Responder a Trump
"¡Más de 50 coristas!" Atraído por ese llamativo anuncio don Tirilito entró al teatro. Poco después salió muy enojado. Le reclamó enojado al taquillero: "Sí, son más de 50 coristas, pero son coristas de más de 50"... El agente de la aseguradora trataba de convencer al difícil cliente de que comprara un seguro de vida. Le dijo: "Piense, señor: ¿qué hará su esposa si usted emprende el viaje que no tiene retorno?" Respondió, calmoso, el individuo: "Supongo que seguirá haciendo lo mismo que hace ahora cuando emprendo viajes que sí tienen retorno"... Un señor le preguntó a su vecino: "¿Por qué tienes dos antenas parabólicas?" "¿Dos antenas parabólicas?" -se extrañó el otro. Y en seguida exclamó: "¡Santo Cielo! ¡Ya se partió el tinaco!"... Las madres del convento de la Reverberación fueron a cocinar al seminario. Estaban haciendo la comida cuando sor Tilegio exclamó: "¡Necesito un curita!" "Hermana -le sugirió sor Bette, la superiora-. Si se cortó usted póngase una telita de cebolla". "Reverenda madre -contestó sor Tilegio-. ¿Quién dijo que me había cortado?"... En tiempos de la Guerra Fría, que con frecuencia se calentaba mucho, México disponía de un útil fantasmón para inquietar a Estados Unidos cuando la ocasión lo hacía necesario. Ese fantasma era el comunismo. La Unión Soviética era una potencia muy potente que siempre tenía nervioso al Tío Sam. Bastaba con que México se inclinara un poco hacia la izquierda -no mucho; un poquito; un poquitito; un poquitín- para que nuestro poderoso vecino sudara y se acongojara, temeroso de tener en su patio trasero a un simpatizante de los rusos. El presidente López Mateos fue particularmente diestro en manejar ese espantajo. Alguna vez dijo que su gobierno era "de izquierda dentro de la Constitución", y eso puso zozobras en el yanqui. Para evitar que México cayera en la órbita soviética Washington volcaba sobre su vecino del sur toda la cornucopia de sus dones. Por desgracia aquel fantasma que periódicamente se aparecía desapareció. Se derrumbó el poderío de los soviets y los Estados Unidos quedaron dueños y señores del mundo civilizado. Lo siguen siendo todavía, y más ahora que los incivilizados pusieron a Trump en el poder y lo capacitaron para esgrimir el Gran Garrote ante el desconcierto de las naciones. México es el objeto principal de las inquinas de ese energúmeno racista, xenófobo y nacionalista. Pero tenemos un recurso del cual deberíamos echar mano: China. Un acercamiento con ese coloso del oriente puede ser nuestra respuesta al continuo hostigamiento del prepotente magnate. Hagamos la prueba. Quizá el tal Trump advierta que su vecino del sur no está atado de pies y manos, y que tiene recursos de diplomacia, política y comercio que no lo hacen perita en dulce para comerse de un bocado... Con lo anteriormente dicho he cumplido por hoy el modesto deber que me he fijado, de orientar a la República. Puedo entonces dar salida a un chascarrillo final que aligere mi trascendente sugerencia... Se llevó a cabo un juego de futbol soccer femenino. A lo largo del partido las integrantes de uno de los equipos trajeron a mal traer al árbitro. Lo acusaban de parcial; de no marcar las faltas ni los fuera de lugar del equipo contrario. Terminó el juego con la derrota de las reclamantes, que se fueron a los vestidores mascullando dicterios contra el silbante. Estaban bajo las regaderas cuando entró el árbitro. Entre gritos de alarma todas se cubrieron con lo que tuvieron a mano para tapar lo que debían taparse. "No se preocupen, chicas -las tranquilizó él-. Ustedes dijeron que el árbitro está ciego"... FIN.