México dividido; Peña causa discordia
Las marchas ciudadanas de ayer, que pretendían dar un mensaje de “unidad” de los mexicanos ante la política agresiva de Donald Trump, terminaron siendo más bien la dolorosa confirmación de las profundas divisiones que aquejan a una sociedad fracturada y polarizada. La capacidad de convocatoria quedó muy por debajo de las expectativas que generó el gran despliegue mediático de los organizadores y, aunque las dos movilizaciones quisieron deslindarse de una protesta en contra de Enrique Peña Nieto, y una de ellas más bien buscó respaldar al Presidente, en ninguna de las dos pudieron evitar que aparecieran los gritos, carteles y pancartas que mostraban un claro rechazo a la figura presidencial en México que compartió las críticas y ataques con su homólogo del país vecino. “Fuera Peña”, “Corrupto EPN traidor” y “Renuncia Peña” eran consignas repetidas.
La poca “unidad” que se logró expresar en el desfile de 18 mil personas, según cálculos oficiales del gobierno capitalino, bajo el torpedeado lema “VibraMéxico”, se refirió más bien a la unión de un sector específico de la población —“clase media acomodada”, consignaban las crónicas de la marcha— y a una élite de intelectuales, dirigentes empresariales y de organizaciones no gubernamentales, que encabezaron la marcha cuya asistencia no alcanzó para llenar completamente la glorieta que rodea al Angel de la Independencia, que a las 2 de la tarde, cuando se entonó el himno nacional como momento culminante, lucía espacios vacíos. Ni siquiera el rector de la UNAM, Enrique Graue, que iba en el contingente de vanguardia, se salvó de las críticas y cuestionamientos de otros universitarios, principalmente maestros que se aparecieron con pancartas alusivas a los 43 normalistas de Ayotzinapa y cuestionando la asistencia del rector a la marcha (la primera desde que Barros Sierra marchó con los estudiantes en 1968) como una “acción unilateral” del médico que ocupa la rectoría.
Y si esa movilización denominada “VibraMéxico” —que se dijo “neutral” sobre Peña Nieto y sólo convocó a rechazar a Trump junto con “la corrupción, la impunidad y la pobreza”, así, en sentido genérico— no se salvó de que afloraran fuertes expresiones de antipeñismo, lo mismo en carteles y pancartas de algunos de sus participantes, que en grupos más beligerantes contra el Presidente que, al ser detectados, fueron aislados y “encapsulados” por la policía capitalina que les impidió sumarse al recorrido; en la otra manifestación, la que se nombró “Mexicanos Unidos”, que sí se pronunció abiertamente como una expresión de “respaldo a Peña”, terminó aún peor, pues ahí las expresiones contrarias al Presidente mexicano se volvieron tan intensas que sus dos principales organizadoras, Isabel Miranda de Wallace y Laura Herrejón, fueron abiertamente desafiadas por algunos asistentes que les disputaban la vanguardia de la marcha y terminaron increpando a la señora Miranda por su apoyo al Presidente, de manera tan fuerte, que la señora tuvo que huir, literalmente, de la marcha y esconderse en el bar del Sanborn’s de los Azulejos en la calle de Madero, ante el acoso de los antipeñistas.
Al final las marchas de ayer domingo sirvieron como constatación de varios hechos inocultables: primero, que la pretendida “unidad” de los discursos tanto políticos como mediáticos no ha logrado permear y mucho menos ha podido superar las divisiones profundas que por motivos políticos, ideológicos y hasta de clase social, existen y persisten entre la sociedad mexicana; segundo, que en el rechazo a Trump y sus políticas antimexicanas sí priva un sentimiento de rechazo al agresivo y racista presidente estadounidense, pero ese sentimiento no es mayor y en todo caso es casi igual al enojo y rechazo que los mexicanos también expresan a su propio presidente Peña Nieto y a sus políticas fallidas que han afectado la economía y seguridad de sus gobernados; tercero, que el “fenómeno Trump” utilizado como distractor o como “escudo” para tratar de desviar la ira social que despertó el “gasolinazo” y los bajísimos niveles de aprobación del Presidente, no está resultando como lo podían haber deseado en el gobierno; y finalmente cuarto, que la sociedad mexicana en su mayoría no está percibiendo un adecuado liderazgo de Peña y su gabinete frente a las hostilidades del presidente de Estados Unidos y más bien añade a la lista de agravios del mandatario mexicano uno nuevo: tibieza y debilidad ante el gringo agresivo.
En conclusión, que mientras no está claro si Trump, con toda su hostilidad nos une totalmente a los mexicanos, lo que sí está claro es que Peña Nieto sí une, pero en su contra, y su figura hoy, más que unión, siembra discordia.