Rabia peligrosa
La prima Martha, mujer de genio e ingenio, tiene a su cargo la vieja casona del Potrero de Ábrego. Feminista sin saberlo, no permite que ningún hombre se le trepe. Largó a su marido porque una vez le levantó la mano, y desde entonces vive sola, dueña de sí y de su circunstancia. Claridosa como una campana, lleva siempre a flor de lengua una respuesta a las impertinencias masculinas. El otro día un engreído visitante le ordenó en tono imperativo: "Soy hombre de poco comer. Guíseme la mitad de medio huevo". "Y yo soy mujer de poco hablar -replicó ella-. Vaya usted a tiznar a la mitad de su media madre". Yo, contrariamente, soy hombre de mucho comer -ninguna vianda tengo aborrecida- y de mucho parlar. Me gusta hallar el guiso más sabroso y la palabra más precisa. Diré por eso que el presidente Peña se quedó muy corto al decir que en México priva ahora el mal humor. Lejos de mí la temeraria idea de disentir del Primer Magistrado de la Nación. Soy hombre de los de antes, temerosos de Dios y respetuosos de la autoridad. Pero no es que el país esté malhumorado: está -lo digo sin exagerar- encabronado. La corrupción de la clase política; la ineficiencia en la atención de los graves problemas nacionales; la impunidad rampante; la inseguridad; todo eso hace que el talante de los mexicanos esté erizado. Cosa muy peligrosa es esa rabia. Puede llevar a los ciudadanos a ver como deseables opciones caudillistas y de populismo a las que ayer temieron y que ahora les parecen atractivas sólo porque están en contra del régimen actual. Peña Nieto cae en las encuestas al mismo ritmo que sube López Obrador. Cada día el gobierno pavimenta un tramo de la vía que puede llevar al tabasqueño a ganar la Presidencia. De mucho riesgo es el voto que se origina en el enojo y deja de lado a la razón. Millones de votos encabronados -no malhumorados- habrá el 2018 en la elección presidencial... ¡Ira de Dios, menguado columnista! Ese sonoro pésete, sacado de las novelas de Salgari, es el único que cuadra para responder a tus augurios ominosos. Con ellos me has echado a perder el desayuno, pues la lectura de tan oscuros vaticinios me alteró los humores siguientes: bilis, atrabilis, glandular, recrementicio, pecante y hialoideo. Narra un chascarrillo final y luego vuelve a tu revuelto mundo... Mr. Timothy Drool era ferviente admirador de Eleanor Roosevelt, ilustrísima mujer a quien Harry S. Truman llamó con justicia "Primera Dama del mundo". Cuando enfermó la señora, Mr. Drool se angustió sobremanera. Luego lloró con lágrimas ardientes cuando al fin Mrs. Roosevelt fue vencida por la enfermedad que la llevó a la tumba. Decidió entonces dedicar su vida a estudiar la figura de su heroína. La veneraba; decía que era el personaje más relevante del siglo XX. Cada año iba a su tumba a depositar una ofrenda floral en el aniversario de su muerte, el 7 de noviembre. Sucedió que la esposa de Mr. Drool enfermó también de gravedad. En el hospital le dijo con voz feble a su marido: "Sé que voy a morir, y no quiero irme al más allá sin probar algo que nunca conocí". "¿De qué se trata?" -preguntó el marido, intrigado. Respondió ella: "Quiero que me hagas sexo oral". Al señor no dejó de parecerle extraña aquella petición, pero por caridad cristiana cumplió el postrimer deseo de su esposa. Y sucedió un milagro: aquel acto de erotismo revivió a la mujer. Al día siguiente amaneció con las mejillas róseas; comió muy a su sabor y por primera vez salió del lecho donde había estado postrada largos meses. Cuando Mr. Drool supo que su mujer había sanado con aquel peregrino tratamiento se echó a llorar desconsoladamente. "¿Por qué lloras?" -le preguntó la esposa con asombro. Respondió Mr. Drool entre sollozos: "¡Estoy pensando que también pude salvarle la vida a la señora Roosevelt!"... FIN.