* EL ALCALDE Y SUS DISLATES
Muchas cuartillas se han escrito para analizar los factores por los cuales el ex futbolista Cuauhtémoc Blanco incursionó en la política como candidato del Partido Social Demócrata (PSD) a la presidencia municipal de Cuernavaca. De manera legítima y arrasadora, el tepiteño se levantó con la victoria el 7 de junio de 2015 y el 1 de enero del presente año tomó posesión como jefe del gobierno capitalino. Siempre he sostenido que el fenómeno del “Cuauh” metido con calzador a la actividad política y partidista local debe analizarse a partir de una interpretación simbólica donde tienen relevancia el futbol y la creación de ídolos a través de los grandes medios de comunicación. Para tener una aproximación a lo sucedido vayamos a dos obras.
Por un lado tengo el ensayo “La Psicología de las Masas… Hoy”, elaborado por Jordi Busquet Durán, doctor en Sociología por la Universidad Ramon Llull (Barcelona, España), donde analiza el fenómeno de los fans e ídolos mediáticos, su evolución conceptual y génesis histórica. Y por otro utilizaremos “La Era del Futbol” (Editorial Sudamericana, Argentina, 1998), del sociólogo e historiador Juan José Sebreli (Buenos Aires, 29 de diciembre de 1930). Busquet Durán desglosa tres tipos de fama presentes en la sociedad mediática. En la primera se ubican quienes ocupan cargos de responsabilidad relevantes y configuran una élite del poder. Es una categoría de personajes cuyos comportamientos y decisiones influyen o pueden influir decisivamente en la vida de la comunidad.
Curiosamente, muchos de estos personajes influyentes en el ámbito de la economía o la política tienden a alejarse de la primera línea de la vida pública y ceden el protagonismo a una nueva “élite del éxito social”. En segundo lugar (el de mayor importancia para comprender el fenómeno de Cuauhtémoc) existen personajes que destacan en los campos del arte, la ciencia, el deporte y el espectáculo que, a pesar de no tener ningún poder real, sí consiguen un protagonismo mediático creciente y pueden convertirse en modelos de referencia para una parte de la ciudadanía. Se trata de la élite sin poder. “En una sociedad de tipo industrial, junto al poder efectivo de las élites religiosas, políticas, económicas, se ha ido perfilando la función de una élite irresponsable, compuesta por personas cuyo poder institucional es nulo, y que por tanto no están llamadas a responder de su conducta ante la comunidad, y cuya postura sin embargo se propone como modelo influyendo en el comportamiento”.
Finalmente aparece, al lado de la fama de los personajes notorios ya mencionados, “otro tipo de reputación asociada a las personas ‘normales’ o relativamente normales que son (re)conocidas simplemente por su presencia más o menos continuada en los medios. Es lo que podríamos llamar la ‘fama igualitaria’ (…) cualquier individuo, sea de la condición que fuese, puede volverse famoso sin haber hecho, necesariamente, nada extraordinario (verbigracia el show Gran Hermano o ciertos personajes en Facebook)”.
Ahora vayamos con Juan José Sebreli, quien hace una brillante descripción sobre los hinchas. Todos sabemos que un hincha es el partidario entusiasta o fanático de alguien, especialmente de un equipo deportivo. Chequen lo siguiente a fin de verificar si quienes votaron a favor del “Cuauh” lo hicieron emitiendo un sufragio emocional, hastiados por los partidos políticos, ante el discurso de “ciudadanización” del americanista y en contra de los funcionarios públicos. A mí me parece que son quienes hoy todavía simpatizan con el “Cuauh” y le piden autógrafos o fotos cada vez que los visita. “El hincha no razona, pues se limita a su club. Es realmente un dogmático. Cree porque cree (…) Su raciocinio rudimentario escapa a la gravitación de otra fuerza que no sea su ciega pasión por su club. Frente a la realidad formulará las consideraciones más pueriles y absurdas para sacar adelante sus tesis siempre favorables a su pasión. El hincha es un individuo atormentado por su falta de identidad, por el débil sentimiento de continuidad y mismidad de su yo, por la incompleta organización de su personalidad (…) A través de un confuso e indefinido yo trata de encontrar una relativa estabilidad identificándose con alguna imagen del mundo circundante: el equipo de futbol”. Hasta aquí la referencia teórica.
