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Fidel Castro… ¿la última revolución?

Por Mario Barrera Arriaga

 

Por muchos odiado, por otros admirado como el único que ha podido resistirse al imperio y sobrevivir a sus más de 600 intentos de asesinato...

El hecho es que se fue Fidel Castro. Que Dios y la historia lo juzguen. Lo importante para el mundo es saber si la cubana es la última revolución a la que ha de enfrentarse una nación en la búsqueda de justicia, desarrollo, igualdad y democracia.

Lo planteo en estos términos porque, en general, las décadas que llevamos en el intento de la desnacionalización de los países, las de la globalización y el libre mercado, que han probado su ineficacia porque no han corregido las desigualdades ni la miseria, parecen tener una redefinición por lo menos, y no sólo entre las sociedades y su gente, sino entre los propios gobernantes, por lo menos en lo que concierne a Donald Trump.

Si a lo largo de las últimas décadas hemos sido testigos de bloqueos, de negociaciones comerciales desiguales donde el más fuerte impone su ley, ¿por qué ahora un gobernante como Trump quiere cerrar su economía? ¿O es simplemente reescribir, más ventajosamente, las reglas del juego? En lo personal, me parece esto último.

Entonces el dilema es mayor: si ya durante el neoliberalismo y las negociaciones de Goliat contra David fueron a modo para el primero, generando mayor miseria en los pueblos más débiles, si éste endurece su postura, como todo parece indicar hará Donald Trump, es claro que la miseria, la inseguridad, la ausencia de expectativas y la migración se agudizarán, eso sin contar las repatriaciones.

Quienes sólo recuerdan la figura de Fidel Castro en la etapa de tirano, dictador, violador de derechos humanos, con frecuencia olvidan lo que era Cuba antes de su revolución: una nación sumida en la delincuencia, la corrupción, la miseria, las drogas y la prostitución. Nada tan distinto a lo que vemos hoy proliferar, pero eso sí, con semidemocracias como la nuestra.

Todos los llamados, exigencias, los planteamientos para repensar y cambiar el modelo económico neoliberal resurgen por dos fenómenos: el del ascenso al poder en la nación más poderosa del mundo, de un loco peligroso como Trump, y la muerte del dictador Castro.

Y particularmente a nuestro país obliga a repensar muchas cosas, y no me refiero solamente al Tratado de Libre Comercio, que tendremos que chutarnos como lo plantee Trump, sino al hecho de que la isla sobrevivió décadas a los bloqueos comerciales y los intentos de violentar su soberanía, sin acaso disponer de las riquezas, de los bienes, de las capacidades, los recursos con que cuenta nuestro México.

Sé que muchos dirán que Cuba pagó un alto costo por la dictadura de Castro: la ausencia de democracia, la violación de derechos humanos, el encarcelamiento de los opositores, la ausencia de libertad de expresión.

A todos ellos hay que recordarles que con todo y la supuesta democracia a la mexicana, con la alternancia en el poder, con una supuesta pluralidad política y oposición al régimen, el hecho es que cotidianamente padecemos la inseguridad, la violación de los derechos humanos, la libertad de expresión queda soterrada con el gran número de periodistas asesinados impunemente en nuestro país, con la corrupción y cuando sólo las reformas a modo y al interés de algunos grupos propuestas por el Presidente prosperan sin mayores complicaciones.

Estos dos fenómenos –la llegada de Trump y la partida a Castro- obligan a replantear el papel de la globalización, el libre mercado, el achicamiento del estado, así como el grado de democracia tan incipiente que tienen nuestras naciones sin desarrollo económico, por una parte, y la miseria multiplicadora de una estrategia impuesta por los poderes globales a todos.

De continuar así, como hoy, pretendiendo que el mercado lo corrija todo, la de Castro no será, por desgracia, la última revolución y, peor aún: tampoco garantiza el triunfo de la sociedad…

 

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