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Graco no supera evaluación intrapartidista

Los partidos políticos afinan la maquinaria de cara a los procesos electorales 2017 y 2018. Pecaríamos de ingenuidad si pensáramos que les interesan buenos candidatos y no, como es, solamente el triunfo. Pero en la vorágine por ganar, los institutos políticos están “olvidando” evaluar el desempeño de sus gobernadores y de los futuros suspirantes. En el caso Morelos, de sobra es sabido que Graco Ramírez no superaría una evaluación seria de la directiva nacional del PRD. Peor aún: ¿dejarán en sus manos nombrar sucesor?

Los partidos rehúyen evaluar a sus gobernadores. Y ya que comenzamos con el PRD, pues en su momento no hicieron caso de las tropelías de Ángel Aguirre Rivero, en Guerrero, mucho menos han hecho caso del repudio cuasi unánime en Morelos de Graco Ramírez, como tampoco del pobre desempeño de Miguel Ángel Mancera. Juntos, que prometieron constituir un cinturón de seguridad desde el centro del país al Pacífico, terminaron en Ayotzinapa y otras atrocidades uno, otro en ser rebasado por la delincuencia –en el mejor de los casos- y el tercero, en la capital de la República, en su afán por agradar al Presidente Peña, ahora incluso es dueño del partido. Del otro desgobernador perredista de Tabasco, Arturo Núñez, en el “edén” todos saben que está cortado por la misma tijera que los ya citados, en mayor o menor grado.

Por lo que toca al Partido Revolucionario Institucional, en su Consejo Político Nacional, donde el Presidente Peña se adjudicó un lugar de honor con la reforma de sus estatutos, en otra de sus brillantes declaraciones se le ocurrió afirmar que no por unos cuantos malos gobernadores priistas debe pagar el partido, en otro ejemplo de falta de autocrítica y honestidad, porque ningún mandatario de la nación había tenido tan baja estima y aceptación, y porque se le olvidó que el primero en ser cuestionado en el país y allende nuestras fronteras es él.

En Acción Nacional las cosas no marchan mejor, con gobernadores al estilo Duarte, de Veracruz, como es Guillermo Padrés, acaso sin tantos muertos a cuestas hasta que se demuestre lo contrario. La disputa por el derecho a la designación de candidaturas, sobre todo la presidencial, los tiene inmersos en una batalla campal, en una guerra que amenaza con dividir al blanquiazul, que también ha dado muestras de buscar sólo el poder –olvidando principios- y la muestra está en la elección misma de 2016: aliados con el PRD y designando candidatos ex priistas. ¿Qué no hay sangre nueva para evitar que Felipe de perpetúe en el poder a través de Margarita? ¿No hay cuadros en las entidades como para evitar recurrir a la postulación de ex priistas? ¿Son tan débiles en las entidades que también se subordinan al gobernador en turno, sea un Duarte-Duarte, o un Graco-Duarte?

En suma: no hay un acuse de recibo de los partidos, sus dirigencias nacionales ni del Presidente sobre los escándalos, saqueos y muertes sembrados por gobernadores que huyeron, que se entregaron o que aún siguen en su posición, siendo cómplices o incapaces de combatir la inseguridad, los secuestros, los levantones, la operación del crimen organizado, como en Morelos, tierra de bandas delictivas.

Se aprestan todos a despellejarse por las candidaturas 2017 y 2018 sin un balance de las calamidades ocurridas, las que siguen impunemente y en la línea de suceder a los que se van para continuar en más de lo mismo.

No sólo no hay mecanismos para evitar la llegada al poder de los corruptos, sino para garantizar que no nombrarán sucesor.

Y eso va camino, por desgracia, de suceder en Morelos también…

 

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