Mancera, ¿igual que Macron?
Sin embargo —sin restar méritos al intelectual, más que al político, que en cinco años hizo lo impensable—, también es cierto que nadie sabe a qué puerto arribará el nuevo gobierno francés con Macron.
Y es que si bien seis de cada 10 franceses votaron por los valores democráticos y las libertades, y rechazaron el populismo —y si bien cuatro de cada 10 prefiere la derecha extrema—, lo cierto es que nadie sabe, bien a bien, el tamaño de la apuesta y en qué terminará el gobierno de Macron.
Lo que todos saben es que por un momento en la historia del siglo XXI el populismo que parecía incontenible fue detenido en seco, por una apuesta que no es antisistema, pero que cuestionó y derrotó al sistema de partidos; que parecía una apuesta independiente de los partidos, pero que terminó en un candidato sin partido pero que logró la victoria gracias al apoyo de los partidos, y que se valió del enojo, el hartazgo social y el rechazo a partidos y políticos.
Al final, más que una victoria sobre el populismo, el triunfo de Macron parece un puente, una estación de paso o un cambio de vía en dirección a un nuevo modelo político. Modelo que —gracias al caso Macron— rompe la idea de que el cambio lleva, de manera inevitable al populismo. Es decir, el caso francés confirma que sí es posible un cambio, sin hacer escala en el populismo destructor de la democracia.
Pero lo curioso es que el esquema que hoy resulta victorioso en Francia y que todos elogian, también se concibió en México casi al mismo tiempo que en la cuna de los partidos. Sí, aunque no lo crean.
Y el artífice de ese modelo en México
—con sus características propias— se llama Miguel Mancera, quien igual que Macron, era un desconocido hace cinco años; quien a pesar de críticas feroces no se afilió a ningún partido y llegó al poder en el GDF gracias al apoyo de todos los partidos de la izquierda, y quien desde hace dos años ha propuesto la creación de un gran frente opositor, no partidista, que se mueva en el centro de la geometría política, para llegar al poder en 2018.
¿Lo dudan?
A pesar de muchos ofrecimientos, Mancera se resistió a afiliarse a partido alguno, también rechazó moverse en el terreno del populismo y menos se propuso desacreditar al sistema de partidos y/o volverse golpeador y otro oportunista antisistema.
El mejor ejemplo de lealtad institucional y democrática lo dio Mancera la semana pasada cuando, al asumir la presidencia de la Conago, le dijo a Peña Nieto: “Señor Presidente, esté seguro de que en todo lo que construyamos en los consensos con su gobierno, encontrará el apoyo incondicional de la Conago”.
Un poderoso mensaje a hombres de empresa, inversionistas y ciudadanos preocupados por el populismo rapaz.
En el Itinerario Político del 24 de febrero de 2016 documentamos que Mancera decidió buscar la candidatura presidencial amparado en un bloque de todas las izquierdas. La decisión coincidió con la declaración de guerra de Morena, que bombardeó por todos los medios las obras que anunciaba el jefe de gobierno para la ciudad.
Volvimos al tema en el Itinerario Político del 12 de julio de 2016, cuando documentamos que Morena había arreciado los ataques a Mancera, lo mismo que gobernadores del propio PRD. El golpeteo contra el jefe de gobierno de CdMx se intensificaba mientras Mancera cabildeaba si hacía trabajo político electoral como candidato independiente o como externo del propio PRD.
El 5 de septiembre de 2016 dijimos: “será a muerte” la batalla entre Miguel Mancera y López Obrador, ya que operadores del jefe de Gobierno habían iniciado pláticas con grupos y partidos que tradicionalmente eran incondicionales a AMLO. Mancera avanzaba en la creación de un Frente Opositor que incluyera al PRD, PT, MC y hasta a desprendimientos de la CNTE. Mientras eso ocurría, Mancera llevó a Alejandra Barrales —una de sus leales— a la dirigencia del partido amarillo.
El 29 de septiembre volvimos para confirmar que Mancera había decidido buscar la candidatura presidencial para 2018 a través de la conformación de un bloque opositor de centro izquierda, sin afiliarse a ningún partido —como candidato independiente—, pero apoyado por las siglas de PRD, PT, Movimiento Ciudadano y organizaciones de la sociedad civil.
Mancera tampoco se convertiría en un candidato “antisistema”, no se movería a la comodidad del populismo —que suele regalar muchos votos—, y menos sería un antisistema como AMLO.
Sin duda que Macron no es Mancera ni Mancera es Macron. Lo cierto es que caminan por senderos paralelos.
Al tiempo.