Todos, incluso AMLO, se escandalizaron y hasta se enredaron en ridículos actos de fe contra el locuaz republicano que, sin pudor, dijo que acabaría con el TLC y —con ello— pondría en riesgo millones de empleos y miles de empresas que han vivido del TLC.
Sin embargo, muy pocos militantes de la izquierda —y del PRD— han tenido vergüenza y decencia para reconocer que se equivocaron hace 25 años —cuando Carlos Salinas propuso, negoció y forzó la aprobación del TLC—, y menos han aceptado que su comportamiento de hace un quinquenio era peor que el discurso que hoy enarbola Trump.
Acaso el único que, de manera pública, dijo “nos equivocamos”, ha sido el ex presidente del PRD, Carlos Navarrete, quien expresó un “mea culpa” en entrevista periodística. Dijo: “pensábamos, en aquel tiempo, que el TLC era lo peor que le podía suceder al país, que aumentaría nuestra dependencia y que no iba a ayudar en gran cosa”.
Hoy Navarrete es un convencido, a pesar de que él mismo propuso reabrir el TLC el 8 de enero de 2008, lo que el propio Trump propuso en 2016. Hoy. Navarrete reconoció que el TLC fue más benéfico que perjudicial.
Sin embargo, otros, como Pablo Gómez, sufren amnesia y dicen que no se opusieron al TLC, “sino a la redacción aprobada”; grosero juego de palabras de los merolicos que nunca se equivocan.
Pero figuras de las izquierdas —Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, entre muchos otros—, que eran feroces críticos del TLC, hoy no solo guardan silencio, sino que son severos críticos de Trump, a pesar de la ridícula contradicción.
Y esos incongruentes no solo guardan silencio sino que nada han dicho sobre el éxito del TLC y mucho menos han reconocido el papel visionario de Carlos Salinas. Sí, a pesar de que Salinas aún es visto como “el villano favorito”, fue un visionario del TLC. Y el mejor ejemplo es el empoderamiento de Trump.
Y si bien no se atreven a reconocer la victoria histórica de Salinas, tampoco han reconocido el fracaso discursivo de las izquierdas. Y, mucho menos, han reconocido que se equivocaron.
Sin embargo —y en el colmo del delirio—, algunos siguen sacando raja política del odio sembrado contra Salinas, al que motejan como “el jefe de la mafia” del poder. No reconocen —y nunca lo harán—, que tuvo razón con el TLC.
A su vez, Cárdenas dijo que con el TLC, “a México le asignaron el papel de suministrador permanente de mano de obra barata… y no podríamos estar satisfechos con el futuro de la liberalización económica, que solo extrapolaría las tendencias actuales y agudizaría las fallas”.
A su vez, durante 2003, la dirigente del PRD Rosario Robles propuso la revisión del TLC —como parte de su plataforma electoral—, en tiempos en que Pablo Gómez era jefe de los diputados amarillos y Carlos Navarrete era secretario general.
Un cliente frecuente de la crítica al TLC fue AMLO. Durante 20 años se montó en la mentira de que Salinas era el diablo y que el TLC era su guadaña contra los mexicanos.
Hoy, una vez que Trump propuso tirar el TLC, AMLO le dijo a Carlos Loret que defendería el TLC y que si el presidente electo de Estados Unidos era un riesgo para México y los mexicanos, estaba dispuesto a defender al país, codo a codo, al lado de Peña Nieto.
En realidad, López Obrador es el más mentiroso de todos. Por décadas ha criticado a los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, “por seguir la política privatizadora, neoliberal y entreguista” del TLC.
Es decir, AMLO, el PRD y las izquierdas han vivido por más de dos décadas de la renta político-electoral de la crítica al TLC. Pero cuando otro presidenciable —como Trump— también saca raja y renta política del TLC, entonces esa izquierda mexicana pone el grito en el cielo.
Doble moral “engañabobos”.
Al tiempo.