“¿Qué va a pasar en el Estado de México? ¿Quién gana el próximo domingo? Preguntas que se repiten en muchas mesas y muchas reuniones a lo largo y ancho del país y que reflejan la enorme expectación e incertidumbre que rodean a los comicios de una entidad federativa, como es el Estado de México, que no sólo por su tamaño político y económico, sino por todo lo que representa justo en estos momentos, ha atraído la atención nacional. Quizás no se recuerde una elección tan incierta ni que haya despertado tal expectación, salvo la del año 2000, cuando el país entero, y buena parte del mundo, esperaban entre tensión, nerviosismo y esperanza de un cambio, la histórica caída del PRI de la Presidencia de la República.
Pero si todos dicen que “Toluca no es México”, por qué entonces tanto interés en lo que suceda en los comicios mexiquenses. La primer explicación y la más generalizada es la idea cierta, aunque no del todo exacta, de que lo que suceda en la entidad este 4 de junio determinará inevitablemente el resultado de la elección presidencial de 2018. Es cierto que el resultado del Edomex impactará inevitablemente la sucesión del próximo año, aunque no es automático que quien gane esta importante gubernatura también se llevará la Presidencia. Depende de diversos factores y diversas combinaciones.
Y ahí viene la otra idea que explica por qué esta elección estatal genera tanta expectación e incertidumbre: al volcarse con todo y su gabinete a operar personalmente esta elección y al aferrarse a mandar a su primo, Alfredo del Mazo, como candidato, el presidente Enrique Peña Nieto la convirtió en un plebiscito sobre su gobierno y sobre el PRI y su permanencia en el poder. Lo que se define entonces es si Peña, con sus altos niveles de rechazo y la enorme inconformidad social, en la entidad de donde son originarios, puede o no puede ganar en su tierra.
Si Peña no es capaz de ganar en el estado que gobernó y que lo llevó a la Presidencia —donde además se asienta el grupo político (Atlacomulco) que lo respalda— entonces el presidente se acercará al final de un sexenio que para muchos terminó prematuramente, con el signo de la derrota en su casa y aumentará la percepción de debilidad e incapacidad que muchos mexicanos atribuyen al inquilino de Los Pinos. Y de paso, al perder esta elección plebiscitaria, condenará y arrastrará a su partido, el PRI, a un escenario electoral más adverso y difícil en la elección presidencial del siguiente año.
Caso contrario, si con toda la apuesta política que hizo en estos comicios —despliegue de programas, recursos y funcionarios federales incluidos— el presidente no sólo asestará un golpe importante a su principal adversario y opositor, Andrés Manuel López Obrador, sino que tomará un eventual triunfo priísta no sólo como un triunfo suyo, sino también como la señal de que “no todo está perdido” y que, con el mismo esquema de operación económica, política y electoral con el que hizo ganar a su primo Del Mazo, que arrancó con todo en contra y con enormes niveles de rechazo hacia él y hacia el PRI, podría hacer ganar a cualquier candidato que él decida postular en el PRI para la sucesión en 2018, por impopular o poco conocido y valorado en este momento en las encuestas.
La duda que se vuelve incertidumbre ante lo cerrado que están las encuestas y los datos que apuntan a un posible voto de castigo al partido gobernante en el Edomex, es cómo le resultará al presidente Peña su plebiscito mexiquense. Y hay un factor clave que va a definir el resultado, por encima de los miles de millones de pesos invertidos en esta elección, el despliegue de programas públicos y la guerra de acusaciones y encuestas entre los dos grupos que cierran esta semana sus campañas en un virtual empate técnico: el nivel de participación en las urnas. Qué tantos mexiquenses salen a votar será al final el factor decisivo. Si el nivel de participación se queda en los porcentajes históricos en el estado, de entre 43 y 47%, es muy probable que la estructura y el voto duro del PRI se impongan, pero si se rebasa esa cifra y más de 50% del padrón sale a votar y a expresar la rabia contenida y a veces indetectable en las encuestas, entonces Peña Nieto y el PRI perderán no sólo su estado, sino su plebiscito rumbo a la Presidencia.
NOTAS INDISCRETAS…Fuentes de primer nivel y bien informadas de la situación de la pareja que habita Los Pinos afirman que la discusión del jueves pasado no es nada nuevo y confirman que, en efecto, la amenaza que causó alarma en la casa presidencial no fue la de salirse de la residencia, pues desde enero de este año la señora se trasladó y vive en Los Angeles, donde acompaña a una de sus hijas. Lo que realmente preocupó fue el amago de hablar y hacer públicos “temas” que tienen que ver con una relación en crisis… Escalera doble de los dados. Bien comienza la semana.