido, en ese entonces, el defenestrado secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y por una razón que no explica el estudio, excluido el entonces secretario de Desarrollo Social, hoy titular en la cartera de finanzas públicas, José Antonio Meade. En la lista están todos los precandidatos presidenciales para 2018 que se mencionan en la prensa, y revela que no hay nadie en el horizonte electoral que inspire confianza suficiente para que dirija el destino del país.
Aunque los márgenes entre unos y otros son muy amplios, todos se encuentran en el lado negativo de la tranquilidad del mexicano. Los datos son interesantes si se analiza el contexto del resultado, porque permite establecer escenarios para lo que vendrá en un año y medio. Veamos:
1.- Los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el exsecretario de Hacienda, Luis Videgaray, recibieron una puntuación negativa de 47 puntos –menos 47, para que se vea más gráfico–, mientras que el secretario de Educación, Aurelio Nuño, obtuvo una nota baja de menos 43 puntos. Los tres tienen la característica de ser quienes más expuestos han estado a la opinión pública, al haber formado, como parte del diseño de gobierno en Los Pinos, la presidencia tripartita, que es en la que se recargaba el presidente Enrique Peña Nieto para tomar todas sus decisiones.
Los tres fueron durante la primera parte del sexenio los creadores, negociadores, ejecutores y responsables de las políticas que, en muchos casos, como se vio con el tiempo, imponían sobre Peña Nieto, quien aprobaba las acciones y los dejaba hacer. Muchas de esas decisiones le han causado niveles de desaprobación históricos, por lo cual el reflejo de la falta de confianza en ellos tres puede adjudicarse a que se han hundido junto con su jefe, el inquilino de Los Pinos. Se podría plantear que cualquiera de ellos sería calificado con justa razón como el 'candidato de la continuidad', al que se asociarían los negativos y positivos del presidente.
2.- ¿Qué tanto la imagen de cercanía con Peña Nieto afecta a un político? Esta proposición podría analizarse a través del prisma del gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, quien es el peor evaluado. Sólo 8.0 por ciento dice tenerle “mucha/muchísima confianza”, mientras que 64 por ciento “poco o nada”, lo que hace un balance, con las opiniones de “regular”, de un saldo negativo de 56 puntos porcentuales. Ávila ha convertido al Estado de México en un santuario para Peña Nieto, quien cada vez que ha sido duramente criticado o enfrenta problemas de imagen, corre a sus tierras mexiquenses para ser abrazado. En su caso, podría no relacionarse esa falta de confianza directamente con la cercanía a Peña Nieto, si para cruzar estos datos –la medición no los precisa– se analiza junto al resultado de Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Mancera tiene un balance de menos 34 puntos, el peor registrado dentro de los precandidatos de oposición, pero muy lejos de los negativos de los priistas, salvo el del secretario de Agricultura, José Calzada. Durante la primera parte del sexenio de Peña Nieto, Mancera se convirtió en una especie de dama de compañía, acudiendo a todo evento presidencial a donde fuera invitado. Después de la derrota electoral del PRD y su gobierno en las elecciones federales del año pasado, cuando Morena se convirtió en la primera fuerza electoral capitalina, Mancera comenzó un proceso de alejamiento de Peña Nieto, que se ha notado en los últimos meses al enfrentarse temáticamente contra los secretarios de Medio Ambiente, Salud, y recientemente Hacienda, al tiempo que dejó de ir a la mayoría de los eventos presidenciales.
Si la cercanía con Peña Nieto fuera el negativo predominante en la calificación de Ávila, también tendría que serlo con Mancera. Es más probable que el principal rechazo al gobernador tenga que ver con su gestión, particularmente en seguridad, que es donde los resultados son menos alentadores y la crítica más sistemática. Una variable que apoyaría que la cercanía a Peña Nieto, en su caso, no es el detonador de la desconfianza, es el balance de Calzada, menos 21 puntos, por mucho el mejor calificado de los priistas.
Calzada ha tenido una alta presencia en medios desde que asumió el despacho de Agricultura hace más de un año, luego de que como gobernador de Querétaro perdió la elección ante el PAN. Una explicación, rebatible por supuesto, es que entre el electorado aún no ven como presidenciable a Calzada, por lo que el balance de “mucha/muchísima” confianza de 29 por ciento, entre dos y cuatro veces más positivos que el resto de sus colegas priistas, compensa la desconfianza del 50 por ciento de los encuestados, que entra en el perímetro normal de rechazo a los hombres de Peña Nieto.
La lectura general sobre los precandidatos priistas es que sus posibilidades de transmitir mensajes positivos al electorado y persuadirlos que voten por alguno de ellos aparece hoy muy difícil. La desconfianza es monumental, comparada con la que registraron precandidatos como Margarita Zavala, del PAN, o Andrés Manuel López Obrador, de Morena, y bastante lejana a la que registraron el líder del PAN, Ricardo Anaya, y el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, de quienes se hablará en una siguiente columna.
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