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Niños kamikaze en escuelas

Los niños kamikaze llegaron a las escuelas, emulando a los jóvenes estadounidenses que masacran a muchos y después se pegan un tiro. Y es justo cuando uno comprueba cuán grande le quedó la Secretaría de Educación a Aurelio Nuño, y de qué poca monta es la reforma pomposamente llamada educativa y que a medias se ha quedado en lo laboral, que en el caso Monterrey no contempló a la educación que imparten los colegios privados. A ellos y sus maestros, ¿quién los vigila y los evalúa?

¿Y el DIF, cuya misión es precisamente procurar la unidad familiar, sólo es una simple figura decorativa para que la primera dama salga en las revistas “Hola” presumiendo la casa blanca o en “Vanidades”?

¿Qué explica que un jovencito de una familia que aparentemente no tiene problemas internos, mucho menos económicos, sólo por el simple hecho de ser, como su padre, aficionado a las armas, se le ocurra un mal día bañar de sangre el colegio en el que supuestamente recibe instrucción y es formado para el futuro?

¿Los videojuegos, que dan puntos según sea el nivel del rival al que se mate? ¿Las tele-no-verlas de narcos que abundan en nuestra gloriosa, desinteresada y cultural televisión mexicana?

Es más fácil entender las razones que llevaron al niño sicario, “El Ponchis”, a convertirse en lo que fue: padres que lo abandonaron, abuela ya mayor incapaz de contenerlo, formación callejera, las malas compañías, el dinero fácil, y la venta sobreexplotada de la imagen para los jóvenes de que vale más vivir cinco años de gloria y placeres con el dinero del crimen y de las drogas, que una vida mediocre y de miseria.

Lo dicho: dos de las instancias más importantes que si funcionaran de acuerdo al diseño institucional serían el pilar de nuestro desarrollo, han probado su ineficacia: la Secretaría de Educación y el Sistema DIF Nacional.

Y volvamos a los problemas de fondo: ¿realmente los que pueden pagar una escuela privada pueden estar seguros del colegio, de la capacitación que reciben los maestros, de una formación mejor que la pública y, por sobre todo, de la seguridad de los hijos?

Es sumamente curioso que el secretario Nuño jamás haya explicado cómo impactaría la famosa reforma educativa en lo que toca a los colegios particulares, y mucho menos cada cuánto habían de ser evaluados los directivos y los profesores de esos planteles.

Pero volvamos al motivo del problema: ¿qué obliga a los jovencitos a convertirse en niños kamikaze?

Zonas marginadas y de altos niveles de delincuencia las hay en todo el país, más hoy en día. En el caso de los pocos pudientes, sumado a la desintegración familiar, las frustraciones y carencias, el rencor acumulado si se suma el ingrediente de violencia, contribuyen a generar el caldo de cultivo para los niños kamikaze. Pero, ¿en el caso de las escuelas cinco estrellas?

Nos dirán que los traumas no respetan clase social. Intentarán hacernos creer que se trata de casos aislados, cuando el bullying está a la orden del día. ¿O es sólo que traen a la mesa el tema cuando quieren distraernos de algo más importante?

Sin afán de buscar culpables, sino soluciones, ¿qué estamos haciendo mal los padres de familia para que esto ocurra? ¿Qué falta en las escuelas para evitar casos como el de Monterrey? De las autoridades ni preguntar, porque, como he dicho, tanto la Secretaría de Educación Pública como el Sistema DIF nacional no cumplen sus encomiendas: están reprobadas.

Ignoro las respuestas, pero las intuyo…

Cuando en un hogar todos los integrantes de la familia, sentados en torno a la mesa, están jugueteando con su celular cada uno por su lado, descubrimos el síntoma inequívoco de la ausencia de necesidad de comunicarse entre ellos directamente, cambiando ese privilegio por un mundo virtual.

Es sólo que la familia, la educación y la vida no son virtuales… Y ya lo estamos viendo…

 

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