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SERPIENTES Y ESCALERAS

La carrera por la sucesión ya comenzó y el contexto en el que se desarrolla es sumamente complejo. La sociedad está molesta, desconfía de los partidos y de la clase gobernante. Para ganar la próxima elección, primero hay que ganar la confianza de la gente.

 

El 2017 es un año complicado. El aumento al precio de las gasolinas, los problemas de inseguridad y violencia, los escándalos políticos y la pérdida de confianza en las instituciones marcan el arranque del penúltimo año de los gobiernos federal, estatal y municipal. No hay manera de ocultar la problemática que se vive en el país, ni forma de disimular la grave situación de nuestro estado y varios de sus municipios. Nunca antes en la época reciente, la política y sus integrantes fueron tan mal vistos por los ciudadanos.

El modelo político en México está agotado; aunque la democracia puede considerarse como un logro, los resultados de los gobiernos electos democráticamente están muy lejos de ser buenos. La violencia no da tregua, la economía vive un momento muy complejo y los actos de corrupción en la administración pública han provocado una crisis muy severa en casi todos los sectores. Como si no fuera suficiente, la impunidad se ha convertido en una constante dentro de una clase política que intercambia favores y se perdona mutuamente los excesos que cometen.

La elección del 2018 puede ser un parte aguas en la historia moderna de nuestro país. La población está desilusionada de los políticos, muestra descontento con los partidos y desconfía de los gobernantes. Hay razones de sobra para ello: los últimos gobiernos han hundido al país, al estado y a los municipio en una crisis muy severa que, empero, no ha traído consecuencias para nadie. Los saqueadores de los gobiernos siguen libres y en muchos casos buscan otra vez un cargo de elección popular.

El mal humor social al que se refieren constantemente los políticos es un aspecto clave en la historia de México. El ciudadano está enojado con el desempeño de los gobiernos, inconforme con el actuar de los actores de poder y resentido con los partidos políticos. Ni la justicia social que propone el PRI en sus estatutos, ni la democracia y las libertades que enarbola el PRD, ni el humanismo que pregona el PAN se han traducido en beneficios para los ciudadanos. Al final los tres partidos grandes han demostrado ser iguales.

En todos los casos hay ejemplos de corrupción, malos gobiernos e impunidad. Ninguno de los tres partidos está libre de culpa y ante la crisis económica que agobia ahora a nuestro país nadie puede presumir inocencia. Los tres impulsaron el Pacto Por México y las Reformas Estructurales, los tres avalaron la privatización de Pemex y sobre todo, los tres han sido cómplices y omisos en los diversos actos de corrupción en sus gobiernos.

La impunidad, insisto, es la característica de la política en México, es moneda de cambio entre actores de poder e instrumento permanente de negociación. Unos y otros se acusan y se perdonan, todos le meten la mano al presupuesto y al final, todos consideran que el abuso de poder es parte de la cultura mexicana. El PRI tiene a Duarte, el PAN a Padrés y el PRD a Graco.

De cara a la sucesión, en los tres niveles de gobierno la clave será la credibilidad de los candidatos. Las últimas elecciones dejaron claro que las estructuras de los partidos ya no garantizan el triunfo y que el dinero que se utiliza para comprar el voto ya no asegura nada. Figuras distintas a lo actual y propuestas de combate directo a la corrupción fueron más efectivas que los esquemas de siempre.

Quien quiera ganar las próximas elecciones debe entender lo que está sucediendo, lo que pide la gente y actuar en consecuencia. La imagen personal, el manejo de medios, la cercanía con la gente, el perfil del candidato y la lucha contra los corruptos es clave. En las elecciones del año pasado prevaleció el enojo ciudadano y convenció la oferta de encarcelar a los corruptos.

La carrera por la sucesión ya comenzó.

·         posdata

El 2016 fue un año muy difícil para los diputados de Morelos. Las decisiones tomadas durante el segundo periodo de sesiones de la legislatura actual dejó muy lastimados a los integrantes del parlamento local; como nunca, los representantes populares se volvieron sujetos de escarnio, de campañas muy agresivas y objeto de un marcado desprecio social.

