En el verano de 2012, después de la elección, el equipo de transición del Presidente electo tenía reuniones en cada uno de los temas, preparaba candidatos para los puestos clave, hacía documentos que se convertirían en Plan de Gobierno, negociaba en secreto el Pacto por México.
El asunto de la violencia y la seguridad era uno de esos temas. Aunque habían logrado ganar diciendo muy poco durante la campaña, sabían la situación en la que estaba el país. La discusión principal fue la que marcaría el sexenio: qué hacer con la Secretaría de Seguridad Pública Federal, que, en visión de muchos, en tiempos de Genaro García Luna terminó teniendo enorme poder.
El asunto lo decidió Peña por petición de Osorio. Seguridad quedaría en manos de Gobernación añadiendo una subsecretaría de "prevención". La estrategia de Osorio fue, primero, que no se dijera nada. Se habló con los medios, se hizo un manual que Eduardo Sánchez presentaba en reuniones de qué decir y qué no decir. Algo así como si no se sabe, a lo mejor ya no se acuerdan, o no se metan. La segunda parte fue eso que llamaron "coordinación". Nomás era cosa de juntarse, de platicar, les decimos qué deben hacer y lo hacemos juntos. Ese Calderón nunca quiso trabajar con los locales.
Se crearon "grupos de coordinación", se juntaban, se daban palmaditas en la espalda. Se querían mucho. Y luego, por supuesto, prevención. Tiraron globos de Cantoya en Michoacán, pintaron barrios enteros creyendo que eso había pacificado a Medellín, y sobre todo repartieron mucho dinero —hasta que este año el presupuesto para eso fue cero— y se tomaron muchas fotos muy bonitas.
Bueno... Y aquí estamos. Para donde uno voltee. Que si Reynosa, que si Sinaloa, ahora en Puebla con el huachicol y hace unas semanas en Guanajuato, pero ya estalló Colima y ni para qué hablamos de Guerrero y se deteriora Tijuana y... ¿Pero qué no estaban tan coordinados? ¿Qué pasó?
Escuché ayer al secretario Osorio con Ciro en la radio amenazando a gobiernos locales de quitarles ayuda federal, poniendo en ellos la culpa del horror que estamos reviviendo, y que si no asumen su responsabilidad y que si solo 50 policías de mil 800 valen la pena, y que si desde que él era gobernador esto ya se discutía...
Ese discurso nos lo sabemos. Suele suceder que cuando las cosas no salen, la culpa la tienen otros.
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