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SERPIENTES Y ESCALERAS

La elección que viene será distinta a las demás: el mal humor social y la polarización del estado serán factores que influirán en el votante. El ciudadano está harto de los conflictos políticos y los pleitos de poder. Quien quiera ganar debe apostar por algo distinto.

 

Muchos actores de la vida política del estado aspiran a ser gobernador, pero pocos siguen el camino correcto. Antes, las elecciones se ganaban con dinero, con estructura y con el apoyo del gobierno; hoy se requiere de mucho más que eso, se necesita un buen candidato, manejo de imagen, buena comunicación, muchas alianzas y sobre todo ganar la confianza ciudadana. La mezcla partido-candidato será determinante en el próximo proceso: un buen candidato en un mal partido tiene una carrera cuesta arriba, pero un mal candidato en cualquier partido es imposible que gane.

A lo largo de varios meses he podido ver y escuchar diversas estrategias para ganar la elección del 2018. Algunos, los clásicos, piensan que organizando eventos masivos, entregando beneficios o bajando recursos federales están pavimentando el camino del triunfo. Esos mismos piensan que la nominación de su partido será resultado de su fuerza política, de sus amarres nacionales o de la presión que ejerzan. Con eso y dinero, la elección está en la bolsa, piensan.

Otros, los que observan con más atención las cosas, entienden que la gente ha dejado de responder a las fórmulas tradicionales y a pesar de que acuden a los llamados y reciben los apoyos que les dan, votan en función de otras circunstancias. Tener una buena imagen pública y establecer buenos lazos de comunicación y empatía con el ciudadano ha resultado ser mucho más efectivo que el manejo de la estructura y la distribución de dinero.

Morelos es ejemplo de cómo han cambiado las cosas en las campañas. El primer gobernador de este siglo, Sergio Estrada Cajigal, ganó la elección al partido del estado a pesar de no tener ni los recursos ni la propuesta más convincente. El panista tampoco se apoyo en la estructura del partido (AN nunca ha tenido estructura) ni tuvo que hacer grandes cosas para alzarse con un triunfo contundente. Lo que si hizo fue contrastar con los candidatos de siempre y ponerse en los zapatos de la mayoría de los votantes.

Jorge Messeguer es otro ejemplo de cómo han cambiado las cosas en las elecciones. El ahora secretario de transporte era el candidato del gobernador y tuvo mucho más dinero y recursos en campaña que cualquier otro contendiente. El problema de Messeguer es que era un mal candidato, nunca prendió entre la gente ni logro ganarse la confianza del votante. Aunado a ello Messeguer cargó con el desgaste del gobierno estatal y titubeó en su discurso: unas veces era graquista y otras decía que era lo opuesto. A pesar del dinero y el inmenso apoyo gubernamental, Meseguer quedó en cuarto lugar, abajo incluso de un muy desangelado Luis Miguel Ramírez.

Las elecciones del año pasado en doce estados del país son ejemplos claros de que el modelo tradicional ha caducado. En varias entidades del país se hicieron campañas de estado, se volcaron recursos públicos a favor del candidato oficial y recurrieron a la propaganda negra para tratar de aniquilar al rival. Los resultados dejaron sorprendidos a todos: nadie, ningún partido, estaba preparado para los resultados que dejó la jornada electoral.

Estas y otras historias más deben tomarse en cuenta en Morelos de cara al proceso de sucesión. En Morelos hay muchos elementos que influirán en el ánimo del votante y podrían determinar el futuro no sólo de las elecciones. Igual que está sucediendo en los estados donde hubo cambio de gobierno, en Morelos podríamos ver una convulsión social y política que derive en acciones penales y administrativas contra los integrantes del gobierno saliente y sus familias. El mensaje más atractivo de las próximas campañas será la oferta de proceder legalmente contra el actual gobernador y cualquiera que gane la elección tendrá mucha presión pública para fincar responsabilidades a los neovisionistas. Así pasó en las elecciones del año pasado.

