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SERPIENTES Y ESCALERAS

 

La violencia en Morelos parece imparable. En 17 días se han registrado 30 ejecuciones que incluyen personas descuartizadas, calcinadas o asesinadas dentro de sus casas. Las cosas se complicaron cuando los políticos metieron la mano a las estrategias de seguridad.

Igual que el año anterior, el 2017 inició en Morelos con violencia. Hace un año a estas fechas aún no salíamos de la conmoción que causó la ejecución de la alcaldesa temixquense Gisela Mota, asesinada dentro de su casa y frente a su familia. Hoy somos testigos de diversos hechos de violencia que ocurren en todos los puntos del estado, incluyendo la capital y la zona urbana. Morelos no es un estado tranquilo ni seguro, el modelo de seguridad denominado Mando Único fracasó y la ciudadanía reclama los altos índices de inseguridad. Frente a la crítica ciudadana el gobernador cambió el nombre a la policía, pero mantuvo la estrategia y personal.

Desde hace varios años el discurso de seguridad en Morelos se basa en falsedades: el jefe del ejecutivo presume que vamos bien a sabiendas que estamos mal. Morelos ocupa un lugar principal en la comisión de delitos de alto impacto y recurrentemente es mencionado en las notas periodísticas por hechos de inseguridad; el gobierno estatal afirma lo contrario, dice que no pasa nada, que somos territorio de paz y ejemplo de resultados a nivel nacional.

Ya no se trata de convencer al gobernador de que su estrategia de seguridad ha fallado ni de que las cifras que le presenta su equipo son incorrectas. El primer interesado en negar la realidad es el propio Graco Ramírez, pues aceptar que las cosas no van bien echa por tierra su discurso nacional y anula sus expectativas políticas futuras.

En las primeras dos semanas de enero hemos visto hechos que sorprenden y alarman: hasta este martes el conteo de personas ejecutadas sumaba 30 (más de uno por día) y en las últimas 24 horas han aparecido cuerpos calcinados, desmembrados, han ocurrido balaceras en colonias populares y una ejecución en una de las zonas residenciales más exclusivas de la capital, a unos metros de la residencia oficial del gobernador.

Los relatos de terror en Morelos se vienen contando desde hace varios sexenios, pero se han ido agudizando con el tiempo. Con Carrillo Olea escuchamos historias de narcotráfico y padecimos una terrible oleada de secuestros orquestados desde la procuraduría; con Estrada Cajigal se dio entrada a diversos grupos delictivos y se acusó al mandatario de pactar con cárteles de la droga. A Marco Adame se le acusó de dar protección al narco y explotó la bomba de violencia luego de la muerte de Arturo Beltrán Leyva; con Graco estamos viviendo lo peor de los últimos tres sexenios: secuestros, ejecuciones, balaceras, levantones, extorsiones… y de nueva cuenta se dice que existe un fuerte vínculo entre los cárteles de la droga y este gobierno.

El problema de fondo es que desde hace varios años los hombres y las mujeres del poder han politizado la seguridad. Antes los asuntos de policía se mantenían al margen de los partidos, las estrategias de seguridad se respetaban y en ningún caso se tomaban los hechos de violencia como parte de un discurso para ganar votos. La historia cambió cuando los políticos utilizaron estos temas como parte de sus campañas, cuando los hombres y mujeres de poder metieron la mano a la estrategia y los esquemas de seguridad quedaron sujetos a los vaivenes del poder. Hoy vemos las consecuencias.

Graco Ramírez fue uno de los primeros personajes políticos en Morelos en utilizar la seguridad como una bandera de partido para ganar votos: lo hizo en la época de Jorge Carrillo Olea y lo repitió con Sergio Estrada; hoy reclama a los partidos que se monten en esa ola, pero el tema es tan rentable que ningún actor de poder se quiere quedar fuera de ese debate a pesar de que saben las consecuencias sociales que eso trae consigo. Desde el gobierno Graco sigue usando la seguridad como una herramienta para ganar votos.

Carlos Peredo Merlo, Agustín Montiel López, Luis Ángel Cabeza de Vaca y Alberto Capella fueron y son actores políticos que opinan de la vida pública, debaten con los partidos y tratan de influir en el ánimo del electorado. Cuando los responsables de la seguridad y la procuración de justicia del estado cambiaron de rol y tomaron los micrófonos, las cosas comenzaron a complicarse. Los policías se volvieron actores de poder.

