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Un caballero inglés

Rafael Tovar y de Teresa. 1954 - 2016
Jorge Ricardo

Quienes conocieron a Rafael Tovar y de Teresa durante sus últimos 25 años, únicamente lo recuerdan enojado una vez. Fue el 25 de noviembre de 2014 en una conferencia de prensa en el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Corrió el rumor, falso, de que los familiares de Gabriel García Márquez le ofrecieron vender su biblioteca y él la había rechazado.

Tovar interrumpió la pregunta. La piel encendida, el cuello tenso, gotas de saliva contra el micrófono. "En Conaculta trabajamos gente seria gritó, gente que valora la cultura, gente que ha vivido toda su vida profesional en estas tareas. Hablo de mi caso, yo nací entre bibliotecas, he vivido siempre entre bibliotecas, yo no soy un salvaje que no sepa reconocer el valor de la cultura.

En 48 palabras, resumió su vida, frenada a las 4:40 horas de ayer, a los 62 años, víctima del cáncer. Hijo de Rafael Tovar y Villa Gordoa, fallecido cuando él tenía 14 años, y de Isabel de Teresa y Wiechers, la ascendencia de Tovar llega hasta la familia Habsburgo y concluye por ahora en su único hijo varón, Rafael, quien heredó el título de Conde de Gustarredondo, que tuvo con Carmen López-Portillo.

El niño que nació entre bibliotecas, paseaba en la infancia por la Colonia Juárez acompañado por su amigo, el erudito Ernesto de la Peña. A los 17 años inició como crítico musical, a los 20, organizó conciertos de música clásica, a los 22 se convirtió en el asesor de Juan José Bremer en el INBA, a los 25 asumió la dirección de asuntos culturales de la cancillería. Y después varios puestos. Ministro en la Embajada de Francia, asesor del Canciller en asuntos culturales, director del INBA de 1991 a 1992. Presidente del Conaculta a partir de 1992.

Hubo quien pensó que escalaba por ser el yerno de José López Portillo. Pero el Conaculta se había fundado en 1988, con Carlos Salinas de Gortari. Después de 1994 continuó en el cargo con Ernesto Zedillo, hasta el 2000. Durante ese primer lapso, se fundó el Cenart, el Canal 22, el Sistema Nacional de Creadores, el Programa de Infraestructura Cultural, el Centro de la Imagen. Ninguna otra administración ha fundado tanto. Ni siquiera la de él mismo, a su regreso en 2012, con Enrique Peña Nieto. Habiendo heredado millonarias obras que Consuelo Sáizar dejó inconclusas, no salió de la parálisis, no protestó. Tovar no se enojaba. Era un diplomático.

"Yo mismo hubiera querido ser un creador, pensando como creador yo nunca aceptaría una imposición sobre lo que debo de escribir, decía en 1994, cinco años antes de su primera novela en la que se había tardado dos décadas, Paraíso es tu memoria, sobre dos familias aristocráticas mexicanas venidas a menos.

En 2012 reagrupó a su anterior equipo. El único cambio que ordenó fue colgar los cuadros de sus dos hijas, el de su esposa, el de su hermano Guillermo Tovar y Teresa, y ampliar de nuevo, en 60 centímetros, los libreros de la presidencia del Conaculta.

Volvía a subir corriendo las escaleras de la casona de Arenal. "No me cansé, decía llegando arriba.

Sonó de nuevo Bach, Beethoven, Vivaldi. A entrar los lichis, los dulces mexicanos, los pastes hidalguenses y los tamales oaxaqueños. Aunque le gustaba ir de comisión a París porque podía comer en la mítica Brasserie Lipp del Boulevard Saint Germain. "Yo no soy un salvaje, decía. Era un caballero, un diplomático que estuvo en la Embajada de Italia, un hombre cultísimo que tenía en su casa ánforas griegas y 7 mil libros en su ipad y releía El Gatopardo.

Tenía confianza. En el Buen Fin, ya internado, su hermano Fernando, le enviaba fotos de camisas y batas médicas y él le encargaba dos piezas.

"No se quejó, resistió el dolor, él solo, como un caballero inglés, porque así era, resumió en el Panteón Francés uno de sus más cercanos colaboradores.

 

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