Incrédulos
"Me disculpan; voy a ver a mi chiquita". Así les dijo en el restorán aquel tipo a sus amigos al tiempo que se levantaba para retirarse. Le indicó, atento, el mesero: "El baño está al fondo a la derecha"... Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, salió del banco donde tenía sus inversiones. En la calle fue abordada por un astroso pordiosero que le pidió con gemebunda voz: "Una limosna para este pobre que alguna vez fue rico igual que usted". Le preguntó doña Panoplia: "¿Cuánto hace que fue usted rico, buen hombre?" Respondió, triste, el pedigüeño: "Hace dos esposas"... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, convenció finalmente a Dulciflor, joven doncella, de que le hiciera dación de la presea de su doncellez. El entregamiento tuvo lugar en el Motel Kamagua, preferido por el salaz sujeto porque a sus huéspedes les regalaba un peine. Al terminar el episodio coital Dulciflor le preguntó a Afrodisio, ilusionada: "Cuando nos casemos ¿me harás el amor como me lo hiciste ahora?" "Y hasta mejor -respondió el lúbrico galán-. Siempre me excita mucho estar con la mujer de otro hombre"... Hacía bastante tiempo que no tenía yo un diferendo con doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías y guardiana de la moralidad. Ayer, sin embargo, sometí a la consideración de la señora el chascarrillo que viene al final de este espacio, y su lectura le causó un accidente convulsivo que la dejó imbele en su lecho. Le aparecieron en la cara unas extrañas crústulas que su médico de cabecera le trató con té de palqui, potente planta que sirve lo mismo para combatir la tiña que para hacer jabón de lavar ropa. Cuando la ilustre dama volvió a sus sentidos calificó a ese cuento de "porcaz". Supongo que quiso decir "procaz", pero al equivocarse hizo sin querer una linda greguería. Lean mis cuatro lectores el cuento mencionado y juzguen si doña Tebaida tuvo razón al sufrir aquel soponcio... Tan grande es la desconfianza en el gobierno; tan arraigado está el escepticismo entre los ciudadanos; tan incrédula se ha vuelto nuestra incredulidad que nadie cree que Javier Duarte, el ex gobernador de Veracruz, pisará alguna día la cárcel. Su fuga es vista como resultado de un acuerdo entre quienes se tapan con la misma cobija, y la opinión generalizada es que los delitos cometidos por ese señor van a quedar impunes, igual que han quedado sin castigo los excesos de otros detentadores de poder que contribuyeron en su tiempo a fortalecer el poder central con los dineros derivados de sus latrocinios. La misma suspicacia con que se ven las omisiones de los priistas inspira la renuencia del PAN a llamar a cuentas a los ex gobernadores salidos de sus filas que igualmente han sido acusados de malos manejos, como Guillermo Padrés, de Sonora. Lo único bueno de todo esto es la creciente participación de la ciudadanía en los esfuerzos por sanear la vida pública y poner coto a los desmanes de quienes hacen del poder un instrumento de medro personal. Seguramente llegará el día en que desaparecerá la corrupción que ahora vemos. (Nota de la redacción: los expertos a quienes hemos consultado opinan que el día a que se refiere nuestro estimado colaborador llegará aproximadamente en noviembre de 2182, aunque no saben decir si por la mañana o por la tarde)... Viene ahora el cuento vetado por doña Tebaida... El odontólogo le dijo en el teléfono a su esposa: "Llegaré tarde a cenar, mi vida. Tengo una cavidad que llenar". Colgó en seguida, se quitó la bata y le preguntó a su linda asistente: "¿Ya estás lista, Clarabel?"... (No le entendí)... FIN.