Lo que vemos en Morelos es consecuencia de muchas cosas y de muchos gobiernos. No se puede culpar sólo a Graco de los altos índices de inseguridad que padecemos, pero tampoco se le puede excluir de la responsabilidad personal que ha tenido en esta historia. Graco Ramírez politizó la seguridad desde la oposición y la sigue politizando desde su gobierno.

El costo que los ciudadanos seguimos pagando por las ocurrencias de los políticos en materia de seguridad es enorme y se cuenta en vidas humanas. Muchos personajes de todos los sectores y estratos sociales han sufrido en carne propia la violencia y pagado con dinero o con sangre la inseguridad. Los gobiernos se niegan a ver esa situación, recurren a salidas fáciles como echar la culpa al de atrás e intentan manipular la realidad con campañas publicitarias que cada vez tiene menos impacto.

El problema de inseguridad en Morelos es real, es enorme y no tiene una solución sencilla. Lo visto en los últimos días mata el discurso oficial y vuelve a poner sobre la mesa la urgencia de pedir ayuda a la federación.

Pero lo de fondo en esta historia no es la estrategia de seguridad: pueden cambiar al titular de seguridad, pueden llegar las fuerzas federales o se podría regresar el control de las policía a los alcaldes, pero nada de ello funcionará si la seguridad se sigue politizando y los actores de poder insisten en hacer de los problemas de violencia e inseguridad un instrumento de canje político.

  • posdata

La dirigencia del PAN cumplió lo prometido: cambio al coordinador de su partido en el congreso de Morelos. Juan Carlos Martínez Terrazas de nueva cuenta echó mano de sus atribuciones estatutarias para remover al jefe del GPPAN; es la segunda ocasión que lo hace.

La decisión podría pasar desapercibida si no se tratara de un nuevo berrinche del joven dirigente panista. Terrazas actúa con el estómago, toma decisiones al calor de un enfado y recurrentemente se equivoca. Todo lo que criticó de la Sagrada Familia lo está repitiendo, simplemente en sentido contrario.

El cambio en la coordinación parlamentaria se acató en el grupo legislativo, pero no se tomó de buena manera. Terrazas se equivocó al destituir a su diputado a través de una misiva pública y luego no supo procesar bien la decisión, lo cual quedó de manifiesto con la ausencia de Carlos Alanís a la presentación de Víctor Caballero y los rostros de los legisladores.

El problema, insisto, no es el cambio de coordinador parlamentario (en la legislatura antepasada el PRI cambió en seis ocasiones de jefe de grupo), lo más grave es que el PAN en Morelos se ha convertido en un Club de Tobi donde sólo caben los amigos y sólo se valen aplausos. Juan Carlos Martínez Terrazas está dejando ir la enorme oportunidad de regresar al PAN al gobierno.

Acción Nacional Morelos ha perdido la esencia que tuvo en otros tiempos; no me refiero a nombres o circunstancias coyunturales, sino a la agenda social que en algún momento distinguió a ese partido y que hoy no se ve por ningún lado.

Juan Carlos Martínez Terrazas es un presidente de chocolate: no fija postura en temas importantes del estado, no tiene agenda de partido, no tiene agenda social, no tiene relación con las demás fuerzas políticas ni tampoco trato con los grupos ciudadanos del estado. El PAN es, insisto, un Club de Tobi, un espacio de Charolastras, una cofradía de muchachos con muchos resentimientos y ganas de revancha, pero sin inteligencia política ni conciencia social.

El cambio en la coordinación parlamentaria no cambia nada, Víctor Caballero es, como su apellido, un caballero, un hombre cabal y decente que ninguna culpa tiene de los arrebatos de su dirigencia. El doctor Caballero toma la coordinación en un momento muy complejo para su partido, pues por un lado hay amplias posibilidades de que el PAN se reposicione, pero por otro se nota la ausencia de su partido en la agenda política y social del estado.

Igual que en el PRI, en el PAN la dirigencia no ayuda a la construcción de un proyecto político ganador, ni tampoco ofrece a los ciudadanos una buena razón para votar. El PAN ha sido tomado por asalto por un grupo que guarda profundos resentimientos contra los panistas tradicionales, pero no ha hecho nada para formar nuevos cuadros, impulsar liderazgos frescos y construir una plataforma ciudadana. Terrazas tiene la firmeza para imponer decisiones de partido, pero no tiene la capacidad para construir su liderazgo.

