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SERPIENTES Y ESCALERAS

El gasolinazo es la gota que derramó el vaso de la tolerancia ciudadana. En todo el país hay muestras de rechazo al aumento y resistencia civil ante las medidas adoptadas. El gobierno no ha sabido comunicar su decisión y la gente ya no cree en la palabra de los políticos. Tenemos una clase política cada día más rica y un pueblo cada vez más pobre.

 

El aumento del precio a las gasolinas no es el único golpe que ha recibido la economía de los mexicanos, pero parece ser la gota que derramó el vaso de la tolerancia social. Los últimos años han sido muy difíciles para nuestro país: la violencia ha provocado la muerte de cientos de miles de personas en los últimos diez años, la economía ha decrecido y la corrupción alcanzó niveles nunca antes vistos. El enfado de los ciudadanos es enorme: México está en un punto de inflexión que obliga a la clase gobernante a hacer un alto en el camino para tomar mejores decisiones o asumir las consecuencias de sus errores. La paciencia de la gente se acabó.

No hay manera de validar las decisiones que ha tomado el gobierno federal frente a la enorme crisis económica que agobia al país a pesar de los argumentos que ha dado el presidente Enrique Peña Nieto. El discurso oficial por el gasolinazo ha sido confuso, ambiguo y poco convincente; la estrategia de comunicación del gobierno de la república, en este como en casi todos los demás asuntos importantes de la nación, es terrible y termina confundiendo y ofendiendo más a la gente. Una de las razones de la debacle del presidente Enrique Peña Nieto es incapacidad para comunicarse con la ciudadanía.

En diciembre el gobierno federal hizo un vacío de información a pesar de que ya se sabía del aumento a los combustibles; durante semanas se dejó correr la especulación sobre el tema, dejaron que se abrieran muchos frentes y permitieron que diversos personajes politizaran el asunto. Cuando finalmente el ejecutivo dio la cara, lo hizo fuera de tiempo, con un pésimo discurso y sin argumentos sólidos que sustentaran la medida. El mensaje en lugar de convencer o dar certeza de que fue una decisión correcta, provocó enojo y mostró la debilidad del presidente.

Insisto: la estrategia de comunicación de Enrique Peña Nieto es terrible, su equipo de asesores no sabe informar, es temeroso, no mide tiempos y casi siempre actúa de manera reactiva. El del gasolinazo no es el único ejemplo de la mala prensa federal; otro ejemplo de la incompetencia del equipo de EPN es Ayotzinapa: el gobierno de la república tardó en reaccionar, luego no supo comunicar y al final quedó como el culpable de la desaparición de los estudiantes, cuando el responsable directo de esa tragedia es el PRD y sus gobiernos.

Pero el problema del gasolinazo no es sólo de comunicación, ese es sólo de los puntos que han hundido la imagen del presidente y tienen al PRI en el cuarto lugar de la carrera presidencial. Lo de fondo en esta historia, incluso, podría no ser el terrible aumento del costo de la vida en nuestro país como consecuencia del incremento constante de los impuestos y de diversos insumos. Lo que tiene más enfadado al ciudadano es la opacidad del gobierno federal y la impunidad que vive a la sombra del poder político. Explico:

Aunque el aumento de impuestos, insumos y servicios afecta de manera directa a millones de mexicanos y complica la operación de las empresas, los negocios y los comercios en nuestro país, lo que ofende más a la gente es que los gobiernos son un barril sin fondo que consume todos los recursos de nuestro país. La clase política de México ha demostrado ser sumamente ambiciosa, tenemos casos claros y documentados de corrupción en donde están involucrados personales de los tres niveles de gobierno y de todos los partido. El saqueo a las arcas públicas es enorme, los ejemplos están a la vista y a pesar de ello son muy pocos los casos en donde se aplica la ley.

