Lo de Javidú debería ser un caso de estudio para legisladores, gobiernos y organizaciones de la sociedad civil frente a la implementación del Sistema Nacional Anticorrupción, las nuevas facultades de la Auditoría Superior de la Federación y la construcción de una nueva fiscalía general autónoma.
Es evidente que lo de los gobernadores durante los últimos 15 años es un problema estructural provocado por un nuevo arreglo federal de repartición y uso de recursos que comenzó en el sexenio del presidente Zedillo pero se agravó en los sexenios de Fox y Calderón por exigencias y acuerdos con el PRI y el gozoso aprovechamiento del PRD.
Cada vez hay más dinero para los gobernadores, cada vez con reglas más laxas.
Y uno de los destinos de esos dineros han sido las elecciones. Ayer explicaba aquí Héctor Aguilar Camín cómo los gobernadores utilizan los recursos públicos para pagar compromisos de campaña con donadores privados. Añado algo, también se han convertido en la bolsa de recursos negros para otros compañeros de partido en campaña, en otros estados.
Segundo, la transición mexicana federal no fue igual en los estados. Los gobernadores compran a sus congresos, literalmente, para que los dejen hacer lo que quieren. Hay un déficit de oposición local. Como hay un déficit de organizaciones ciudadanas y en muchos casos de prensa local, no pocas veces comprada por el mismo dinero. Es decir, no hay contrapesos que hoy existen en lo federal.
Y, por último, la justicia. Procuradurías y fiscales a modo dan a los gobernadores una libertad enorme para hacer lo que se les pega la gana.
Ninguno de estos asuntos parece estar hoy en la agenda pública, más bien engolosinada con el espectáculo de la caída de Javidú.
Escribió ayer Mauricio Merino sobre Duarte: “Observo con alarma que ninguna de las condiciones que hicieron posible su existencia se ha modificado de manera radical, ni tampoco veo razones obvias para que eso suceda en automático pues una cosa es el proceso legal que se desprende de los peces gordos imputados y otra, diferente, es reformar las administraciones públicas y las prácticas gubernativas donde crecen los peces que ahora engordan con felicidad”.
Pues eso. Que Javidú sirva de algo.
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