El panorama del panismo rumbo al 2018 no pinta nada bien: se fueron los gandayas y llegaron los berrinchudos.

  • nota

Ayer por la mañana un grupo de perredistas anunciaron su salida del PRD y suma a las filas de MORENA. Los rostros que aparecieron al lado de la secretaria general del partido son conocidos en Morelos; había ex diputados, ex alcaldes, ex regidores y muchos fundadores del PRD en la tierra de Zapata.

El golpe que da MORENA al PRD es fuerte, aunque la dirigencia trate de minimizarlo. El hijastro del gobernador sabía que se avecinaba una desbandada e intentó de diferentes formas evitarla; Gayosso hablo con varios de quienes hoy se volvieron Morenos, les ofreció espacios en el gabinete, candidaturas en las próximas elecciones y apoyo económico inmediato, al darse cuenta que las ofertas no eran aceptadas pasó a las amenazas, pero tampoco sirvió.

La crisis en el PRD es grave y se agudizará más conforme pase el tiempo. Los de ayer fueron sólo algunos de los varios personajes perredistas que han decidido abandonar el barco; en las siguientes semanas habrá nuevas adhesiones de personajes de la vida pública y social de nuestro estado a MORENA.

El problema del PRD es multifactorial: el desgaste nacional del partido es grande, el peso de Graco es enorme y la conducción de Gayosso es abominable. Muchos perredistas dan por sentado que su partido está en riesgo de perder el registro en las próximas elecciones y están convencidos que el dinero no será suficiente para rescatar un barco que está naufragando. “Rodrigo le metió mucho dinero a Cuernavaca y mandó a Messeguer al cuarto lugar” comenta un perredista cercano a la cúpula de poder.

El PRD ha dejado de ser una opción electoral, ha perdido su esencia social y dejó de ser una representación de izquierda. Aquel perredismo combativo y congruente que vimos muchos años, fue rápidamente aniquilado por una nueva generación de perredistas afectos al dinero, a los lujos y a las comodidades del poder. En el partido hay dos tipos de militantes, me comentó hace varios años el diputado Jorge Messeguer: “están los del pe-erre-de (en español) y estamos los del pi-ar-di (en inglés)”

Muchos perredistas han perdido el ánimo de participar en el Sol Azteca: no están de acuerdo en la forma como lo conducen a nivel nacional y estatal, resienten el actuar del gobierno de Graco Ramírez y saben que no tiene cabida en los planes electorales del hijastro.

El perredismo morelense dejó de ser un espacio de representación social y lucha democrática. Su nueva definición es Partido Repartidor de Dinero (PRD).

  • post it

El Movimiento de Regeneración Nacional es la moda partidista. Muchos dan por sentado que es una opción ganadora y sus dirigentes comienzan desde ahora a ofrecer espacios del gobierno federal. “Las candidaturas serán para los mejores, pero si no alcanzan un espacio ahí, tendremos muchos espacios más en las delegaciones federales y el gobierno de la república; hay lugares para todos” promete Radamés Salazar Solorio (hermano de Rabín), el hombre que toma las decisiones en MORENA.

Es claro que el partido de López Obrador aventaja en la carrera presidencial y tiene muy altas posibilidades de ganar las elecciones del 2018 en la república, pero ese escenario no se repite en automático en todos los estados. En Morelos MORENA no ha sabido consolidarse como partido, es manejado a partir de ocurrencias y carece de una buena estrategia de comunicación.

MORENA está abriendo las puertas a todos sin detenerse a pensar en lo que aportan al proyecto; ítem más: sus dirigencias (la oficial y la de facto) no tienen consistencia política ni tampoco capacidad de operación social y comunicación pública; son un interesante grupo de ciudadanos que se mueven como activistas, pero no saben estructurarse como partido.

Cada día son más los que se suman a MORENA y muchos de ellos llegan con una aspiración electoral. La pregunta clave ¿Les alcanzarán las candidaturas para todos?

  • redes sociales

Después de lo ocurrido al vocero del gobernador, sería absurdo que el gobierno insistiera en el discurso de que Morelos es seguro y no pasa nada… ¡Pero lo harán!

¿Cómo lo informarán? ¿Cómo un hecho aislado? ¿Cómo un reto de la delincuencia? ¿Cómo un ataque de la oposición?

Comentarios para una columna que tararea: eolopacheco@elregional.com.mx

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