Como ciudadano me lastima el incremento de la gasolina, pero me insulta que no hay certeza de que el dinero que capta el gobierno por esta vía se aplicará en programas sociales o en el mejoramiento de la infraestructura del país. A los mexicanos se nos ha cargado la mano con los impuestos, la nueva ley hacendaria es persecutoria y aunque en los últimos años el gobierno ha implementado diversas medidas para obtener más recursos, lo único que crece es la corrupción entre la clase política.

Ayer el presidente Enrique Peña dijo que “se nos acabó la gallina de los huevos de oro” al anunciar que la medida del gasolinazo es porque el mayor yacimiento petrolero de México (Cantarell) se ha agotado; antes preguntó a los ciudadanos “¿Qué hubieran hecho ustedes?” frente a la crisis financiera que enfrenta nuestro país. El discurso del presidente, insisto, es cambiante, no es concluyente y pareciera buscar diferentes salidas ante la crisis. En lugar de convencer, enfada.

El ciudadano podría entender que la decisión de aumentar el precio de las gasolinas era inevitable, pero no puede aceptar que por un lado se apriete el cinturón de los ciudadanos y por otro se permita la corrupción de la clase gobernante. Frente a la noticia del aumento de los alimentos, aparecen historias de políticos que viven como reyes (Duarte), otros que se dan vida de lujo y viajan cada a semana a Estados Unidos (Anaya) o que se enriquecen de manera ofensiva a costa del estado que gobiernan (Graco).

Eso sin contar el ofensivo presupuesto asignado a los partidos, los insultantes sueldos de magistrados que mensualmente cobran más de lo que cuesta una casa de interés social, los bonos que se otorgan los legisladores federales, las canonjías que tiene la burocracia dorada de México, las pensiones de los ex presidentes o la compra del avión presidencial. Mientras por un lado se obliga a los ciudadanos a cargar otra vez con el peso de la crisis, la burocracia dorada y la clase política siguen gozando de las mieles del presupuesto y se dan el lujo de robar sin temer a las consecuencias.

La paciencia de los mexicanos se ha agotado. El gasolinazo es la gota que derramó la paciencia popular y está obligando a la clase política a revisar las consecuencias de los actos que toman.

Se puede entender una decisión dura ante una situación de crisis, pero es imposible aceptar que sólo los que menos tienen se aprieten el cinturón.

La corrupción lastima más que la crisis… y la impunidad ofende más que la corrupción.

  • posdata

La universidad de Morelos vive tiempos aciagos. Por primera vez en la historia moderna (¿en toda su historia?) nuestra máxima casa de estudios no pudo cumplir con el pago de la nómina y ello provocó la movilización de uno de los sindicatos.

La crisis de la UAEM es grande, se arrastra desde hace varios años y tiene que ver con el costo de las jubilaciones y pensiones. Lo que hoy provoca el incumplimiento de compromisos económicos con los trabajadores, empero, no es sólo eso, se combina con la crisis económica federal. Más claro: la federación prometió un apoyo extraordinario que hasta ahora no ha llegado y tampoco ha radicado los recursos que corresponden a la UAEM para este año; obviamente eso derivó en la falta de pago de sueldos y la segunda parte del aguinaldo.

En este difícil momento universitario leo y escucho voces que exponen razones a favor y en contra de Alejandro Vera. Algunos atizan el fuego, culpan al rector del retraso de pagos sin tomar en cuenta que el incumplimiento es debido a que no hay dinero, no porque Vera no quiera dárselos. La contraparte dice que es un ataque más del gobierno de Graco y otro intento por desestabilizar a la comunidad universitaria.

Personalmente creo que hoy estamos frente a un hecho distinto de esas hipótesis. No dudo que exista algún descuido en la previsión financiera o que algunos traten de politizar el asunto, pero pienso que lo de fondo en el problema actual rebasa al rector Alejandro Vera y al propio gobernador Graco Ramírez. El gobierno federal no ha entregado a la subsecretaría de educación los recursos para las universidades del país (la UAEM no es la única que está en crisis) y por tanto los gobiernos locales (como el de Morelos) no han trasladado ese dinero a los rectores.

