Tres fugas que indignan
En los últimos meses los mexicanos hemos sido testigos de al menos tres fugas que han desatado la ira y la indignación populares: la fuga de Javier Duarte, que se escapó desde hace 5 meses; la de César Duarte, el ex gobernador de Chihuahua que a partir de ayer fue declarado oficialmente prófugo, acusado también de encabezar una red de corrupción, y la tercera, y más penosa, la fuga de la realidad protagonizada por Enrique Peña Nieto, que hace un rato se nos fue a habitar, con su discurso y su mente, a un país muy distinto al que viven la mayoría de los mexicanos.
¿Cuál fuga hace más daño a una sociedad desencantada y decepcionada de su clase política? ¿Cuál de esas tres evasiones —dos físicas y una mental— lastima e indigna más cuando se sabe y se conocen a detalle la manera en que esos tres personajes mintieron, engañaron, se corrompieron y defraudaron la confianza de sus votantes y gobernados?
En el caso de Javier Duarte ya se cumplieron 165 días desde que, sin vigilancia federal a pesar de la inminente orden de aprehensión en su contra, el gobernador de Veracruz huyera de su estado el 14 de octubre de 2016, en una fuga que de tan fácil se volvió sospechosa de haber contado con apoyo de Los Pinos y de áreas del gobierno federal a las que no les conviene que Duarte aparezca y hable de financiamientos comprometedores para la Presidencia. Lo que indigna y ofende la inteligencia de los veracruzanos y los mexicanos es que todo el aparato de seguridad federal, la Marina y sus células de élite, el Ejército, la Policía Federal, la PGR y hasta la Interpol, no puedan encontrar a un político y a su esposa que resultaron, supuestamente, más listos e inteligentes que toda la inteligencia federal.
¿Realmente no pueden o no quieren encontrarlo? o ¿de plano a Javier Duarte lo desaparecieron para que no hablara y comprometiera a sus jefes políticos?
Del otro Duarte, el que gobernó Chihuahua literalmente como César, con una corrupción que lo mismo lo convirtió en próspero banquero que en poderoso terrateniente o ganadero con miles de cabezas, era cuestión de tiempo para que pasara de indiciado a prófugo por una investigación estatal ordenada por su sucesor panista Javier Corral, y armada e integrada por el ex secretario de Gobernación y abogado Fernando Gómez Mont. La orden de aprehensión por encabezar una “red de corrupción” en su estado también ya le costó la detención a varios ex colaboradores suyos, uno de ellos diputado federal suplente por el PRI, Antonio Tarín García, al que ayer se impidió rendir protesta para evitar que adquiriera fuero. César Duarte está, según los últimos reportes, en El Paso, Texas, y si no se entrega podría ser solicitada su extradición.
Pero de todas las fugas recientes de políticos —por no hablar de reos y narcotraficantes fugados de los penales— quizá la que más desazón provoca en estos momentos a los mexicanos es la fuga de la realidad del Presidente. Si ya se sabía de la carencia total de autocrítica que caracteriza a Peña y a su equipo, y de su proclividad a descalificar y poner en duda todo lo que contradiga su visión eufemística y autocomplaciente de los problemas nacionales, dos expresiones recientes del mandatario provocaron preocupación porque su optimismo y desinformación habitual haya mutado en una evasión y desconexión patológica de la realidad.
“¿Quienes les digan que vivimos en un país que está en crisis, crisis es seguramente lo que pueden tener en sus mentes, porque no es lo que está pasando, y las cifras hablan por sí mismas. Honestamente somos un país que en un entorno mundial complejo y difícil, sí hemos venido creciendo”, dijo ayer el Presidente de un país cuyo promedio de crecimiento, de 2.0 en lo que va de su sexenio, si bien no es malo, tampoco se puede presumir como satisfactorio porque no acaba con las profundas desigualdades sociales, ni las enormes carencias y bajos ingresos de la mayoría de los mexicanos.
Y si esa frase ya preocupaba, un día antes, Peña, en la euforia de las cifras positivas del turismo, borraba de un plumazo la violencia del narcotráfico y la inseguridad, que reflejan casi 100 mil asesinatos violentos en lo que va de su gobierno, según las cifras oficiales, al afirmar que “pareciera que viviéramos en el peor de los mundos, cuando realmente no es así”, y hablar de un mundo que “vive en orden y tranquilidad, con ciertos niveles de paz”. Apenas el lunes EL UNIVERSAL publicó la última encuesta de Buendía&Laredo sobre la aprobación presidencial, en la que se preguntó a los mexicanos sobre la situación en que veían al país y a su familia desde que Peña es presidente: el país está “Peor”, dijo 72% de los encuestados, mientras que 54% también opinó que él y su familia están “peor” en este gobierno.
Lo dicho, junto con las ominosas fugas de Javier y César Duarte, el Presidente se nos fugó de la realidad que vemos y vivimos la mayoría de los mexicanos.