La violencia contra las mujeres que persiste en Morelos, y todo el país, ha llevado a 80 organizaciones de la sociedad civil, a solicitar a la Secretaría de Gobernación se lleve a cabo una evaluación de los avances que se hay en la atención de la Alerta de Género decretada para ocho municipios morelenses por la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim).
En las últimas semanas se han registrados algunos asesinatos de mujeres, que bien podrían ser tipificados como feminicidios, lo que agrava la situación de inseguridad e incertidumbre en que viven muchas morelenses y dan argumentos a las organizaciones de la sociedad civil a pedir evaluar qué se está haciendo para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres y, sobre todo, castigar a los responsables.
Si bien, en los últimos tres años hemos visto una política clara de prevención y combate a la violencia de género y la construcción de instituciones públicas para atender este problema social, lo cierto es que la cultura de la violencia y el machismo está más que arraigada en la sociedad, de la que forman parte quienes están al frente del Ministerio Público y dependencias responsables de la protección a las mujeres.
Es común y cotidiano escuchar expresiones de mujeres agredidas, golpeadas, sobajadas y violadas de molestia y hasta de vergüenza por haber recurrido a la autoridad a defender sus derechos. “Qué le hizo para que le pegará”, “otórguele el perdón, es su esposo”, “piense en sus hijos”, “mañana va a salir libre y le va ir peor”, “cómo iba usted vestida”, “estaba tomando con él”, etc y podríamos citar más frases que en la Fiscalía General de Estado le dicen a las víctimas o los policías preventivos repiten una y otra vez a las mujeres.
Es decir, la violencia en contra de las mujeres tiene una raíz cultural que debemos cortar de raíz, desde el hogar y la escuela. Las mujeres, pero también los hombre, deben de entender que estamos frente a un delito que se castiga con cárcel; pero sobre todo, quienes están al frente de las instituciones deben tener en claro que todo acto violento tiene que ser castigado, por lo más mínimo que sea, para no dar margen a que se repita y se acrecente.
La tolerancia, por costumbre o cultural, por omisión o falta de responsabilidad, cuesta vidas, y hay que entenderlo.