Y dentro de este contexto de “barra brava” se desarrolló intelectualmente nuestro presidente municipal, quien a partir del 1 de enero de 2016 comenzó a tener sobre su espalda el peso de una ciudad tan conflictiva como la nuestra. Siempre advertí que el alcalde sería sustituido tarde o temprano por alguien capacitado para tratar con otros “hinchas”, es decir con los fanáticos de la política local. Durante pocos meses ese “alguien” fue Roberto Yáñez Moreno, quien era secretario del Ayuntamiento, cesado por el “Cuauh” debido a presuntos actos discrecionales y porque se peleó con José Manuel Sanz Rivera, antiguo gurú deportivo de Blanco y hoy secretario técnico del Ayuntamiento. Él es ahora el mandamás en la comuna… encima de la operación política que pudiera concederle a Guillermo Arroyo Cruz, secretario del gobierno municipal. Lo más importante de la administración es decidido por Sanz.
En definitiva, Cuauhtémoc Blanco Bravo no sabe nada con respecto a la administración pública, carece de nociones jurídicas, no es apto para la negociación política, es nadie en las sesiones de Cabildo y solo sirve para tomarse fotografías cuando alguien se lo solicita. Cada vez que los insistentes reporteros cuernavacenses lo presionan, debido a su pésimo discurso comete dislates e incurre en eventuales omisiones de cara a la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos de Morelos, como lo acaba de demostrar cuando fue cuestionado sobre la inseguridad pública en el centro citadino, particularmente en la calle Morrow, cuyos comerciantes llevan dos cierres de cortinas debido a la falta de vigilancia y el exceso de robos. Lacónicamente, Blanco Bravo dijo: “Sobre eso (la seguridad pública) pregúntele a Capella. Él es el encargado”. Craso error del tepiteño, quien hasta 2015 era residente de un lujoso fraccionamiento sito en la Angelópolis de Puebla.
Una vez más, Blanco se puso de a pechito, pues cualquier pasante de derecho sabe que como presidente municipal está obligado a preservar la seguridad de Cuernavaca, según se lo ordena el artículo 115 constitucional. Es cierta la existencia de un convenio con el Mando Único de Morelos para permitirle la operación de la fuerza policíaca, pero también es verdad que no puede lavarse las manos al 100 por ciento tal como lo hace. Está incurriendo en responsabilidad administrativa y quizás cometiendo el delito de obstrucción de la justicia tipificado por nuestra legislación penal. Pero, en fin. Al ídolo futbolístico lo quieren los “hinchas” locales y le perdonan sus aberraciones. Por eso se dio el lujo de mandar a la fregada al diputado federal panista Javier Bolaños, presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados en lo tocante a la gratuidad en estacionamientos de plazas y tiendas comerciales.
Cambiemos de frecuencia. Se hizo realidad la determinación de los diputados de obligar a firmar a cientos de trabajadores del Congreso local su renuncia “voluntaria”. Desde temprano corrió como reguero de pólvora la noticia que mereció coloridos epítetos de propios y extraños, cuestionando una vez más la posición de los legisladores, cuyo silencio con relación a la crisis económica por la cual atraviesa el Legislativo ha dado pie a numerosas conjeturas en las que por regla general los asumen cómplices y beneficiarios de malos manejos del dinero del Congreso. El caso es que no hay lana y los paganos serán los trabajadores de confianza a quienes se les hizo renunciar y se les mantiene en la incertidumbre con relación a su destino.
Los obligaron a firmar como condición para cobrar su más recientes quincena, y eso proyecta en sentido negativo a los legisladores comandados por la priísta Beatriz Vicera Alatriste, quien en las primeras horas de la mañana intentó tapar el sol con un dedo, exhibiéndose como mentirosa al decir que los trabajadores no estaban siendo obligados a firmar, como se vio en el video de una entrevista difundida en redes sociales. Pero habla mal, en general, de una institución que por falta de talento u otros dislates no pudieron manejar con tino las finanzas del Poder Legislativo, al cual le fueron asignados 450 millones de pesos. Este asunto amenaza con escalar.