Diseñar la campaña del 2018 en Morelos tendría que partir de elementos distintos a los tradicionales. No se trata de dejar de lado las estructuras de los partidos o los movimientos internos necesarios para ser candidato; lo que es indispensable es que se haga mucho más que eso, que se establezca una ruta crítica que desde ahora tome en cuenta la opinión pública e incluya un buen manejo de imagen.

Pero sustancialmente se trata de buscar un candidato diferente a lo tradicional, que no cargue un pasado oscuro o pertenezca a los grupos de siempre. Lo idea tendría que ser ofrecer a la gente una propuesta fresca, distinta, sensible a los requerimientos de la población y que responda a las demandas que tienen la mayoría. Alguien menos político y más ciudadano.

Entendamos que el mal humor social es enorme en todo el país y particularmente alto en Morelos, que nuestra sociedad está muy politizada y sumamente informada de lo que ha pasado y sigue pasando en nuestra entidad. Es difícil encontrar hoy una persona que no esté al tanto de lo que ocurre, que no se de cuenta de las acciones del gobierno, de las decisiones de los diputados o de la postura de los partidos. Los medios de comunicación influyen mucho en ese escenario, pero las redes sociales se han convertido en el motor de un cambio que no se podrá parar con dinero ni con estructuras.

A poco menos de dos años de la elección y uno de que arranquen las campañas, el diseño de una estrategia es clave. Quien quiera obtener el triunfo en el 2018 debe entender la importancia de tener alianzas sólidas, de desactivar puntos de crisis, de salirse del escenario de desgaste y de comenzar a construir una imagen de unidad que proyecte acciones positivas.

Es imposible pensar que en el 2018 en Morelos gane alguien cuyo sello sea la confrontación, que este enemistado con la mayoría, que represente caos y guste del pleito. Graco tuvo que cambiar esa imagen para ser candidato y mantenerla hasta ganar la elección; su crisis y debacle comenzó cuando se salió de esa línea y regresó al camino del choque y la pelea.

Cuatro años de conflictos en Morelos han sido suficientes para que el ciudadano entienda lo peligroso y nocivo que resulta para todos tener al frente del gobierno a alguien que apueste por la opresión. Este tiempo ha polarizado a la sociedad, pero sobre todo ha unido a la mayoría en contra de un hombre que no ha querido entender que no se puede gobernar sólo con acuerdos nacionales y a contrapelo de la opinión de la gente.

Si una lección debieron entender los políticos de nuestro estado en estos últimos cuatro años de gobierno, es que la gente ya despertó y que nunca hay enemigo pequeño.

  • posdata

Al arrancar el segundo periodo de sesiones del segundo año legislativo el congreso local hizo un llamado a la unidad. La presidenta Beatriz Alatriste llamó a la cordura, a la conciliación y a la suma de voluntades. El mensaje aparece en un momento interesante, luego de un reacomodo de fuerzas al interior de la cámara y un ambiente eminentemente electoral.

El congreso ha enfrentado tiempos complejos en los últimos meses, en repetidas ocasiones ha estado en el ojo del huracán y sus integrantes han sido seriamente vapuleados por la opinión pública y los grupos organizados. El llamado de la diputada es oportuno, es interesante y podría calmar la situación dentro de ese poder.

Hoy el PRD tiene el control total del congreso y los votos suficientes para hacer lo que desee. A pesar de ello el escenario no se ve sencillo para nadie: la sociedad está molesta con la clase política, el proceso electoral está a la vuelta de la esquina y el gobierno federal está urgido de legitimarse; esto último, lo hemos visto últimamente, se refleja en acciones contra autoridades de todos los partidos. Ya han procedido contra priístas y panistas, falta alguien del PRD.