Los problemas en comenzaron cuando el hijastro del gobernador intervino en la vida interna del congreso y trastocó la estabilidad legislativa. Hasta antes de ello los diputados avanzaban con cierta tranquilidad y parecían superar los logros de sus antecesores. Durante los primeros meses las cosas marcharon en calma y la relación institucional entre poderes era tersa. Incluso con el gobernador la relación era buena y todas las peticiones hechas por Graco Ramírez a la cámara se aprobaron sin complicaciones.

El problema comenzó cuando las formas de operar en el congreso cambiaron, cuando las decisiones comenzaron a tomarse de manera apresurada y la formalidad de tiempos y respeto a la legalidad quedaron en segundo término. Cuando Rodrigo Gayosso comenzó a presionar a los diputados, los problemas aparecieron: el congreso comenzó a sesionar a escondidas y los sectores ubicaron a sus integrantes como una extensión del ejecutivo. Hoy vemos las consecuencias.

El reto que tienen los diputados en este año es recuperarse del enorme desgaste que tienen y reconciliarse con la sociedad. El 2017 es un año preelectoral en el que se establecerán las bases de la siguiente elección; seguir por el mismo camino representaría un suicidio político para los diputados.

No hablo de rompimientos, ni tampoco de confrontaciones, sino de retomar la independencia legislativa y regresar al congreso el respeto que se merece. Insisto: los primeros meses los diputados se veían bien a pesar de que aprobaron todo lo que el gobernador necesitaba (incluido el juicio político); el problema fue de formas: cuando descuidaron ese aspecto, la crisis se agudizó.

Como en cualquier legislatura, en la actual hay personajes que son pasajeros y no volverán a tener un cargo importante en su vida; otros, empero, son políticos que han construido su capital político a lo largo de varios años y no quieren que este sea su última oportunidad. Es ahí donde podríamos ver un cambio de rumbo.

Hoy el control parlamentario lo tiene el PRD a través de Rodrigo Gayosso; el hijastro ordena, pero muchos diputados comienzan a darse cuenta del costo que significa seguir por ese camino. En el PRD las cosas se complican, el panorama electoral se vuelve cada vez más adverso y el peso del gobernador Graco Ramírez se combina con el repudio que genera su hijastro. Ir a una elección bajo la sombra de estos dos personajes es suicidio.

Habrá que ver hasta dónde llega el control del dirigente del PRD en el congreso y hasta que punto los diputados aceptan seguir esa línea. El intento fallido de Gayosso de derrocar al alcalde de Cuernavaca costó muchísimo a los diputados, evidenció a nivel nacional la fuerza política del hijastro y victimizó a Cuauhtémoc Blanco.

Si el congreso no recupera su independencia y los diputados no se reconcilian con sus representados, los integrantes de este congreso habrán cancelado su futuro político.

·         nota

La campaña rumbo a las elecciones del 2018 comenzaron el lunes pasado. Quienes saben de política y entienden el escenario que se vive, arrancaron los trabajos rumbo a la sucesión desde el primer día de este nuevo año.

El desgaste de todos los partidos es enorme y el rechazo ciudadano hacia las figuras de poder no tiene antecedente. A nivel nacional el PRI, el PAN y el PRD se ahogan en los conflictos sociales que derivan del alza a las gasolinas; recordemos que los tres partidos impulsaron las reformas estructurales y los tres avalaron el incremento a los combustibles.

Localmente el PRD carga con la suma de errores del gobierno de Graco Ramírez y las ocurrencias políticas del hijastro incómodo. Hacía muchos años que no se advertía la debacle tan clara de un gobierno, ni se percibía con tanta puntualidad la derrota de un partido.

Como se ven las cosas es imposible pensar que el Sol Azteca retenga el control del gobierno estatal y el manejo del congreso (lo mismo se ve a nivel nacional en el caso del PRI). El PRD no tiene elementos sociales para apuntalar sus propuestas y sus últimas convocatorias sociales (la de ayer de Gayosso es el ejemplo más reciente) muestran su nivel de desgaste social y político.

