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ITINERARIO POLÍTICO

La industria de engañar idiotas

 
   
 

Contra lo que muchos suponen, uno de los negocios más rentables de la era digital es el de engañar personas.

Es decir, en la era digital existe un rentable negocio cuyo mercado es meterse a redes sociales, inventar opiniones, insultar, difamar, denigrar y/o exaltar inexistentes virtudes para tal o cual patán, lo que además de provocar el descrédito o la exaltación de los objetivos seleccionados, también genera cientos de millones de pesos para empresas nacionales y/o globales.

Se trata de una industria “engañabobos”. Es decir, empresas que por un pago millonario —la campaña más barata cuesta un millón de pesos—, provocan una tendencia de opinión artificial y/o inventada en redes o en la web, que es usada con fines políticos, sociales, electorales y/o comerciales.

En la mayoría de los casos se trata de tendencias que buscan destruir la imagen de una persona, un producto, un candidato y/o exaltar una imagen engañosa —engañabobos— de una persona o un producto.

El problema —y la virtud del negocio— es que se necesitan dos para cerrar el círculo del engaño. Primero, deben existir los bobos que dan por cierto todo lo que ven, leen o escuchan en redes. Y segundo, que deben existir los bobos que creen que las tendencias en redes significan algo.

Y si dudan de la existencia de la industria de engañar idiotas, va un testimonio, dado a conocer en el portal www.letraroja,com.

Sebastián Martínez estudió la carrera de Comunicación. Después de graduarse encontró una vacante de community manager.

Cuando asistió a la entrevista del empleo, le informaron que pasaría por un periodo de prueba en donde no manejaría las redes de las marcas, sino que trabajaría con cuentas falsas de redes sociales. En pocas palabras, Sebastián trabajaría como bot, o usuario falso de redes sociales que trabaja para clientes que le piden que le dé “me gusta”, “seguir”, o que deje cierto tipo de comentarios.

Todos saben que los bots, o cuentas falsas, son fácilmente identificables. Sin embargo, Sebastián fue contratado por una agencia que fabrica “cuentas artesanales”. Es decir, perfiles falsos de redes sociales que aparentan ser reales.

A diferencia de los bots —generados automáticamente por un programa y que solo hacen lo que el cliente pide—, cada cuenta artesanal desarrolla una personalidad y publica distintos tipos de contenido, además de lo que el cliente le indique.

“Yo manejaba 60 cuentas. En algunas fingía ser mamá, en otra un señor casado, un homosexual o una chavita de preparatoria… en la cuenta de Twitter de la estudiante, por ejemplo, publico en las mañanas cosas como: “Lunes. Que flojera ir a clases”. En el caso de la cuenta de la mamá, le doy “me gusta a artículos de cuidado de los niños” y dejo comentarios acerca de los supuestos hijos.

Acerca de los clientes que acuden a este tipo de servicios, Sebastián relata que en su mayoría son políticos. La agencia en donde él trabaja ha sido contratada por el PRI, PAN, Partido Verde y Morena. Aunque todo tipo de políticos utilizan las cuentas falsas para conseguir apoyo y seguidores en sus redes sociales, algunos usan esto más que otros. “Manuel Velasco, el gobernador de Chiapas, es el que más paga. Es como nuestro Dios”, dice Sebastián.

Los políticos mexicanos son los mayores clientes de las cuentas falsas de redes, pero éstas también son solicitadas por empresas privadas y hasta por políticos del extranjero. Sebastián cuenta cómo un tiempo él y sus compañeros trabajaron para una aerolínea que les pedía hablar mal de la competencia.

Sin embargo, el caso más impactante fue cuando les pidieron apoyar a un candidato presidencial de un país sudamericano. “Para que el engaño fuera creíble, teníamos que fingir que éramos de ese país, no de México. Nos enseñaron a usar las palabras de allá. En vez de estudiar teníamos que decir chancar. En vez de dinero, guita”.El salario promedio de un bot es de 6 mil pesos al mes, por casi 12 horas de trabajo. Además, muchos de los trabajadores de las agencias de cuentas falsas se enfrentan a conflictos éticos y se preguntan si lo que están haciendo es correcto.

Por estos motivos muchos de los jóvenes que hacen este tipo de cuentas renuncian a los pocos meses, “y hay quien no dura ni dos días”. Muchos de los que nos insultan en el condominio de abajo —el de los comentarios— son botargas a sueldo para ofender y estimular el odio hacia nuestro trabajo.

El fraude en redes; la industria de engañar idiotas que creen todo lo que ven y leen en redes. ¿Hasta cuando?

Al tiempo.

Ámbito: 
Nacional