¡Baraja nueva!
Porque con el juicio con que juzgan, serán juzgados; y con la medida con que miden, serán medidos (Mateo 7:2)
Durante muchos años he disfrutado una buena jugada de naipes, me da lo mismo que sea con esos de tipo español, con los que se juegan los conquianes y los albures, que con aquella de cartas plastificadas, con la que se juega el póker. No soy bueno ni con una, ni con otra, pero en todos los casos soy necio y creo que en la próxima gano.
Hace muchos años en Tijuana, seguramente unos 15, cuando empezaba a asomar el sol, para anunciar el nuevo día, me encantaba gritar: ¡Baraja nueva!, los últimos tres; gane o pierda… ¡me voy! Acomedido el anfitrión, sacaba las nuevas cartas, pero yo ni jugaba tres, ni ganaba y ni me iba.
Lo anterior lo recordé hoy, cuando en el marco de la visita del presidente del comité nacional del PRI, Enrique Ochoa fueron muchos los que acudieron, pocos los que entraron y menos, los inconformes que quieren que las cosas se hagan como ellos dicen, porque así se van a ganar y a recuperar la fortaleza perdida de ese partido. Aquellos que cuando están en cargos de partido o conseguidos por él, olvidan que las posiciones son pasajeras, casi efímeras.
Los soberbios de ayer, los que azotaban la puerta en la nariz de sus mayores y, desde luego, permitían la entrada sólo a los suyos, gritonearon hoy a las puertas del feudo don Héctor Morales Béjar. Querían entrar para dar quejas, ofrecer fórmulas ganadoras y denostar a los de al lado.
No consiguieron ni lo uno, ni lo otro, por una sencilla razón, se niegan a entender que su momento terminó hace muchísimos años, cuando el PRI se desmoronaba y buscaron sombra en otras ramas. Hoy quienes entraron a saludar a Enrique Ochoa, fueron los que vienen con el milenio y algunos más que, disciplinados, en las buenas siempre y en las malas, algunas veces, siguen casi firmes, casi leales a su partido.
Contra lo que muchos esperaban, el dirigente del tricolor fue suavecito, casi delicado en el manejo de las cosas. Vino a convocar a la unidad y sí, habló de la renovación del comité estatal, lo malo es que ha encargado a su delegado en la entidad, Fernando Charleston Hernández, cómplice en el desvío multimillonario en que incurrió el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, se parte de los trabajos de renovación de la estructura tricolor local.
Por cierto, lo que hay que reconocer es que Rodolfo Becerril, el todavía presidente del tricolor, es un viejo habilidoso, oportunista y camaleónico, al que se colocó en la dirigencia local de manera temporal y, mire usted, ya lleva tres presidentes del nacional, César Camacho, Manlio Fabio Beltrones y, ahora, Enrique Ochoa.
Hay que destacar la presencia en ese evento del diputado, Francisco Moreno Merino (parte del grupo que llevó a Enrique Ochoa a la posición que hoy ocupa), así como de los ex presidentes del tricolor,Laura Ocampo Gutiérrez y Luis Manuel González Velázquez y del desprestigiado y ninguneado Amado Orihuela Trejo.
El que llevó porra, fue la pave, como llaman en su región, por allá por Tetecala, al diputado local Alberto Martínez, uno de los aspirantes a dirigir el comité estatal; el otro, no sé si todavía lo sea, es el diputado federal Matías Nazario que, desde luego, también por ahí anduvo.
La impresión que tengo de esta visita de Enrique Ochoa a Morelos, es que con todo y la ¡baraja nueva!, nada va a cambiar, el PRI no va a ganar y tampoco nadie se va a ir.
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