Ese candidato se llama, como todos saben, Andrés Manuel López Obrador, y es, para muchos, el hombre a vencer.
Incluso es el primer precandidato que, de manera ilegal, tramposa y mentirosa, realiza campaña presidencial; utiliza recursos públicos para su promoción y —en el colmo de la desfachatez— no rinde cuentas a nadie sobre el dinero que utiliza para financiar su proselitismo. Es intocable.
Sin embargo, cada vez queda más claro que, según todas las encuestas, López Obrador tendría como principal adversaria —en la carrera por 2018— a Margarita Zavala, la más aventajada de los presidenciables de todos los partidos, incluso del PAN.
Lo curioso es que los contrastes entre Obrador y Zavala confirman las dos posiciones que se podrían confrontar en la presidencial mexicana de 2018.
Por un lado nos referimos al autoritarismo de López Obrador y su gusto por el engaño, la mentira, la opacidad de ingresos durante la última década, el despilfarro para financiar su campaña presidencial y la ilegalidad con la que recorre el país promocionando sus aspiraciones presidenciales.
Lo anterior contrasta con la escasez de recursos económicos con la que realiza su precampaña presidencial Margarita Zavala, quien no es dueña de un partido político, tampoco dispone de los millones de spots destinados a un partido y menos utiliza dinero público con fines electorales.
Y la razón de esa austeridad es que la señora Zavala no tiene un empleo público, tampoco es dueña de una empresa, no tiene el control del PAN y menos vive de la caridad pública.
Por eso las preguntas.
Si son tan distintas las carreras políticas de AMLO, por un lado, y de la señora Zavala por el otro, ¿por qué la elección presidencial de 2018 podría polarizarse entre el tabasqueño y la ex primera dama?
Además de las diferencias abismales entre AMLO y Zavala, destaca el hecho de que Margarita mostró aspiraciones presidenciales hasta apenas hace poco más de un año. Hasta antes de esa fecha pocos veían en la señora Zavala una potencial aspirante presidencial, mientras que López Obrador lleva por lo menos 16 años en campaña presidencial, muchos de ellos utilizando recursos públicos que nunca ha transparentado.
¿Por qué entonces, frente a esas carreras políticas diametralmente opuestas, hoy la señora Zavala encabeza todas las preferencias? La respuesta podría estar en dos momentos de hartazgo social mexicano.
Primero, el hartazgo a la clase política —toda—, que había alejado a una buena parte de electores mexicanos de las figuras políticas tradicionales y emblemáticas.
Es decir, que Margarita Zavala podría estar recibiendo los beneficios del rechazo social a los políticos clásicos, por un lado, y, por el otro, estaría captando la aceptación social que confía en una mujer para decidir los destinos del país.
Y, segundo, que el crecimiento de Margarita Zavala en las preferencias electorales sería producto, justamente, del rechazo de un amplio sector social a las aspiraciones presidenciales de López Obrador.
Dicho de otro modo, que una mayoría de potenciales electores prefieren a Margarita Zavala, porque la ven como la única opción para derrotar a López Obrador.
Y según esa hipótesis, el PRI tendría pocas posibilidades de vencer a AMLO en las urnas.
Por lo pronto, no resulta ocioso preguntar: ¿quién ganaría en una eventual confrontación presidencial entre Margarita Zavala y López Obrador?
Dicen las encuestas que, si la elección fuera hoy, la ganadora sería la señora Zavala. Pero de lo anterior se desprenden más interrogantes. ¿Entenderá el PAN el momento histórico que vive? ¿Dejarán pasar a la señora Zavala? ¿Prevalecerá el bien común y el interés general?
El futuro del país podría estar en manos del PAN.
Al tiempo.