El mejor periodista, el periodista muerto
En solidaridad con todos los periodistas amenazados y hostigados
En México, la consigna tiene carta de naturalización. Y es que a nadie importa —literalmente— que manos criminales maten a un periodista.
“El mejor periodista es el periodista muerto”, pregonan voces anónimas en redes, alimentadas por “la legión de idiotas” que mientan madres contra los periodistas que piensan distinto, que amenazan de muerte a los que disienten del populismo lopista y que, literalmente, ordenan matar a los que se atreven a denunciar la cloaca criminal entre política y crimen organizado.
Y el mejor ejemplo es el de Cecilio Pineda Brito, asesinado el 2 de marzo pasado en Pungarabato, Guerrero —por hombres que viajaban en moto cuando le dispararon—, y cuyo crimen es solo parte de la estadística macabra sin resolver.
En 2017 han sido asesinados en México dos periodistas. Desde el año 2000, según la CNDH, en México han sido asesinados 121 periodistas, de los cuales 99% de los casos sigue impune.
¡Seamos honestos…! ¿A quién importa que un periodista sea asesinado, amenazado, hostigado, perseguido, insultado, denigrado, ofendido…? Más allá de su familia, no le importa a nadie; no importa al gremio periodístico, tampoco a opinantes o intelectuales y menos a las autoridades, sean federales, estatales o municipales.
Uno de los pocos casos de un periodista mexicano asesinado —en las últimas décadas—, y que provocó indignación nacional, fue el de Manuel Buendía, ultimado por denunciar los nexos entre política y crimen organizado.
Hoy la muerte de un periodista, como la de un policía, un militar o un marino, no pasa de una mención mediática y de abonar a una estadística que, de tanto en tanto, es usada como ariete para sacar renta política. Más aún, la muerte de un periodista lo convierte —ya muerto— en criminal. “Lo mataron por servir al narco”, dicen los idiotas de la legión.
En cambio, cuando fuerzas federales acaban con una pandilla criminal —cuyos integrantes estaban mejor armados y quintuplicaban en número a los federales—, ciertos políticos, intelectuales, periodistas y cierta prensa hacen causa mediática a favor de los criminales y crucifican a los oficiales.
Cecilio Pineda Brito se desempeñaba como reportero y editor de La Voz de Tierra Caliente. Denunció los vínculos de alcaldes de la Tierra Caliente con grupos de la delincuencia organizada.
En 2016 atentaron contra su vida y escapó de los matarifes. En la última transmisión en vivo a través de Facebook, el reportero aseguró que las autoridades sabían dónde estaba Raybel Jacobo de Almonte, alias El Tequilero, y que se negaban a detenerlo, en San Antonio La Gavia, comunidad de San Miguel Totolapan.
En su red social —que contaba con 38 mil seguidores— dijo que lo habían amenazado de muerte y que el Movimiento Social por La Paz radicalizaría sus movilizaciones para lograr el desafuero del diputado local priista Saúl Beltrán Orozco, acusado de tener vínculos con El Tequilero.
Mataron a Cecilio Pineda y a nadie importa.
¿“El mejor periodista es el periodista muerto”?
Al tiempo.