Buena conducta
Finina, delicada joven con cuerpo etéreo de sílfide, náyade o dríade, casó con el Juanón, un hombre de extremada corpulencia, pues su peso andaba cerca de las 15 arrobas (cada arroba equivale a 11 kilos y medio). La noche de las bodas él le pidió a ella en el curso del acto connubial, que celebraban en la tradicional y poco imaginativa posición del misionero: "¡Muévete, mamacita!" Demandó ella a su vez: "Pues bájate, cabrón"... Doña Macalota le dijo a su esposo don Chinguetas: "El día de mi funeral quiero que vayas al cementerio en el mismo coche que mi mamá". "Está bien -refunfuñó el señor-. Pero eso me va a echar a perder el día"... Durante una semana completita no cometí ningún pecado mortal de los siete que el buen padre Ripalda enumeró en su Catecismo. Resistí a la soberbia, madre de todos los pecados. Saqué de mí a la envidia, que es la más triste culpa, pues de ella el envidioso no deriva ningún placer; antes bien sufre los pesares y amarguras que le provoca el bien ajeno. Maté al monstruo de la lujuria. (Bueno, quizá no logré matarlo del todo, pero sí lo dejé bastante apaciguado). No incurrí en gula, deleite que cultivo con morosidad, ya que es el último pecado de la carne que podré cometer. Puse freno a la ira; vencí la tentación de la pereza y me aparté de la sórdida avaricia. No sé si incurro en herejía, pero pienso que el buen Dios se alegra más con un pecador arrepentido que con un rezador perseverante. El caso es que Diosito me llamó y me dijo que me iba a dar un premio por mi buena conducta en la semana. Podía yo pedir lo que quisiera. Le dije: "Señor: hazme ir a Mérida". Vaciló: "Pides demasiado". Alegué mañosamente: "Padre: pedirte poco es ofender tu majestad y dudar de tu infinita omnipotencia". Me pareció ver que en sus labios se insinuaba una sonrisa. Respondió: "Está bien. Te enviaré a Mérida". Ese mismo día -el Señor actúa con rapidez, pues dispone de una sola eternidad- recibí una invitación para presentar mi más reciente libro, Lo mejor de Catón, en la Filey, Feria Internacional de la Lectura en Yucatán, uno de los más prestigiosos eventos que en torno del libro se llevan a cabo en México y en América Latina. Trataré de portarme bien alguna otra semana -no puedo decir cuál- a ver si merezco de nuevo ese regalo de Dios que es ir a Mérida... FIN.