Lo que más conviene al congreso es atender el llamado de la presidenta y establecer una nueva conducta legislativa. No se ve bien que la sede de los diputados este tomada y tapizada de lonas que acusan a los diputados; tampoco es bueno que el ingreso al recinto tenga que ser por la parte trasera o que en el transporte público aparezca el rostro de los legisladores, acusándolos y señalándolos por sus actos como representantes populares.

El congreso y toda la clase política tendría que reflexionar sobre el momento que vivimos, sobre el enorme desgaste de las instituciones y el creciente enfado de la población. El tiempo que le resta a esta legislatura, si sus integrantes aspiran a seguir en la actividad pública, tendría que ser para limar asperezas, para retomar una agenda social y tratar de revertir los problemas en los que se han metido.

El llamado a la unidad al que convocó Bety Alatriste es lo más sensato que se ha dicho últimamente desde esa tribuna.

  • nota

La universidad logró conjurar la huelga con los dos sindicatos; luego de varios días de intensas negociaciones la rectoría llegó a buenos términos con los representantes de los trabajadores y evitó el estallamiento programado para el primer día de este mes de febrero.

No ha sido ni será fácil la marcha de la UAEM en el terreno económico; lo mismo que muchas universidades públicas del país, la de Morelos enfrenta un severo problema financiero que tiene que ver con el régimen de pensiones y jubilaciones. Aunado a ello la crisis económica del gobierno federal ha retrasado la llegada de los apoyos pactados y comprometido la marcha de nuestra máxima casa de estudios.

Todavía veremos momentos críticos en la universidad y seguramente habrá mucha presión para que los problemas estallen en el rostro del rector. Políticamente hablando, Alejandro Vera se ha convertido en foco de atención de varios aspirantes a la gubernatura que lo ven como un adversario o aliado (según el caso) en la lucha electoral que comenzó desde el primer día de este 2017.

A Alejandro Vera se le tiene que observar en dos escenarios: como el rector que está a punto de concluir su gestión y como el actor político que eventualmente competirá por un cargo de elección popular en el 2018. En lo primero son evidentes sus logros y el impulso que ha dado a nuestra máxima casa de estudios; en lo otro hay que ver cómo se mueve, que camisa viste y hacia dónde apuntan sus aspiraciones.

Como rector, Alejandro Vera es un hombre que ha hecho mucho por la UAEM.

  • post it

Quienes ven al alcalde de Cuernavaca como un enemigo personal o un adversario político están equivocando la estrategia. Los golpes que le han dado en lugar de debilitarlo lo han fortalecido y le permitieron justificar la falta de resultados en el municipio. Como administrador de la capital el futbolista ha quedado mucho a deber: la ciudad luce sucia, descuidada, oscura e insegura.

Si no hubieran iniciado los procesos para destituirlo, el Presidente Municipal habría tenido que explicar porqué en un año la capital en lugar de mejorar, empeoró.

  • es viernes

La mexicanidad es irrenunciable. Ser mexicano es un vocabulario, un modo especial de entonar el español, una oscilación permanente entre el tremendismo y la chacota, es la urgencia de andarnos sobando a todas horas, es un apetito permanente de colores, sabores, olores y formas extravagantes, una incontenible y rica pancita que se nos hace a los señores y una sonrisa que siempre está presente en las señoras.

Ser mexicano es existir en una vida que se cumple entre el albur y la exquisitez (entre Chava Flores y Carlos Pellicer), un extraño e incomparable gusto por comer parados y ponerle chile a todo, una insuperable actitud de sospecha y reserva frente a la ciencia, el trabajo, la puntualidad, la autoridad y el ahorro; es también un sabroso modo de sufrir y una reconocida capacidad para que nos gane la risa en lo momentos menos indicado.

La muerte, las flores y el canto son parte de nuestra esencia, lo mismo que los carnavales, la pachanga y el mezcal. Ser mexicano es una razón para sentirse orgulloso.

Por cierto: Hoy toca.

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