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PUNTO Y APARTE

Punto y aparte 03-Nov-2016

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* ¿BLANCO BRAVO TIRA LA TOALLA?

Estoy seguro de que cuando Cuauhtémoc Blanco Bravo, alcalde cuernavacense, observa los retratos de sus antecesores en el Museo de la Ciudad, solo identifica a Manuel Martínez Garrigós (2009-2012) y Jorge Morales Barud (2012-2015). El primero le ayudó a levantarse con la victoria en el proceso electoral de 2015 y el segundo le otorgó gran deferencia institucional y política durante la transición del gobierno municipal. Sin embargo, el ex futbolista los traicionó. Pero esa es otra historia. Hoy quiero recordar el nulo conocimiento que Blanco demostró al comenzar la campaña preelectoral, al erigirse como presidente municipal electo y cuando tomó posesión de su cargo constitucional el primero de enero de 2016. Infortunadamente para la capital morelense y sus moradores, el alcalde se mantiene sumido en la más completa ignorancia.

Cuauhtémoc Blanco exhibió ese desconocimiento al nombrar a su primer equipo de colaboradores, para lo cual confió en Roberto Yáñez Moreno, quien fue el primer secretario general del Ayuntamiento. El ídolo futbolístico que se alquiló para ser candidato del PSD a la alcaldía y triunfó en los comicios de 2015, resultó incompetente siquiera para “palomear” las designaciones. Y a escasos nueve meses de iniciada la administración municipal hemos visto el desfile de muchos, muchísimos funcionarios… que no han dado una, aunque varios demostraron en tan corto lapso el tamaño de su rapiña. Esa imposibilidad para conocer personalmente a un número suficiente de individuos que pudiesen ser sus colaboradores en las posiciones relevantes, provocó la crisis orgánica padecida por todo el Ayuntamiento. El gobierno citadino se caracteriza por la debilidad institucional. Para colmo de males, Blanco Bravo no manda, sino quien ha sido su guía moral y deportivo a lo largo de varios lustros: José Manuel Sanz Rivera, secretario técnico de la comuna, insertado ya entre los nuevos ricos generados por la gestión administrativa del “Cuauh”.

Sin temor a equivocarme puedo asegurar que Blanco pasará a la historia como el presidente municipal de Cuernavaca que mayor dificultad tuvo para nombrar a sus colaboradores, partiendo de su propio criterio y no considerando las recomendaciones de sus más cercanos colaboradores. Aquí deseo sumar otro factor de ineptitud en torno al multicitado personaje: nunca tuvo referentes como residente de Cuernavaca antes de que fuera presentado por el PSD en enero de 2015 como candidato a alcalde. Era imposible, pues vivía en una zona residencial de Puebla conocida como “Angelópolis” (cerca de Cholula). Recuerdo cuando lo entrevisté por primera vez en febrero de 2015. Su más cercano cancerbero (Sanz Rivera) me entregó una hoja conteniendo los temas censurados, es decir cifras, nombres de colonias y calles, datos históricos sobre la ciudad, presupuestos, demografía, leyes, etcétera. Y sí podía preguntarle cosas inherentes al lado humano, a su historia como futbolista, a su desarrollo en Tepito, etcétera. Todo lo antes dicho nos hace comprender las causas por las cuales “Cuauh” ha sido el títere de otros. La mera verdad, por dignidad debería separarse del cargo.

Por cierto, hoy quiero recordar a algunos presidentes municipales de Cuernavaca, cuyos retratos se encuentran en el Museo de la Ciudad. Lo haré sin cronología, tal como los recordamos: Felipe Rivera Crespo, Ramón Hernández Navarro, David Jiménez González, Porfirio Flores Ayala, José Castillo Pombo, Sergio Figueroa, Eloísa Guadarrama, Julio Mitre Goraieb, Luis Flores Ruiz, Alfonso Sandoval Camuñas, Sergio Estrada Cajigal, José Raúl Hernández Avila, Adrián Rivera, Jesús Giles, Sara Olivia Parra, Manuel Martínez Garrigós y Jorge Morales Barud.

Desde que inicié mis actividades periodísticas en 1973 casi todos los antecesores de Morales Barud y él mismo carecieron de buenas relaciones con los gobernadores en turno. David Jiménez no tuvo apoyo de Rivera Crespo (1973-1976); Porfirio Flores Ayala (1976-1979) no fue bien visto por Bejarano; José Castillo Pombo recibió relativo respaldo de ALB, pero fue poco lo que hizo por la ciudad; luego vino Sergio Figueroa Campos (1982-1985), cuyo paso por el ayuntamiento fue mediocre, sin el apoyo pleno de Lauro Ortega; Juan Salgado Brito llegó después (1985-1988), y fue apuntalado por Don Lauro; en 1988 entró Julio Mitre, cimentado por Riva Palacio, lo cual se reflejó en cierta mejoría de Cuernavaca, escenario que se repitió en 1991 con Luis Flores Ruiz; llegó 1994 con Alfonso Sandoval Camuñas, más o menos respaldado por Jorge Carrillo Olea. Fue un trienio exitoso y hasta se consideró a Sandoval Camuñas con posibilidades de ser el siguiente gobernador, pero la muerte los sorprendió, muy joven, siendo diputado federal.

En 1997 arriba Sergio Estrada Cajigal, quien gozó la reforma federalista decretada por Ernesto Zedillo, disponiendo de un magnífico presupuesto que le permitió dar a la ciudad el mantenimiento no recibido durante trienios anteriores y la construcción de nuevas vialidades. Del Ayuntamiento brincó a la gubernatura. Pero Estrada no respaldó adecuadamente a José Raúl Hernández Avila, ni tampoco a Adrián Rivera, a pesar de que ambos eran de su mismo partido. Jesús Giles (2006) no tuvo suficiente apoyo de Marco Adame, y en 2009 llegó Manuel Martínez Garrigós, quien tampoco gozó la simpatía de MAC. Sin embargo, Manuel pudo conseguir un crédito que le permitió margen de maniobra, aunque salió cuestionado por el manejo del empréstito. Morales Barud llega en 2012 sin el apoyo pleno de Graco, quien ha realizado obras en Cuernavaca bajo los auspicios del gobierno estatal y federal. Y en enero de 2016 aterrizó el “Cuauh” enfrentado con el titular del Poder Ejecutivo, aunque ese escenario se modificó posteriormente. Insisto: han transcurrido nueve meses desde el advenimiento de Blanco Bravo en la titularidad del gobierno municipal, periodo saturado de sobresaltos y la posibilidad de que el ex futbolista sea separado del cargo por haber cometido delitos electorales. Por dignidad, debería solicitar licencia para dejar el puesto de manera definitiva. A ver.

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