Pero en Morelos no sólo el PRD se ve mal. También el PAN y el PRI se notan desarticulados y lejos de la sociedad. En Acción Nacional hay un marcado rompimiento interno y un evidente distanciamiento entre la dirigencia y el grupo parlamentario. En el PRI el comité estatal es obsoleto y como cada tres años aparece la división interna en la víspera de un proceso electoral. También los partidos emergentes se han quedado chicos frente a la expectativa social y muchos de ellos están destinados a desaparecer. Algunos opinan que la confianza de los ciudadanos se dará a los candidatos independientes.

Frente al enorme desgaste político y el mal humor social, el reto de los partidos es reestructurarse, reinventarse, unirse y recuperar la confianza ciudadana. No hay tiempo que perder, el proceso electoral está a la vuelta de la esquina y el esfuerzo que implica poner en orden a un partido y posicionar una candidatura es enorme.

Quien no inicie desde ahora los trabajos para el 2018 está destinado a fracasar.

·         post it

Mucho se ha especulado sobre la salida anticipada de Graco Ramírez del gobierno estatal. Formalmente su periodo termina en octubre del 2018, aunque algunos consideran que el perredista dejará el cargo antes para buscar un espacio que le brinde protección política.

Las señales sobre esta posibilidad son confusas: Graco ha dicho que se quedará hasta el final de su periodo, pero también ha declarado que quiere ser candidato presidencial. A su gabinete le informa que no dejará el puesto, pero también ha invertido muchos millones de pesos en la difusión de su imagen en todo el país tratando de posicionarse.

A algunos legisladores Graco les ha pedido tranquilidad ante los rumores de una posible salida anticipada; a otros les ha comentado su deseo de irse antes del primer semestre del 2017, una vez que concluya su presidencia en la Conago.

Se vaya o se quede, la situación de Morelos ya no cambiará, el daño que ha causado Graco Ramírez al estado es enorme y los costos de sus ocurrencias trascienden a su periodo de gobierno. La del PRD ha sido una administración desastrosa en casi todos los rubros, endeudó como nunca a la entidad, provocó un retroceso en el desarrollo y agudizó la crisis de seguridad.

Insisto: si Graco se va o se queda ya no es trascendente para el estado, porque nada cambiará. Para él la decisión es más importante, pues será la diferencia entre enfrentar directamente el declive de su administración y el hundimiento de su proyecto político o verlo a la distancia, guarecido en un espacio que le garantice impunidad .

En los tiempos actuales es muy riesgoso para cualquier gobernador concluir su mandato, sobre todo cuando se enfrenta un escenario social descompuesto o (como en Morelos) se tienen acusaciones sobre actos de corrupción y abuso de poder. Casi todos los gobernadores que han terminado su mandatos en los últimos dos años son señalados de irregularidades, enfrentan procesos administrativos y en algunos casos son sujetos de acciones penales. Graco Ramírez como Javier Duarte enfrentará un cierre de administración señalado por corrupción, negocios familiares, represión social y vínculos con la delincuencia.

No tengo claro si Graco Ramírez dejará la gubernatura antes de que concluya su mandato, pero esa decisión ya no es trascendente. Al único que beneficiaría esa decisión es al propio tabasqueño, pues sería un camino para tratar de evitar el juicio ciudadano y la crisis de fin de sexenio.

De cualquier manera, haga lo que haga, quien lo sustituya en el cargo en el 2018 será presionado socialmente para iniciar procesos legales en su contra y en contra de su familia.

Al tiempo.

·         redes sociales

La lucha contra el alcalde de Cuernavaca desgastó mucho al hijastro del gobernador; la pobre convocatoria al acto de ayer en contra del gasolinazo es una clara muestra de ello.

Rodrigo Gayosso equivocó el camino: en lugar de sumar, divide, en lugar de convencer, amenaza, en lugar de hacer amigos, se pelea. Nadie le explicó que el poder y el dinero es para hacer amigos.

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