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Cuauhtémoc Blanco se crece al castigo

La clase política de Morelos, ineficaz y corrupta, se ensaña con Cuauhtémoc Blanco. Los políticos quieren al ex futbolista fuera de la alcaldía de Cuernavaca y sobre todo lo quieren fuera del juego para elegir gobernador del estado en la elección del 2018. Lo consideran un fuereño con el que es muy complicado negociar, entre otras cosas porque no es político, no habla su idioma.

Las sesiones del Congreso local suelen estar dominadas por el encono y la discordia, excepto cuando se trata de imponer alguna sanción a Blanco. Entonces todos se ponen de acuerdo y levantan la mano al mismo tiempo, en una coreografía perfecta, lo cual resulta muy sospechoso, por decir lo menos.

La clase política de Morelos, dada a la frivolidad y los excesos, falló a los ciudadanos de todas las localidades que por eso, acaso en un gesto desesperado, votaron mayoritariamente porque alguien como Blanco tomara las riendas de la alcaldía más importante del estado. Fue un voto de castigo. La clase política morelense, de lento aprendizaje, no entendió el mensaje. Hoy desata su furia en contra del alcalde a quien no quieren ver ni siquiera comiendo quesadillas en Tres Marías.

 

Santuario criminal.- Desde hace décadas Morelos ha sido santuario de grandes jefes del crimen organizado. Arturo Beltrán Leyva, conocido como el Jefe de Jefes, cabeza del Cártel de Sinaloa, no se estableció en Cuernavaca porque le gustaran las buganvilias. Se asentó ahí porque se sabía protegido por autoridades de todos los niveles, sin descartar, por desgracia, la zona militar. Durante un tiempo trabajó sin que nadie lo molestara.

Infantes de Marina, más de doscientos, con datos proporcionados por agencias de inteligencia de Estados Unidos, irrumpieron a balazos en el edificio de lujo donde radicaba El Barbas. Lo mataron y exhibieron su cadáver. Fue una fiesta de las balas. El show del terror salió caro. La familia de uno de los marinos que intervinieron en el asalto pagó la factura. Beltrán no fue el primer capo que encontró refugio en esa zona. Hay documentos que indican que, desde la década de los años 80, personajes de peso de la mafia mexicana se ocultaron ahí, como Rafael Aguilar, del entonces poderoso Cártel de Juárez. Años después también Amado Carrillo tuvo ahí una residencia. No es que se ocultaran con ahínco, es que sabiendo que estaban ahí nadie los molestaba. José Esparragoza, El Azul, tenía casa y hacienda en Morelos donde hacía fiestas rumbosas y concretaba negocios.

Durante todos esos años, la clase política de Morelos estaba tumbada en la hamaca, muchos de ellos recibiendo su mochada por hacerse los desentendidos. Ahora con Blanco como alcalde todos andan muy movidos. Ante el embate, Blanco comenzó una huelga de hambre que duró poco pues la Suprema Corte de Justicia de la Nación volvió a salvarlo al otorgarle una nueva suspensión del procedimiento de juicio político.

Hay gente cercana a Morena que ya detectó que podría ser un estupendo negocio político defenderlo. La miopía de la clase política morelense quedó al descubierto. Blanco no tiene elementos para hacer un buen gobierno. Es listo pero inculto, impaciente, inestable. Se hubiera descalificado solo. No obstante, la ofensiva de la clase política ya lo convirtió en víctima. Así es mucho más peligroso. Puede generar más simpatía. Blanco, quedó claro desde sus épocas de jugador, se crece ante el castigo. Si pensaban intimidarlo se equivocaron. Hoy está envalentonado, dispuesto a simular que se orina en la portería de los políticos morelenses que están dando un espectáculo patético.

jasaicamacho@yahoo.com
@soycamachojuan

 

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