Y yo… ¿en qué libro leo?
En México vivimos en el país, en el que está mal, es el de enfrente; en el que todo con un remiendo queda; con un salivazo entra y con un alambre aguanta otro mes, pero también en donde el sablazo, lo mío y el a´i vamos, es parte de nuestra corrupta cultura, igual que el remate aquel de cualquier negociación que reclama: “Y yo… ¿en qué libro leo?
Los mexicanos, una inmensa mayoría de nosotros, somos corruptos o contribuimos a la corrupción; eso sí, nos damos golpes de pecho y criticamos con rabia a quienes están en el poder o lo poseen, junto con la influencia para sangrar las arcas del estado, entendido este como la federación, la entidad y el municipio, en sus tres modalidades, ejecutivo, legislativo y judicial.
Y aprovechando esa cultura de la corrupción, de la compra de conciencias; de la subasta de dignidades y la condición parasitaria de muchos, los gobiernos relajan la administración de los recursos, porque cualquier ratería, disfrazada de programa social, obra de beneficio colectivo o servicio público, se resuelve con una gratificación a quien debe vigilar el correcto manejo del erario.
Lo anterior viene a tema, por el asunto del gasolinazo, ese desproporcionado aumento a los energéticos, lo mismo a la gasolina, que al gas doméstico y a la energía eléctrica que, en conjunto, se convierten en un golpe más a la extraviada tranquilidad económica de los mexicanos.
En su mensaje de año nuevo, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, muy propio de él, salió a embravecer a los diferentes sectores del país.
Buscó justificar ese mortal incremento a las gasolinas; dijo también que instruiría a sus dependencias colaboradoras, para que vigilen, que no haya aumentos de precios en los productos de la canasta básica y a los servicios que a diario empleamos los mexicanos.
Sólo un imbécil, un ingenuo podría dar crédito a las palabras del señor Peña Nieto, cuando se refiere a que vamos a estar mejor y que se controlará el aumento en los precios.
No más que me explique, que nos explique de dónde van a agarrar dinero los transportistas, los empresarios y todas las familias, para amortizar el 20 por ciento de aumento en las gasolinas y los voraces incrementos al gas y a la electricidad.
El país está convulsionado y va a estar peor; hay una escalada violenta, generada por el descontento que motivan las erráticas medidas económicas del gobierno federal. Consecuencia de lo cual, por ejemplo, el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, pasó de ser poseedor de una imagen limpia y de un servidor público correcto, a un pelagatos irresponsable que recurre a trabalenguas, a cantinfleos, para justificar lo injustificable.
Irresponsabilidad y paternalismo
El desgastado presidente Peña Nieto, dijo que mantener los precios de la gasolina en la condición que se encontraban, reportaban un egreso del orden de los 200 mil millones de pesos al año, una erogación según él irresponsable y que distrae objetivos de orden social.
Opino lo contrario, creo que ese subsidio, si garantizaba la seguridad y la tranquilidad social, se justificaba más que ninguno: decía el ideólogo mexicano Jesús Reyes Heroles: en política cualquier precio es barato, más cuando se trata de atajar el descontento social; la ingobernabilidad que recorre el país.
Sobre el particular, hay que anotar que las locuras electoreras y oportunistas de Andrés Manuel López Obrador, en su tiempo de jefe de gobierno de la Ciudad de México, fueron retomadas por los presidentes panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón, el primero de los cuales fue el establecimiento de un sistema de pensiones para los adultos mayores.
Entonces, las objeciones de sus opositores y de reconocidos comentaristas de economía y finanzas, como David Páramo, se centraban en la viabilidad financiera del programa o sus supuestos manejos clientelares. Decían entonces que se endeudaría a la Ciudad de México de manera exponencial.
Hoy, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), esa dependencia federal, tan corrupta como disfuncional, reproduce en mucho y aplica todos y cada uno de los programas ideados por el señor López, le da dinero a madres solteras, a personas mayores y a muchísimos grupos sociales que se enlistan, pero que los recursos nunca llegan a ellos.
Hoy, hay especialistas, personas que se promocionan como consultores para bajar recursos para programas sociales, que no son más que gente relacionada con funcionarios corruptos de las dependencias de Sedesol, que a cambio de repartirse el dinero, enganchan a quien se les cruza, con la promesa de entregarles un beneficio que nunca les llega.
Sedesol estaría llamada a desaparecer, pero no lo hacen porque el objetivo de esa dependencia, es eminentemente electorero; cañería por donde se fugan miles de millones de pesos que a los únicos que benefician es a los directivos, allá en la Ciudad de México, que a delegados y funcionarios menores. Todos ofrecen apoyos en dinero a cambio de comisiones.
Reflejo de lo que hace la Sedesol, se calca en los estados que entregan dinero por todo, ejemplo, la payasada de la Beca Salario, que es un instrumento electorero mentiroso y oportunidad de robarse decenas de millones de pesos, que jamás llegan a los estudiantes. Se trata de un programa capricho que sólo funciona en la cabeza del extraviado mental que desgobierna Morelos, Graco Ramírez.
Hoy, veo con preocupación que se quiere sacar dinero el Estado, para evitar que los padres de familia paguen cuotas escolares; se entregan útiles escolares, ahora, uniformes y más y más programas que no son más que negocio que reditúa millonarias comisiones a quienes los idean.
De momento, en mi opinión es necesario desaparecer Sedesol; pero también realizar una verdadera reingeniería y limpiar las nóminas de aviadores, amantes, familiares y hasta sicarios, que se cobijan y mantienen del erario, “gracias al jefe”.
Toda esa corrupción es imparable, con todo y las payasadas legislativas, que apuntan a la designación de fiscales anticorrupción, comisiones ciudadanas y más y más, que no son más que la apertura de nóminas a recomendados de partidos políticos, que siguen siendo responsables de la debacle económica y de que México de desmorone.
Ejemplo de lo anterior, es Juan Manuel Portal Martínez, un sujeto corrupto que, como Auditor Superior de la Federación, aplaudió la administración de Javier Duarte en Veracruz y arremetió impunemente de representantes de organismos desconcentrados, especialmente universidades a petición y compensación de gobernadores (todos) ladrones y corruptos.
Lo que hoy pasa en México, con la escalada de precios, consecuencia del voraz aumento a los energéticos, es culpa de todos, pero especialmente de nosotros, por la tibieza con que permitimos el atraco nacional, perpetrado por los cárteles criminales que gobiernan el país.
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