Gobierno insensible e incapaz
No se tiene un hijo para verlo morir a manos de delincuentes…
No se lo educa para ir a la defensiva, tanto de los maleantes como de la propia policía...
Las buenas maneras con las que los educamos no sirven frente a quien porta un cuchillo, un arma de fuego que no duda en accionar, por ambición, por conseguir lo que sus adicciones mandatan ya en la locura…
Frente a eso no sirven la educación, ni llevar una Carta Magna bajo el brazo, acaso tampoco la Biblia. Igual, el delincuente, el policía, no razona, no lo piensa: secuestra, mata…
Y los hijos que no formamos en ese mundo hoy cotidiano de locura y crimen sucumben, dejándonos un vacío inmenso, por la fe que pusimos en ellos, la ilusión, la esperanza de que tuviera mejor preparación y futuro que sus padres.
Primero el golpazo… La vida ya no vuelve a ser la misma, no lo será jamás…
Después, la impotencia, la rabia, no sólo contra quienes privaron de la vida a lo más preciado que tenemos, sino contra las autoridades.
La indignación… Por la indolencia, por la simpleza, por lo reduccionista, por la insensibilidad, por lo frío y deficiente de las respuestas de las autoridades, empezando por la del desgobernador.
Y la ira de los padres, por las especulaciones, que no investigación, realizan las autoridades, pretendiendo insinuar acaso que en algo turbio estaban metidos cuatro estudiantes de un plantel dependiente de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Esos padres más de una vez habían visto de cerca la acción del crimen organizado no por su involucramiento, sino porque esa es la constante en una entidad que nos bombardea con un alarde de cifras y palmadas de hombro con otros funcionarios públicos federales igualmente indolentes frente a los desaparecidos, los asesinados, los que fueron secuestrados, lo que ya no regresaron a casa…
Ahora, como alguno de esos padres afirma, les toca ser protagonistas de este drama…
Y de un impersonal y ya hasta redactado en machote mensaje en redes sociales del desgobernador, a la presencia de quienes presiden el Alma Máter de la escuela en que estudiaban estos cuatro amigos, hay un abismo de distancia, porque el primero ya está acostumbrado a las rayitas del tigre, aunque ya no le quepan más…
La desesperación también, porque estos padres dolientes a los que se les fue un pedazo de vida con sus hijos, bien saben que el número de casos de crímenes, secuestros y desaparecidos, de asesinatos resueltos en esta entidad es nimio, pobre, dudoso… Entonces, ¿qué esperanza al menos hay de justicia para quienes privaron de la vida a los jóvenes estudiantes?
El precio de sólo tener una policía que se utiliza para reprimir a los que se oponen a los negocios propios y de los cuates y sus megaproyectos radica en que son incapaces de prevenir, sobre todo prevenir, que cosas como esta no ocurran. Y menos para atrapar a los responsables.
¿Cuántos muertos, cuántos secuestros, cuántas fosas comunes más necesita Graco para reconocer que su modelo no funciona, que la indolencia de su gobierno frente a una sociedad que no ve ni oye son indignantes?
¿A quién de los nuestros necesitamos perder ahora para ya poner freno a la barbarie que vivimos, con un desgobierno que sólo sirve para sus intereses?
Sigo insistiendo en que necesitamos organizarnos como sociedad para impedirlo…