El caso Iguala no es el único entre 15 o 20 que mayor interés me ha provocado en 47 años de reportero.
A 19 meses de la desaparición forzada de los 43 normalistas, creo incontrovertibles algunas piezas clave del todavía incompleto y enorme rompecabezas de la averiguación ministerial.
Por lo mismo, supongo imposible se haya inventado la línea que comienza en Iguala, pasa por el basurero de Cocula y ahoga la esperanza en el río San Juan.
A los proclives al juicio sumario les bastan las imágenes reveladas el domingo para aventurar que Tomás Zerón, titular de la Agencia de Investigación Criminal, fue a la ribera de la corriente el día previo a la diligencia formal para “sembrar” falsas pruebas (lo cual ni los expertos independientes de la CIDH han afirmado).
Zerón es quien descubrió la trama que señala como responsables únicos a funcionarios y policías municipales asociados con la delincuencia organizada (no a la Policía Federal y menos al Ejército).
Si resulta ser el sembrador de patrañas, el desenlace será tan demencial como el de Chapa Bezanilla y su Paquita la del cráneo.