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EL SOL DE CUAUTLA: ¡Con el corazón partido!

 

“Soy María Herrera Magdaleno, de Michoacán, y tengo cuatro hijos desaparecidos en diferentes eventos”.

A sus 68 años, la voz de María ha perdido la fuerza de otras épocas; apenas abre los labios para pronunciar palabras. Tiene en la mirada la cicatriz de un amargo llanto y saber que sus hijos podrían estar muertos.

“Los buscamos vivos, los queremos con vida, pero viendo la deshumanización que impera en todo el país, tenemos que buscarlos también debajo de la tierra”, relata esta madre de familia quien, con cuatro hijos desaparecidos, busca convertirse en soporte de quienes pasan por la misma situación.

Dos partidas, cuatro ausencias
Asentados en la localidad de Pajacuarán, Michoacán, los hermanos Trujillo Herrera, como la gran mayoría de los hombres de ese pueblo, se dedicaban a la compra y venta de oro, lo que los hacía viajar con mucha frecuencia a varias partes del país.

Gracias al comercio de este metal, los jóvenes habían logrado sacar adelante a sus familias, pero todo cambió el 28 de agosto de 2008, cuando Raúl y Jesús Salvador salieron para no volver.

Con la desaparición de sus dos hijos, María y su esposo se enfrentaron a un dolor que crecía en cada búsqueda fallida.

Poco tiempo después, el padre de los jóvenes falleció a causa de un infarto, dejando sola a su mujer, quien creyó que no sería capaz de soportar las tres tragedias.

Tratando de asegurarse de que sus otros seis hijos estuvieran a salvo, María les prohibió volver a salir del pueblo.

 
 

Con el dinero que tenían, los hermanos trataron de apoyarla para que fuera ella quien se movilizara en busca de Salvador y Raúl, escalando cerros y adentrándose en barrancos.

“Después de un año y ocho meses ya no teníamos recursos para viajar, así que mis hijos, viendo esta situación, decidieron retomar el negocio, incluso cuando yo se los había prohibido”, recuerda la madre.

Y fue así como el peor miedo de María Herrera se hizo realidad: el 22 de septiembre de 2010, después de haber abandonado el pueblo, Gustavo y Luis Armando también desaparecieron. Hasta ahora, ninguno de los cuatro ha dado señales de vida.

El pueblo de los desaparecidos
María Herrera asegura que la desaparición de Raúl y Salvador abrió en Pajacuarán un oscuro episodio que no ha podido cerrarse, ya que desde entonces, según afirma, han desaparecido cerca de 60 personas dedicadas a la compra y venta de oro.

“En todo el pueblo, ése era el ‘modus vivendi’: salían familias, los hombres con sus esposas y con algunos de sus hijos grandes, cargando a los más pequeños, y se iban a trabajar el oro, pero en 2008 todo cambió”, lamenta.

A casi 10 años de sus primeras pérdidas, ella es consciente de la realidad a la que podría enfrentarse en cualquier momento, en caso de que sus cuatro hijos sean hallados sin vida.

MARÍA HERRERA sigue buscando a sus cuatro hijos.

MARÍA HERRERA sigue buscando a sus cuatro hijos.

María Herrera fue una de las mujeres que se mantuvo al pie del cañón en la comunidad indígena de Tetelcingo donde, en 2016, las autoridades de Morelos realizaron la exhumación de 117 cuerpos no identificados, con la intención de devolverlos a sus familias.

Aunque María no ha recibido noticias esperanzadoras, se ha propuesto participar activamente en apoyo de Enlaces Nacionales, una red de madres que lucha por lograr lo que ella no ha podido: encontrar a sus hijos.

“No nos queda de otra, no tenemos los medios y nos hace falta todo, pero hemos logrado capacitarnos, ha habido gente generosa en las instituciones que nos ha apoyado con cursos de búsqueda e identificación”, explica.

Mientras los rostros de sus cuatro hijos reciben el brillo del sol sobre una mesa, junto a una serie de fotografías de mujeres y hombres extraviados, María trata de alentar a las madres que llegan para dejar su muestra de ADN en las manos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), como parte de un proceso que busca hacer que los cuerpos no identificados vuelvan con sus seres queridos.

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