Lo de fondo, insisto, es que la federación no tiene dinero (por eso el gasolinazo) y su atraso es una bola de nieve que pega a muchas instituciones. Mientras la federación no cumpla sus compromisos y otorgue a las universidades el dinero que les corresponde, no habrá manera de que se pague a los trabajadores.

En este caso concreto no veo mano negra de Graco, ni mucho menos mala voluntad de Alejandro Vera. Otras universidades están viviendo situaciones similares, en varias se han colocado banderas de huelga y en todos los casos la razón es la falta de pago a los trabajadores.

¿Cuándo les van a pagar? Simple: cuándo el gobierno federal entregue el dinero.

  • nota

La fortuna económica no ha sido suficiente para el hijastro de Graco Ramírez. El poder que tiene Rodrigo Gayosso como dirigente del PRD, pero sobre todo como hijastro del gobernador, no satisface a un hombre que ahora pretende encumbrarse en el poder estatal.

Gayosso ha dicho que quiere ser gobernador de Morelos, lo ha comentado en reuniones sociales, en encuentros políticos e incluso ha buscado pactar con algunos otros actores de su mismo partido.

A finales del año pasado, en medio de la crisis mediática que le generó el enfrentamiento con el alcalde de Cuernavaca, Gayosso se sacó de la manga la declaración de que buscaría la dirigencia nacional del PRD. “He ganado todo en Morelos” dijo el novel perredista.

El problema no es la aspiración política de Gayosso, ni tampoco su evidente ambición económica, lo que ha fallado en la estrategia de Rodrigo es su personalidad, su carácter explosivo y su actitud avasalladora.

La fuerza política y los recursos económicos con los que cuenta el hijastro son muchos, pero en lugar de utilizarlos para convencer y sumar, los usa para comprar y agredir. Muchos personajes están de su lado por conveniencia financiera o miedo personal, pero pocos (muy pocos) continuarán con él una vez que pierda la fuerza que le da Graco.

Rodrigo Gayosso ya no tiene condiciones para aspirar a la gubernatura y no pinta en la política nacional. Sus posibilidades de continuar en la vida pública dependen del control que aún tiene en su partido, pero si continúa con la línea agresiva que le ha caracterizado, ni eso le librará de un proceso como el que hoy enfrenta el hijo de Guillermo Padrés.

Lo dicen los clásicos: la política y el poder son para hacer amigos.

  • post it

Hasta ahora el alcalde de Cuernavaca ha librado los obstáculos que le han puesto en el camino y ganó las últimas cuatro batallas legales que ha tenido con el gobierno estatal y los diputados.

A pesar de ello la capital de Morelos no está bien y no va a salir adelante. Los problemas políticos entre Cuauhtémoc Blanco y Rodrigo Gayosso hicieron del ex futbolista una víctima de la clase política y le permitieron sortear la crisis social que enfrentando por la mala calidad de los servicios en la ciudad. Las lágrimas del edil en su informe acapararon la atención de la prensa y nos hicieron olvidar el contenido del acto de rendición de cuentas. Cuándo Cuau empezó a moquear, nadie reparó que no informó nada.

Pasada la crisis política Cuernavaca poco a poco vuelve a la normalidad. Hoy el alcalde se nota tranquilo porque ganó las primeras batallas, pero olvida que no podrá gobernar por el camino que sigue. Independientemente de las aspiraciones políticas del ex futbolista, como autoridad municipal necesita tener interlocución con otras instituciones.

Cuauhtémoc Blanco debe revisar su equipo y necesita abrir canales de diálogo con el congreso y con el ejecutivo. No puede ir en contra de todos.

A pesar de lo que el ídolo opina de los políticos, en la cancha en la que hoy juega no puede gobernar sin aliados.

  • redes sociales

En el Morelos de las locuras, ahora el PRD exige a Graco Ramírez que dé marcha atrás al tarifazo.

¿Qué sigue? ¿Pedirá Gayosso al gobernador que su familia deje de hacer negocios en el gobierno?

  • es viernes

… Y hoy toca.

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