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ITINERARIO POLÍTICO

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Duarte: ¡90 días y… contando!

 

Ricardo Alemán

Y es que —como saben—, a pocos días de la desaparición de Duarte, la autoridad federal casi lo atrapa en uno de sus primeros refugios, en Chiapas. Sin embargo, una poderosa organización —presuntamente criminal—, lo habría trasladado “a un lugar seguro”.

Hoy, Duarte, no solo es el hombre más buscado por la justicia mexicana —más que los propios narcotraficantes—, sino que se ha convertido en símbolo de la corrupción política de nuestro país, sea que se trate de políticos de PRI, PAN, PRD y Morena.

Además, Duarte puede significar uno de los mayores lastres para el PRI —en cuanto a imagen y preferencias electorales—, en las elecciones de junio próximo y las federales de 2018. Y es que a la menor provocación sobre actos de corrupción, la referencia elemental será el veractuzano Duarte.

En el fondo, Duarte será el emblema que podrían enarbolar los adversarios del PRI en sus propuestas contra la corrupción. Y la razón es elemental: la inmoralidad y la ambición sin límite de Duarte no acaban de sorprender a propios y extraños.

En realidad —,y luego de conocer el tamaño del desfalco en Veracruz—, queda claro que Duarte y su grupo más cercano fueron una verdadera máquina depredadora del dinero público, que debió servir para el bienestar de los Veracruzanos.

Pero el mayor escándalo no en la ambición desmedida de Duarte y tampoco las montañas de dinero que hurtó. No, el verdadero escándalo es la  maquinaria casi perfecta que diseñó el grupo de saqueadores —encabezados por Duarte—, que no llegaron a gobernar sino a saquear las arcas públicas.

Y, en efecto, es incuestionable el enojo social por pillos como el Duarte de Veracruz, entre muchos otros. Sin embargo, también es cierto que para hacer posible la maquinaria casi perfecta que saqueó Veracruz, no se necesitaron dos, ni tres ni cinco cómplices… En realidad se requirió de la complicidad de todo el aparato institucional del Estado mexicano.

¿De qué estamos hablando?

De que Duarte no pudo saquear las montañas de dinero público que se llevó, sin la complicidad de cada uno de los partidos representados en el Congreso de Veracruz; sin la simulación del Congreso de la Unión, —diputados federales y senadores—, y sin la complicidad de su partido, el PRI.

¿Dónde estaba el PAN, sus diputados, senadores y dirigentes estatales y nacionales, durante los seis años que Duarte saqueó Veracruz?

¿Donde estaban los jefes del PRI, del PRD, y de otros partidos, cuando Duarte saqueó Veracruz?

Peor aún, es público que Andrés Manuel López Obrador, el dueño de Morena, pactó una alianza electoral con Duarte para tratar de contener al PAN y al PRD.

Por eso las preguntas. ¿Qué responsabilidad tienen López Obrador y su alianza solapadora, en el saqueo de Duarte? ¿Cuánto del dinero que saqueó Duarte fue usado para la campaña de Morena en Veracruz? 

Vale recordar que durante toda la campaña electoral para relevar a Duarte, el señor AMLO nunca cuestionó siquiera con el pétalo de una rosa al goberandor veractuzano. ¿Por qué AMLO pactó políticamente con un pillo del tamaño de Duarte, formalmente gobernador del PRI?

Pero lo más grave es que mientras que en México nadie voltea a ver las redes de complicidad política y criminal de Duarte, en los últimos 90 días el ex virrey de Veracruz va por el mundo a salto de mata, usando documentos falsos, huyendo de la justicia y causando un daño irreparable a la democracia mexicana.

Pero no, el enojo y el descrédito de la democracia mexicano no es solo por pillos como Duarte. No, también por pillos como Guillermo Padrés, Armando Reynoso Femat, los dos del PAN y Narciso Agúndez del PRD, entre muchos otros.

Lo cierto es que nigún partido se salva.

Al tiempo.

Ámbito: 
Nacional
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