Echado para adelante, el presidente Enrique Peña Nieto celebra el 88 aniversario del partido que lo llevó al poder. Palabras, tono, actitud, todo suena y se ve con bríos propios de un estilo guerrero. Pero su público, reunido en el auditorio Plutarco Elías Calles del PRI, reacciona lento, corto, sin aquellos ecos de los años de oro, cuando Manlio Fabio Beltrones le alzó aquí mismo la mano y juntos fueron por el triunfo en 2012.
Si la política es un arte sin coincidencias, no puede ser efecto del azar que Alfredo del Mazo Maza, candidato a gobernador del Estado de México, ocupe la silla más cercana al atril presidencial, tras haber llegado tarde con Eruviel Ávila Villegas, y como arrimados quedaron en el extremo de la fila, que es el mejor. Saldrá en la foto, seguro.
Los ex presidentes del partido escuchan atentos a Peña Nieto y su arenga ganadora para 2017 y 2018. Ahí está Manlio Fabio Beltrones, quien renunció por el desastre de las últimas elecciones. Viene renovado, se le ve descansado.
En un rincón del presídium, al lado derecho, un hombre afamado por entrón, José Murat, estrena su título de presidente de la Fundación Colosio. Sonríe como con melancolía a la arenga presidencial. Cruza los brazos. No aplaude.
El Presidente elogia al priísmo. Los distinguen la unidad, disciplina, lealtad; tienen talento, pasión por servir. Crecen en lo difícil. Él mismo es un caso y, con afecto y un timbre de gratitud, recuerda sus inicios de militante que colaboró (a los 23 años) con César Camacho Quiroz (entonces alcalde de Metepec).
Al centro del presídium, la silla del coordinador de los diputados priístas está vacía. Segundos después entra a toda carrera el aludido y ocupa su lugar. No había ido a la Villa, sino al baño. Retoma el mensaje: balance de un gobierno transformador, frente a una oposición que ha actuado con oportunismo.
Está desatada la competencia por 2018. Peña Nieto rechaza que se ha pactado dejarse derrotar: “Siempre salimos a ganar”, dice. Le aplauden con moderación.
Este público no desborda límites. Así se muestran desde media mañana, cuando esperan que llegue Peña Nieto. La manzana que ocupa la sede del PRI está cercada con un dispositivo de seguridad del Estado Mayor Presidencial. Sin gafete, nadie pasa. Contados los lugares dentro del auditorio. Diputados, senadores, gobernadores y un puñado de secretarios de Estado.
Atrás, se acomodó algo de lo que queda de las Fuerzas Vivas de antaño. Unos grupos de porristas olvidan su encomienda. Y a ratos, sin sentimiento gritan, por ejemplo: “¡Cé-te-eme!”. También se les escucha “¡Cé-ene-cé!”, dos de los brazos corporativos del priísmo.
Los instrumentos de animación de la antigüedad priísta: matracas, cencerros y más acá, en el túnel del tiempo, la batucada, pasaron a la historia. Lo que rifa son unos silbatos que sueltan un pitido como de pajarito. Y se oyen incluso cuando Peña Nieto habla como primer priísta y dice que su partido es el mejor y nada más le falta dar el banderazo de salida para 2018.
Ernesto Gándara Camou conduce el momento de una premiación a lo mejor del PRI, y el primer galardón resulta para su paisano Manlio Fabio Beltrones. Recibe una medalla en estuche abierto, de manos del Presidente. Los envuelve una ráfaga de aplausos.
Peña y Beltrones, los principales personajes del tricolor de 2012, aquí, ahora, cuando la oposición crece, cuestión que minimizó minutos antes el presidente del partido, Enrique Ochoa Reza, quien ve muchas fortalezas en su organización, sin llamar a revisión alguna.
Lo que luce son los nuevos cargos, de Claudia Ruiz Massieu, en la Secretaría General, que tuvo su padre en 1994; de Arturo Zamora, hoy líder de la CNOP, e Hilda Flores Escalera, guía de mujeres priístas.
Ochoa Reza concluye su mensaje con tres vítores a Peña Nieto, quien grita vivas al PRI. Experto en selfies, el Presidente toma los retratos que solicitan los cuadros. Se toman la foto, listos, dice, para 2018.