La Habana, Cuba (27 noviembre 2016).- La capital de Cuba fue este sábado una ciudad silenciosa. Poca, muy poca gente en las calles que no fueran turistas azorados.
Fue decretado duelo nacional por nueve días, donde, según el comunicado oficial, "cesarán las actividades y espectáculos públicos, ondeará la bandera nacional a media asta en los edificios públicos y establecimientos militares".
No hay rumba. El malecón habanero, habitualmente poblado de muchachos, particularmente por la noche, tenía poca afluencia.
Otro indicador era la popular heladería Coppelia, que divide su atención en dos zonas: la de turistas, con un reservado de pocas mesas, y la de los cubanos, con un piso con tres salones en planta alta y otras áreas más en la zona baja del parque donde está enclavada.
Las filas para obtener un mantecado suelen ser de horas. Anoche, hasta los despachadores de helado bostezaban. Escasa afluencia y nada de bulla.
El recogimiento abruma. El novenario intriga. No salen por tristeza o no salen por prevención. Es el duelo por el Comandante en Jefe.
A partir de mañana, en el memorial José Martí de la Plaza de la Revolución, serán depositados los restos incinerados de Fidel Castro para que los cubanos desfilen ante ellos en homenaje.
La noche del martes 29 habrá un mitin multitudinario para despedir los restos, que iniciarán un viaje que rememore la denominada "Caravana de la Libertad", en alusión al camino seguido por los líderes de la Revolución Cubana en 1959 antes de entrar a La Habana.
La ruta ahora será inversa. Iniciará en la capital y concluirá en Santiago de Cuba, la cuna de la Revolución.
Un 24 de noviembre, Fidel Castro escribió su testamento. Cuentan los longevos que, en una libreta que traía en la bolsa, anotó que Fidelito, su hijo, quedaría bajo la custodia de Orquídea Pino, una compatriota conocida.
El 25 de noviembre, sobre las 10 de la noche, murió. Mediaron 60 años entre un asunto y otro.
Este viernes 25, el corazón de Castro se detuvo. Y Cuba quedó en el pasmo.