Pero más allá del número de personas que han perdido la vida en el estallido del pasado martes —hasta anoche la cifra era de 33 muertos—, lo cierto es que no se trata de una novedad.
Es decir, en los últimos 18 años se han registrado 15 explosiones, con un saldo de 69 personas muertas y 219 heridos. Aun así —y a pesar del alto costo en vidas—, los habitantes de Tultepec insisten en continuar con la “tradición”.
Y, como ocurre en tiempos político electorales, lo fácil es culpar a la autoridad municipal, estatal o federal, por una tragedia como la de Tultepec; tragedia que sin duda indigna y ofende, porque además es la del mayor número de víctimas mortales de la historia.
Sin embargo, la gravedad del caso también debe llevar a la reflexión y llamar al análisis.
¿Por qué —como sociedad—, somos incapaces de darnos los mínimos de seguridad en el desempeño de una actividad de alto riesgo, como la pirotecnia?
La respuesta todos la conocen. Porque a pocos artesanos y comerciantes se les capacita para mantener la seguridad y preservar los riesgos. Todos saben que es un negocio rentable, pero no saben cuestiones elementales como su manipulación y traslado.
¿Por qué casi cada año ocurre lo mismo, con más o menos víctimas mortales? La respuesta está a la vista de todos.
Porque más allá de que la autoridad municipal, la estatal y la federal han diseñado protocolos de seguridad en Tultepec, muchos artesanos le dan la vuelta a los protocolos de seguridad, convierten sus casas en talleres clandestinos, los expendios en bodegas y, al final, solo importa la ganancia.
¿Por qué la autoridad no ha prohibido una actividad de alto riesgo y que significa un peligro latente para decenas de personas?
La respuesta es sabida por todos. Porque los gobiernos estatal y federal han tratado de prohibir la pirotecnia, pero grupos de las llamadas izquierdas han salido “en defensa de las tradiciones” y plantean argumentos idiotas como el que supone como un atentado a la cultura y la libertad al trabajo, la prohibición de la pirotecnia.
¿Por qué a pesar del riesgo que existe en la práctica de artesanías como la pirotecnia, proliferan los negocios clandestinos, la fabricación ilegal de pólvora y artefactos explosivos, sin que ninguna autoridad sea capaz de regular la actividad?
La respuesta es elemental. Porque en el peligroso negocio de la pirotecnia solo mandan las leyes del mercado; la oferta y la demanda, por un lado, y lo rentable del negocio, por el otro. Mientras miles de personas demanden cohetes y fuegos artificiales, el negocio sigue boyante.
Pero, además, porque no existe un grupo político —un partido o un conjunto de partidos— capaz de proponer al Congreso de la Unión una solución integral al problema de la pirotecnia clandestina y los riesgos para la población, de tal manera que la respuesta del Estado sea integral y no solo temporal o de maquillaje. Es decir, acabar con la demanda, para terminar con la oferta.
¿Por qué ninguna institución del Estado, como el Congreso, ha promovido las reformas necesarias para el cambio de la cultura de la pirotecnia y la sustitución por otra actividad?
También todos conocen la razón. Porque lo mas fácil es cuestionar a los gobiernos municipales, estatales o al gobierno federal —cada que existe una tragedia como la del martes pasado—, que proponer que la sociedad ya no demande cohetes y artefactos explosivos en todo tipo de festividades.
¿En cuántas escuelas se enseña el peligro de detonar cohetes en las calles, el riesgo para la salud, el grave daño a la contaminación?
¿Por qué ninguna institución del Estado ha propuesto capacitar con otros oficios a los hijos de los artesanos de la pirotecnia, a fin de romper una tradición de alto riesgo?
Lo cierto es que la seguridad de los artesanos de la pirotecnia no les importa a los partidos, tampoco a los diputados o senadores y menos a los congresos locales. Salvo cuando se producen tragedias como la que vivimos el pasado martes —en la que todos se dicen preocupados y alarmados—, a todos se les olvida el tema una vez que terminó el efecto mediático.
Peor aún, la seguridad tampoco importa a los propios artesanos, comerciantes y distribuidores de pirotecnia. Solo en 2016 se clausuraron 45 locales en la zona urbana de Tultepec, que operaban en forma clandestina y sin los mínimos niveles de seguridad.
Si, la autoridad tiene una gran responsabilidad. Pero también los artesanos, comerciantes y quienes consumen los petardos.
¿Por qué más muertos en Tultepec…? ¡Ni uno más…!
Al tiempo.
http://www.milenio.com/firmas/ricardo_aleman/tultepec-pirotecnia-explosi...