Videgaray, el emisario de Peña
El arranque de la relación entre el presidente Enrique Peña Nieto y el presidente electo Donald Trump ha sido un desastre declarativo. Ni hubo contactos formales entre funcionarios mexicanos y miembros del equipo de transición del presidente electo de Estados Unidos ni se establecieron institucionalmente las bases de la nueva relación bilateral. No se despidió a la canciller Claudia Ruiz Massieu, que se opuso a la visita de Trump a México, ni se nombró a Luis Videgaray, el arquitecto del encuentro y por el cual salió de la Secretaría de Hacienda. Tampoco lo designaron jefe del equipo negociador del Tratado de Libre Comercio, como se publicitó. Tanta confusión parte del diagnóstico de que, tras la victoria de Trump en las elecciones, invitarlo fue un acierto. Bueno. Le costó la cabeza a Videgaray, el tono de Trump contra México se agrió, se detuvieron inversiones extranjeras en México –las anunciadas en diciembre ya estaban programadas–, y el peso es la moneda que más ha perdido en el mundo. Sin embargo, en medio de tanta esquizofrenia, Videgaray está de vuelta.
En secreto total, por instrucciones del presidente Peña Nieto, Videgaray estableció un nuevo contacto con Jared Kushner, el yerno de Trump con quien arregló a principios de agosto en un hotel de Nueva York
–también estaba presente Ivanka Trump, la hija del presidente electo–, la visita a México. El nuevo encuentro se hizo una vez más en un hotel en la semana del 14 de noviembre, y el propósito era comenzar a ver y acordar los términos sobre los cuales se retomará la relación bilateral, negociando detalles como, por ejemplo, quiénes serían los funcionarios de los dos gobiernos encargados de tejerlas. Tanto Videgaray como Kushner son una especie de ministros sin cartera, emisarios directos de Peña Nieto y Trump sobre los cuales no hay rendición de cuentas alguna.
Funcionarios del gobierno comentan que estos contactos se mantienen con gran hermetismo dentro del gobierno, donde trascienden a cuentagotas los detalles de esa reunión. Las gestiones de Videgaray excluyen por completo a la canciller Ruiz Massieu, quien tiene instrucciones precisas de Los Pinos de no inmiscuirse en nada que tenga que ver con el armado de la relación bilateral con el próximo gobierno de Trump, de acuerdo con los funcionarios. La canciller ha sido relegada por razones no claras, y a quien se espera incorpore Videgaray para que trabaje bajo sus órdenes la agenda bilateral es al subsecretario de Relaciones Exteriores de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos, Miguel Ruiz Cabañas.
Ruiz Massieu se opuso a la visita de Trump a México y durante el encuentro en Los Pinos enfrentó al entonces candidato presidencial a quien le dijo, ante el silencio de Peña Nieto y Videgaray, que los mexicanos sí se sentían agraviados por sus comentarios sobre México. Sin embargo, no parece que esa sea la razón por la que se ha optado por Ruiz Cabañas. La información sobre el papel de Videgaray en el armado de la relación bilateral con Kushner es muy escasa, pero su reivindicación política es todavía más inexplicable.
En octubre pasado se publicó en este espacio la crónica del costo que tuvo la visita de Trump con el presidente Barack Obama, que descubrió Peña Nieto cuando lo vio en Hangzhou, durante la reunión de líderes del G-20. Obama le dio la vuelta todo el tiempo sin querer hablar con él, por lo que el presidente chino, Xi Jinping, anfitrión de la cumbre, los sentó juntos en la cena. Aun así, Obama estuvo más de 20 minutos dándole la espalda sin hablarle. Finalmente, cuando Peña Nieto lo atajó y le explicó los motivos de la visita, Obama, delicadamente, le dijo que no entendía nada de lo que pasaba en Washington. La información en México sobre ese viaje se manejó de distinta manera, con la difusión de una fotografía de los dos mandatarios para demostrar cordialidad. El espacio para ser tomada fue negociado por semanas con el Departamento de Estado, que estaba reticente a concederlo.
Pero si a Peña Nieto le fue mal con Obama, peor le fue a Ruiz Massieu con la consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Susan Rice. En la crónica publicada en octubre, se apuntó: “Cometieron una locura –le dijo Rice a Ruiz Massieu, según personas que conocen la pesadilla mexicana en Hangzhou–. Todos en Washington, republicanos y demócratas, están muy molestos con ustedes –continuó Rice–, y no sólo ahí, sino en el mundo”. La airada queja de quien todas las mañanas actualiza a Obama sobre qué sucedió en el mundo mientras dormía y cuáles son los riesgos inmediatos, fue más allá. Rice le dijo a Ruiz Massieu que también se habían colocado en el centro de la crítica del mundo, donde había una enorme preocupación ante la posibilidad de que Trump llegara a la presidencia. “Se tiene que ir –le dijo ominosamente– quien le haya aconsejado a Peña Nieto invitarlo”.
Peña Nieto decidió entonces que Videgaray se tenía que ir del gobierno, y lo dejó renunciar. Le pidió trabajos externos, como el de colaborar en el proceso de sucesión en el Estado de México, pero Videgaray pidió un mes para alejarse de todo y hablar a su regreso. Lo hicieron. No se han terminado de poner de acuerdo sobre qué papel desempeñará el próximo año junto al presidente. Pero mientras eso se define, Peña Nieto decidió que su amigo y un colaborador de años, a quien respeta mucho, sería su mejor emisario, por ahora, con Trump.
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